Una nueva clínica y escuelas salvan vidas y ayudan a construir futuros en Zambia

Personas refugiadas y de la comunidad de acogida comparten servicios como parte de un nuevo enfoque en Zambia.

Patricia Sampule (a la derecha), de 34 años, es una enfermera de Zambia que trabaja en la clínica en el asentamiento de Mantapala.
© ACNUR / Enoch Kavindele Jr

La enfermera Patricia Sampule sonríe mientras revisa cuidadosamente a una pequeña  bebé. Con solo 20 minutos de vida, la niña aún no tiene nombre, pero ella y su madre, ambas refugiadas congoleñas, se encuentran bien.


Hasta hace poco, habrían tenido que viajar más de 30 kilómetros para ver a un médico. Ahora, este es el decimocuarto bebé que nace esta semana en la clínica en el asentamiento de Mantapala, en el noroeste de Zambia.

“Estamos salvando vidas con esta institución”, dice Patricia, de 34 años, que trabaja tiempo completo en las instalaciones que se crearon para atender a más de 13.000  personas refugiadas congoleñas que huyen de la violencia en la República Democrática del Congo. “Ha hecho una gran diferencia”.

Construido alrededor de tierras de cultivo existentes, el asentamiento de Mantapala alberga a unos 5.000 zambianos locales que también pueden acceder a la clínica. Antes de que abriera en febrero, muchos locales tenían que salir al amanecer para una odisea de ocho horas a pie para lograr ver a un médico. Para las mujeres embarazadas, o las personas gravemente enfermas, sobrevivir a la caminata significaba la diferencia entre la vida y la muerte.

“Estamos salvando vidas con esta institución.”

“Me alegra que la clínica esté ahora aquí”, dice Agnes Manda, de 18 años, una de las mujeres embarazadas de Zambia que esperan un chequeo. “Solo íbamos al médico si estábamos enfermos gravemente. A menudo las personas no creían que lo lograrían. Pero ahora está tan cerca. Si lo necesitamos, podemos caminar hasta aquí.”

La clínica, atendida y dirigida por las autoridades de salud local de Zambia, está equipada para vacunar a los residentes y tratar enfermedades endémicas de la zona que son amenazantes para la vida, como la malaria. Una ambulancia está disponible las 24 horas del día para llevar los casos más graves al hospital. Hay un edificio más en construcción.

“Hemos visto y tratado a miles de personas”, dice la enfermera general Judith Mwansa, de 50 años. “Si no fuera por los servicios que brindamos, habrían muchas más muertes, tanto de las personas refugiadas como de los locales”.

A poca distancia de la clínica, la aspirante a doctora Joyce Kanyembo está estudiando gramática inglesa en la escuela del asentamiento. La mayoría de sus compañeros de clase son personas refugiadas congoleñas, pero Joyce es parte de un número creciente de zambianos locales que también asisten.

  • Agnes Manda, de 18 años, miembro de la comunidad de acogida de Zambia, espera un chequeo en la clínica administrada por ACNUR, UNICEF y Médicos Sin Fronteras en el asentamiento de Mantapala.
    Agnes Manda, de 18 años, miembro de la comunidad de acogida de Zambia, espera un chequeo en la clínica administrada por ACNUR, UNICEF y Médicos Sin Fronteras en el asentamiento de Mantapala.  © ACNUR / Enoch Kavindele Jr
  • Judith Mwansa, de 50 años, es una enfermera de Zambia que trabaja en la clínica en el asentamiento en Mantapala . "Hemos visto y tratado a miles de personas", dice ella.
    Judith Mwansa, de 50 años, es una enfermera de Zambia que trabaja en la clínica en el asentamiento en Mantapala . "Hemos visto y tratado a miles de personas", dice ella.  © ACNUR / Enoch Kavindele Jr
  • Joyce, de 20 años, dice que su materia favorita es el inglés y que espera ser doctora cuando sea mayor.
    Joyce, de 20 años, dice que su materia favorita es el inglés y que espera ser doctora cuando sea mayor. © ACNUR / Enoch Kavindele Jr
  • Christopher Mukapa, de 30 años, es el director de la escuela en el asentamiento de Mantapala. Él dice que los estudiantes de Zambia están ayudando a integrar a sus compañeros de clase congoleños.
    Christopher Mukapa, de 30 años, es el director de la escuela en el asentamiento de Mantapala. Él dice que los estudiantes de Zambia están ayudando a integrar a sus compañeros de clase congoleños. © ACNUR / Enoch Kavindele Jr

En el futuro, la escuela, que fue fundada por una serie de socios internacionales, incluidos Save the Children y UNICEF, será administrada por el gobierno.

“Es más fácil venir a esta escuela porque está más cerca de mi casa”, dice Joyce, de 20 años, que asistió a una escuela comunitaria en un pueblo cercano antes de que abriera la escuela.

“Cuando termine la escuela, quiero ser doctora”, agrega la entusiasta estudiante, que está entre los cuatro mejores promedios de la clase. "Es mi pasatiempo ayuda y cuidar a las personas".

El director Christoph Mukupa está orgulloso de la diferencia que su escuela está haciendo para los alumnos locales como Joyce y espera aumentar la cuota de estudiantes de Zambia al 20 por ciento. Para él, los beneficios de las clases mixtas son enormes, ya que los estudiantes de Zambia ayudan a integrar a sus compañeros de clase congoleños.

“Cuando termine la escuela, quiero ser doctora.”

“Es un privilegio y un honor tener la escuela en este lugar", dice Christoph. "Estamos aprendiendo idiomas, costumbres y culturas de los congoleños y ellos de nosotros”.

El Acuerdo de Mantapala, que fue diseñado para fomentar este tipo de intercambio entre personas locales y refugiadas, forma parte de una respuesta más amplia a los movimientos de refugiados conocida como el Marco de Respuesta Integral para los Refugiados, o CRRF en sus siglas en inglés.

“El asentamiento de Mantapala brinda a los refugiados y locales la oportunidad de vivir juntos de una manera muy cohesiva”, explica George Ormondi, Oficial de medios de vida de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). “Ellos acceden a las escuelas, la clínica y los mercados juntos y viven como una sola comunidad”.

El año pasado, el gobierno de Zambia aprobó una legislación que aseguraba que tanto las personas refugiadas como las comunidades de acogida se beneficiarían de los servicios en asentamientos como Mantapala.

“En el pasado, la comunidad local estaba observando lo que se daba a los refugiados y eso estaba causando un poco de recelo”, dice Abdon Mawere, Comisionado de Refugiados de Zambia. “Pensamos que era importante que nuestros programas de refugiados también ayuden a la comunidad de acogida”.

“Asegurando que las personas refugiadas y la comunidad de acogida se beneficien de los mismos servicios, el gobierno está trabajando mano a mano con el ACNUR para promover la integración y la inclusión social de las personas refugiadas”, agrega Pierrine Aylara, representante de ACNUR en Zambia.

Para aquellas personas que ya no tienen que caminar ocho horas para ver a un médico, los beneficios de recibir a refugiados en su comunidad son claros.

“Estoy feliz de que los refugiados estén aquí”, dice Kelvin Mwansa, agricultor de Zambia de 28 años, quien a principios de septiembre llevó a su hija de seis meses a la clínica del asentamiento de Mantapala después de que contrajo malaria. Las enfermeras le salvaron la vida.

“Ahora hay una escuela, una clínica y trabajo”, agrega. “La mayoría de las personas ven el beneficio de tener los servicios aquí, porque no son solo para las personas refugiadas, son para todos”.