Los refugiados sirios tantean la espinosa cuestión del retorno, ocho años después del inicio de la guerra

Abdulhay tiene ocho años, como la guerra de Siria. Su familia forma parte de los millones de refugiados preguntándose qué les traerá el futuro.

Abdulhay, de 8 años, jugando fútbol con sus amigos en un asentamiento informal de refugiados en el norte de Líbano.
© ACNUR/Andrew McConnell

A sus 8 años, Abdulhay conserva un preciado recuerdo de su padre. Los dos van en su taxi amarillo, conduciendo por su antiguo vecindario en Siria. Desde el asiento trasero, alza su mirada y sonríe a su padre, que se da la vuelta y devuelve la sonrisa.


Es un recuerdo breve pero Abdulhay se agarra a él como a u tesoro. Es el único que tiene. “A  mi padre le dispararon, y a mi tío, y mi primo”, narra Abdulhay que vive en un asentamiento informal de refugiados en el norte del Líbano. “Tengo miedo de volver, porque la guerra quiere decir que habrá disparos”.

Abdulhay y su familia mantienen hoy un encuentro con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, en el cierre de una visita oficial de cinco días a Siria y el Líbano, para conocer mejor las agudas necesidades que persisten sobre aquellos que han sido desplazados por el conflicto.  Después de ocho años, los refugiados contemplan cada vez más la idea de cuándo y cómo volver, pero el miedo sigue deteniendo a muchos de ellos.

“Son las personas quienes deben tomar la decisión de volver”, explicó Grandi en rueda de prensa en Beirut. “Quienes regresen, quienes así lo decidan, deben tener apoyo –no sólo para volver, sino para comenzar sus vidas otra vez”.

Abdulhay hace sus deberes en la tienda donde vive con su familia, junto a su hermana Shahed, de 12 años, y su madre Rana, de 37. Los hermanos van al segundo turno escolar, por las tardes.  © ACNUR/UNHCR/AndrewMcConnell

Abdulhay y su familia provienen de Ghouta oriental, un enclave cerca de Damasco donde decenas de miles permanecieron atrapados durante años. “Teníamos dinero, pero en las tiendas no había nada que comprar”, recuerda su madre, Rana, de 37 años. “A veces teníamos que comernos la hierba que crecía en el suelo. Solíamos cavar agujeros para conseguir agua”

Un día su marido se escapó hasta una comunidad cercana para conseguir comida. Por el camino, un francotirador lo asesinó a balazos, lo que ha obligado a Rana a criar a sus cinco hijos sola. Consiguieron huir a Damasco en 2014. Para entonces, Abdulhay y sus hermanos ya sufrían desnutrición y llevaban meses sin asistir a la escuela. Pero la vida en la capital, y después en Homs, supuso también una continua lucha.

Tras varios meses huyeron a Líbano, abriéndose camino eventualmente hasta este asentamiento informal cerca de Trípoli, en el norte del país. Son una de las 28 familias, principalmente de la provincia de Homs, que viven en tiendas refugio –marcos de madera  con lonas de plástico como paredes y estufas de leña para calentarse.

Bajo el cielo azul, en el polvoriento recinto, Abdulhay juega al fútbol con otros chiquillos. El invierno aquí puede ser duro; ACNU ha trabajado en la mejora de las condiciones de refugio y ha instalado letrinas en pro de una mejor higiene. La mayoría de las familias reciben asistencia económica en efectivo, además de apoyo legal y psicosocial.

La perspectiva de regresar a Siria pesa mucho sobre la familia. “Es lo que más queremos”, dijo Rana al Alto Comisionado. “Pero me preocupan mis hijos. Si regresamos a Siria, mi hijo (Jassem, de 17 años) será reclutado para el ejército”.

Wafaa (de pie, segunda por la izquierda) y su familia posan para una foto con el Alto Comisionado para los Refugiados en su hogar de Zouq Bhannine (norte del Líbano).  © ACNUR/UNHCR/Andrew McConnell

En el cercano pueblo de Zouq Bhannina, Grandi visitó a otra familia que se está pensando regresar. “Todos queremos regresar. Incluso mañana mismo”, confiesa Wafaa, de 45 años, que vive una vivienda sin terminar con cinco hijos, tres nueras y dos nietos “Pero necesitamos paz y seguridad”.

Wafaa revela que su hija y su hermana regresaron recientemente a Talbiseh, la localidad en la provincia de Homs de la que huyó su familia en 2014. Les llama a menudo, pero la conexión es débil.

“Puedo escuchar el dolor (de la separación) en su voz. Lloramos por teléfono sin decir una sola palabra”

“Puedo sentir por la voz de mi hija que la situación allí también es difícil”, lamentó. “Puedo escuchar el dolor (de la separación) en su voz. Lloramos por teléfono sin decir una sola palabra”. El marido de Wafaa despareció cuando viajaba a Líbano en 2013, dónde esperaba  reunirse con dos de sus hijos.

Nunca se volvió a saber más de él, ni de la gente con la que iba en coche. Wafaa sufrió entonces desplazamiento interno en Siria durante 18 meses, hasta que huyó al Líbano con el resto de sus hijos. “Cuando vine aquí conseguí lo que quería, en el sentido de tener a todos mis hijos juntos”, afirmó. Espera que el regreso a Siria no suponga comprometer la seguridad o la unidad de la familia.

Talal, de 25 años, y su hijo Ahmed, de 3, observan a algunos de sus pájaros domésticos en el exterior de la casa inconclusa en la que viven, en Zouq Bhannine (norte del Líbano)  © ACNUR/UNHCR/Andrew McConnell

Regresar y cuándo hacerlo es la cuestión a la que se enfrentan millones de refugiados sirios en la región. La seguridad es un factor crucial, pero no es el único. Para mucha gente, la respuesta también pasa por cuestiones sobre vivienda, asuntos legales -como documentos perdidos y escrituras de propiedad-, disponibilidad de medios para ganarse la vida y acceso a atención sanitaria y escuelas.

Mientras tanto, el pequeño Abdulhay tiene algo más en mente. Ve a otros niños con sus padres y echa de menos al suyo, un hombre al que apenas recuerda.

“Siempre pregunta por el taxi amarillo de su padre, y si podrá ser suyo cuando crezca” dice Rana “Yo le digo, ‘Es tuyo, Abdulhay, está esperándote’”.