Solicitantes de asilo ayudan a mantener a salvo a sus nuevas comunidades beliceñas
Refugiados y solicitantes de asilo en el pequeño país centroamericano están cosiendo mascarillas para prevenir una segunda ola de infecciones de COVID-19 en Belice.
Las medidas de prevención del coronavirus hacen que Karla Hernández* se tenga que quedar en casa, pero las restricciones no le han impedido contribuir a su comunidad de acogida. La solicitante de asilo hondureña de 31 años usa su tiempo libre para coser mascarillas como parte de un grupo de voluntarios que fabrican más de 100 mascarillas al día.
“Estoy muy agradecida con este país, me han dado un hogar después de haber tenido que huir del mío”, dijo Karla, añadiendo que siente “mucha satisfacción al saber que mi contribución ayudará a que los demás estén a salvo de la pandemia”.
Siendo América Latina el nuevo foco de contagios de COVID-19, el gobierno beliceño ha mantenido medidas de prevención. Estas medidas incluyen un toque de queda nacional y el uso obligatorio de mascarillas en público. Con los implementos de protección personal, incluyendo las mascarillas, escaseando a lo largo del país, muchos beliceños, además de refugiados y solicitantes de asilo, están fabricando lo que puedan ellos mismos.
Cada día, Karla y los demás solicitantes de asilo producen un promedio de 150 mascarillas, que luego donan a clínicas locales a lo largo del país.
“Esta es la primera vez que estoy cosiendo para otras personas”, dijo Karla quien ha recibido una capacitación en costura de Humana People to People, un socio de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Según Andreas Wissner, jefe de la Oficina de ACNUR en Belice, aprender nuevas habilidades, como la costura, es clave para la integración de los refugiados dentro de sus comunidades de acogida.
“Esta actividad demuestra que solicitantes de asilo y refugiados tienen la habilidad de hacer contribuciones tangibles a la sociedad y de apoyar al país que les brinda un nuevo hogar”, añadió.
Karla, fue forzada a huir de su Honduras natal, junto con su esposo, José Hernández*, y su hijo de ocho años después de recibir numerosas amenazas de una de las pandillas que aterrorizan grandes partes del país.
“Me llamaron y me dieron una hora para irnos de nuestra casa, o si no vendrían a matarnos”, ella dijo.
Como Karla, cientos de miles de personas se han visto obligadas a huir de la brutal violencia de maras y pandillas en el Norte de Centroamérica. Escapando de la extorsión y amenazas contra sus vidas, unas 720,000 personas de Honduras, Guatemala y El Salvador han buscado protección de la violencia y persecución en los últimos años. Más de la mitad huyeron a través de fronteras.
Alrededor de 3,000 personas han solicitado asilo en Belice, en donde ACNUR y sus socios apoyan a quienes son forzado a huir a solicitar asilo e integrarse en sus nuevas comunidades. ACNUR también provee asistencia humanitaria a solicitantes de asilo, y también apoya al gobierno en su esfuerzo por mitigar la propagación del virus en el país.
Karla y su familia llegaron a Belice en el 2018, y encontraron un hogar en Bella Vista, una comunidad ubicada al sur del país.
“Me gusta vivir aquí porque es un país seguro para criar a mi hijo lejos de la violencia que dejamos atrás”, dijo, añadiendo que “aquí hay oportunidades”.
Aunque ella y su esposo están desempleados en este momento, Karla espera que su entrenamiento en costura le permita generar ingresos, ya que las restricciones de movimiento están siendo flexibilizadas. “Sueño con abrir mi propio negocio de costura en donde pueda seguir cosiendo para otros, y que me sirva para apoyar a mi familia”.
*Nombres cambiados por motivos de protección.