Cuentacuentos alegran las vidas de niñas y niños refugiados durante el confinamiento por coronavirus
Voluntarios en España comparten cuentos de buenas noches con los más pequeños en centros de acogida para refugiados vía WhatsApp, en un proyecto apoyado por ACNUR
Manuel, 22, graba historias en su casa de Madrid. Las historias se comparten con personal de ACNUR y se envían a niños y niñas refugiados confinados con sus familias durante la pandemia del COVID-19.
© Cortesía de Manuel Imizco
La vida bajo confinamiento por COVID-19 es dura para cualquiera, pero para Rosalina, una solicitante de asilo de Venezuela, es especialmente difícil. Ella y sus tres hijos de 14, 12 y 8 años viven ahora en su habitación de un centro de acogida en Madrid, donde le cuesta mantenerlos ocupados y entretenidos.
“No es fácil mantener a los niños confinados en una habitación, pero ellos saben que es para proteger su salud y la de otros” dice Rosalina de 35 años
Pero todas las tardes, llega un regalo que le facilita su vida. Recibe por WhatsApp un mensaje con una historia para sus hijos.
Hay personas voluntarias que leen historias o cuentos de hadas y los envían a ACNUR. El equipo de la Agencia de la ONU para los Refugiados, a su vez se lo remite a los trabajadores de los centros, que los comparten con los padres y sus hijos.
Hasta hora, se han compartido más de 100 historias bajo este proyecto que empezó en marzo. Personas desde 5 a 87 años, están participando y algunas incluso envían vídeos grabados con trucos de magia, papiroflexia, versos, canciones o actuaciones de payasos.
La idea vino de los trabajadores del centro de acogida de Vallecas. Ellos se lo comentaron a ACNUR, se extendió la voz de unos a otros y la iniciativa fue creciendo espontáneamente con un número cada vez mayor de personas contribuyendo.
“Estas historias son como amigos invisibles para mis hijos”
La iniciativa es especialmente bienvenida por Rosalina, porque la biblioteca, la sala de informática y de televisión están temporalmente cerradas para preservar el distanciamiento social durante la crisis en este centro gestionado por el Ministerio de Inclusión, Migraciones y Servicios Sociales.
“La gente que graba estas historias son como amigos invisibles para mis hijos. Leemos una historia cada noche y les ayuda a conciliar el sueño” dice Rosalina.
Manuel tiene 22 años y lee historias como voluntario del proyecto. Vive en Madrid y ha estudiado comercio, aunque lo que más le gusta es la interpretación y el teatro. Cuando se enteró de la iniciativa a través de un amigo en ACNUR, se quiso apuntar.
Sonia tiene 10 años y también lee historias. Elige de su estantería sus cuentos favoritos y los graba con la ayuda de sus padres. Ella ha movilizado a sus tíos, compañeros del cole y vecinos para que se sumen.
“Yo no sé cuáles les pueden gustar más a los niños y niñas porque no los conozco, pero estoy contenta de pensar que les hace ilusión”
Estas historias son algo más que un pasatiempo. Están ayudando también a los niños de distintas nacionalidades a conocer la cultura española y aprender el idioma. También refuerzan unos lazos de solidaridad que pueden durar años.
“Cuando pase esta situación, quizá algún día podamos conocerlos en persona y agradecerles la consideración que han tenido con nosotros”, añade Rosalina.