Siete personas refugiadas hacen la diferencia en tiempos de COVID-19

Al producir jabón, atender a los enfermos y hacer compras para los vulnerables, estas personas refugiadas provenientes de todo el mundo están tomando medidas para combatir el nuevo coronavirus.

Desde trabajadores de la salud hasta educadores, emisoras y voluntarios, muchos refugiados están encontrando formas de participar en la lucha contra la pandemia de coronavirus y el cuidado de los que enferman.
© ACNUR

Durante casi dos meses, Carmen Parra ha estado trabajando en turnos de 12 y 24 horas como parte de un equipo de ambulancias en Perú que visita a pacientes sospechosos de COVID-19 en sus hogares y transporta a los enfermos críticos al hospital.


A pesar de que algunas veces pasa días sin ver a sus tres hijos, a quienes deja al cuidado de un amigo cercano, ella está orgullosa de haber sido seleccionada para formar parte del equipo de respuesta de COVID-19.

“Estoy feliz de trabajar, de apoyar a las personas que lo necesitan, de poner en práctica mis competencias”, dice Carmen, una viuda de 35 años que trabajó como médica en Venezuela antes de solicitar asilo en Perú en 2017.

Pasó los siguientes dos años trabajando como mesera y asistente de ventas, y luego como recepcionista en una clínica de radiografía antes de que el ACNUR y una ONG local la ayudaran a validar sus credenciales médicas en Perú. Regresó a la clínica de radiografía a principios de este año, pero esta vez como médica.

Cuando la clínica cerró poco después debido a la pandemia, Carmen solicitó unirse a la respuesta de COVID-19 de Perú como parte del equipo de ambulancia.

Este Día Mundial del Refugiado, Carmen no es la única refugiada que lucha en la primera línea de la pandemia del nuevo coronavirus. Desde trabajadores de la salud hasta educadores, desde locutores y voluntarios, muchas personas refugiadas están encontrando formas de participar, incluso cuando enfrentan la misma pérdida de trabajo, educación y contacto directo con familiares y amigos con la que tanta gente alrededor del mundo ha tenido que lidiar en los últimos meses.

“Necesitamos jabón ahora más que nunca”.

La contribución de Midia Said Sido es hacer jabón para que sus hijos y otras personas refugiadas sirias que viven en su comunidad en el sur del Líbano puedan lavarse las manos regularmente y reducir la propagación del virus.

“Necesitamos jabón ahora más que nunca”, señala.

En Alepo, Midia solía ver a sus padres hervir ingredientes para hacer el famoso jabón de laurel de la región. Mediante un curso ofrecido por ACNUR en Líbano, aprendió a usar un proceso en frío para hacer jabón en casa. Cuando se le preguntó si le gustaría contribuir a los esfuerzos de prevención del coronavirus produciendo jabón médico, rápidamente aceptó y se unió a una sesión de capacitación en línea.

"Es algo bueno para mí y también puede beneficiar a otras personas", dice ella. “Me gustaría enseñar a otras mujeres cómo hacerlo”.

  • La doctora venezolana Carmen Parra vive actualmente en Perú, donde atiende a pacientes con sospecha de infecciones con COVID-19.
    La doctora venezolana Carmen Parra vive actualmente en Perú, donde atiende a pacientes con sospecha de infecciones con COVID-19.  © Cortesía de Carmen Parra
  • Después de completar un curso virtual sobre cómo hacer jabón, Midia Said Sido, refugiada siria, ha estado hacienda jabón en su casa para sus hijos y otras personas refugiadas en su comunidad al sur del Líbano.
    Después de completar un curso virtual sobre cómo hacer jabón, Midia Said Sido, refugiada siria, ha estado hacienda jabón en su casa para sus hijos y otras personas refugiadas en su comunidad al sur del Líbano. © ACNUR/Houssam Hariri
  • Si bien las escuelas se cerraron en el campamento de refugiados de Za'atari en Jordania, Sidra Median Al-Ghothani, una refugiada siria de 14 años, ha estado ayudando a su hermano menor y a los hijos de su vecino a estudiar en casa.
    Si bien las escuelas se cerraron en el campamento de refugiados de Za'atari en Jordania, Sidra Median Al-Ghothani, una refugiada siria de 14 años, ha estado ayudando a su hermano menor y a los hijos de su vecino a estudiar en casa.  © ACNUR / Shawkat Al-Harfoosh
  • El ex refugiado sirio Heval Kelli es becario de cardiología en un gran hospital en Atlanta, Georgia. También ha sido voluntario en un sitio de pruebas de manejo COVID-19.
    El ex refugiado sirio Heval Kelli es becario de cardiología en un gran hospital en Atlanta, Georgia. También ha sido voluntario en un sitio de pruebas de manejo COVID-19.  © ACNUR / Heval Kelli
  • Con las iglesias cerradas en el campamento de refugiados de Kakuma en Kenia, Djuba Alois, un pastor de 75 años, está usando su bicicleta para predicar a su rebaño y compartir información sobre COVID-19.
    Con las iglesias cerradas en el campamento de refugiados de Kakuma en Kenia, Djuba Alois, un pastor de 75 años, está usando su bicicleta para predicar a su rebaño y compartir información sobre COVID-19.  © ACNUR / Samuel Otenio
  • Shadi Shhadeh hace compras en un supermercado en Ginebra, Suiza. Con otros voluntarios refugiados sirios, entrega alimentos y suministros a personas vulnerables que se están protegiendo del coronavirus.
    Shadi Shhadeh hace compras en un supermercado en Ginebra, Suiza. Con otros voluntarios refugiados sirios, entrega alimentos y suministros a personas vulnerables que se están protegiendo del coronavirus. © ACNUR/Elisabet Díaz Sanmartin
  • Narjis Al-Zaidi, ex refugiada iraquí y presentadora de radio de veinte años, comparte información sobre COVID-19 con sus oyentes en Wellington, Nueva Zelanda.
    Narjis Al-Zaidi, ex refugiada iraquí y presentadora de radio de veinte años, comparte información sobre COVID-19 con sus oyentes en Wellington, Nueva Zelanda.  © ACNUR / Kodrean Eashae

Sidra Median Al-Ghothani, de 14 años, una refugiada siria que vive en el campamento de refugiados Za'atari de Jordania, muestra que la edad no es una barrera para participar en la respuesta a la pandemia. Una aspirante a maestra que cree que la educación “construye la personalidad humana”, no quería ver a su hermano menor y a los hijos de su vecino quedarse atrás cuando las escuelas en el campamento cerraron debido al coronavirus.

“Las y los estudiantes tuvieron que estudiar usando aplicaciones de aprendizaje electrónico o educación televisada”, explica. "Pero muchos estudiantes necesitan ayuda con estos métodos de educación, y sus padres no pudieron apoyarles, así que me ofrecí para enseñar a los hijos e hijas de mis vecinos”.

El mayor desafío, agrega Sidra, ha sido persuadir pacientemente a sus jóvenes alumnos para que hagan su trabajo escolar en lugar de ver dibujos animados.

Heval Kelli sabe la importancia de la educación. Llegó a la ciudad sureña estadounidense de Clarkston, Georgia, en 2001 como un refugiado sirio de 18 años y se matriculó en la Universidad Estatal de Georgia 10 meses después. Casi 20 años después, es becario de cardiología en un gran hospital de Atlanta y ha cofundado varias organizaciones sin fines de lucro enfocadas en guiar a la próxima generación de médicos de comunidades de personas migrantes y refugiadas. Recientemente, también ha encontrado el tiempo para trabajar como médico voluntario en un sitio de pruebas de manejo de COVID-19, y para brindar educación en línea a miembros de la comunidad kurda acerca del virus.

“Necesitamos que las personas refugiadas sean parte de la lucha, porque con nuestra capacidad de resiliencia y por lo que hemos pasado, podríamos ser un brazo de apoyo para muchos de los países que nos aceptan”, dijo Heval al Secretario General de la ONU, António Guterres durante una video llamada reciente (disponible en inglés) que fue ampliamente compartida en las redes sociales.

“Creo que la solidaridad es una responsabilidad humana”.

Shadi Shhadeh, un refugiado sirio que vive en Ginebra, Suiza, también cree que la experiencia de los refugiados de sobrevivir al peligro y la incertidumbre los coloca en una buena posición para comprender la necesidad de trabajar juntos durante la pandemia actual.

“Creo que la solidaridad es una responsabilidad humana” dice. “Como refugiado, comprendo lo que significa una crisis”.

En marzo, cuando el Gobierno suizo emitió la recomendación de que las personas adultas mayores y las personas con afecciones preexistentes deberían quedarse en casa, Shadi y su esposa, Regula, se dieron cuenta de que muchas personas necesitarían ayuda. Shadi organizó rápidamente a sus amigas y amigos sirios en Ginebra y Lausana para colocar volantes en los vestíbulos de los edificios de apartamentos y supermercados que ofrecían hacer compras o hacer mandados para aquellos que no podían salir. En cuestión de semanas, las y los voluntarios, la mayoría de ellos personas refugiadas sirias, estaban haciendo las compras para unas 200 personas.

Djuba Alois, un refugiado de 75 años de la República Democrática del Congo, dice que hay dos tipos de personas refugiadas en Kakuma, el campamento de refugiados donde él vive en Kenia: las que están informadas sobre el nuevo coronavirus y las que no. Djuba se fijó la misión de educar a las personas desinformadas. Como pastor, él está acostumbrado a compartir información desde un púlpito, pero con las iglesias cerradas durante el confinamiento de COVID-19, ha rediseñado su bicicleta para cumplir una función similar. Con un póster dibujado a mano pegado en la parte delantera de la bicicleta y un micrófono montado en el manubrio, pedalea por el campamento instando a las personas a lavarse las manos.

“Yo voy a sensibilizar a las personas todos los días para que se mantengan protegidas del coronavirus,” dice.

Sensibilizar a las personas refugiadas dispersas por Wellington, la capital de Nueva Zelanda, requiere un enfoque diferente. Narjis Al-Zaidi, una ex refugiada iraquí de veinte años de edad, es una estudiante universitaria y presentadora de un programa de radio llamado “Voz de Aroha” (disponible en inglés), que tiene como objetivo crear una plataforma inclusiva para que personas refugiadas y no refugiadas compartan sus puntos de vista y experiencias.

Ella y sus copresentadores comenzaron a hablar sobre COVID-19 con sus oyentes y a compartir información con ellos a través de las redes sociales, cuando se dieron cuenta de que las recomendaciones oficiales no estaban disponibles de inmediato en idiomas como el árabe, el amárico, el farsi y el español, o no eran accesibles a aquellas personas sin conocimiento digital.

“Venir de un entorno de refugiados puede generar un sentimiento de aislamiento por sí mismo", dice Narjis. “Queríamos mantener informados a nuestros oyentes porque ha sido una situación abrumadora con la que todos hemos tenido que lidiar y la mayoría de las molestias provenían de la incertidumbre de [no saber] lo que sucedería después y cómo nos afectaría”.

Narjis, Pastor Alois, Shadi, Dr. Kelli, Sidra, Midia y Carmen aparecen todos en un video que ACNUR ha producido para conmemorar el Día Mundial del Refugiado el 20 de junio. La narración del video fue realizada por el actor sudafricano y embajador de buena voluntad del ACNUR, Nomzamo Mbata.

“Es más vital que nunca que nos unamos con las personas refugiadas y demostremos cómo [ellas] están haciendo frente y contribuyendo en la lucha contra este virus”, comentó. “Todos pueden hacer la diferencia. Todos cuentan”.

En su mensaje en el Día Mundial del Refugiado, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, rindió homenaje a las personas refugiadas que han estado contribuyendo en la lucha contra la COVID-19, a pesar de sus propias condiciones a menudo precarias.

 “A medida que luchamos contra la COVID-19, me inspiro en la capacidad de resiliencia que las personas refugiadas han mostrado... y su determinación para mejorar sus propias vidas y las de los demás”, dijo.

Escrito por Kristy Siegfried, con cobertura informativa de Regina De La Portilla en Lima, Warda Al-Jawahiry en Beirut, Moh’d Taher en Za’atari y Samuel Otieno Odhiambo en Kakuma.