Alta afluencia de refugiados rohinyá afecta recursos de campamentos en Bangladesh
Miles de rohinyá que huyen de la violencia en Myanmar están llegando al campamento de Kutupalong, en Bangladesh, donde ya escasean los recursos para atender a la población refugiada.
CAMPAMENTO DE REFUGIADOS DE KUTUPALONG, Bangladesh – Juteka, de 30 años, al ver su aldea en llamas y a su familia desperdigada, caminó durante nueve días con su hija Janathana, de 6 años de edad, antes de encontrarse a salvo en este campamento de refugiados en Bangladesh.
"Sólo Dios sabe lo que haré después", dice Juleka, sosteniendo una bolsa, el único objeto que recuperó de su casa. "Tengo parientes cercanos en el campamento, pero no sé dónde. Trataré de encontrarlos, después de organizar algún refugio".
Juleka tiene suerte. Un trabajador del ACNUR le dice que la ayudará a encontrar a sus familiares. En este antiguo campamento, él la guía a una escuela que ha sido acondicionada como albergue temporal para 117 rohinyá recién llegados.
Kutupalong es el destino para muchos de los hombres, mujeres y niños que huyeron de Myanmar para salvar sus vidas. Cansados, sin recursos, hambrientos y frecuentemente enfermos, han llegado de a miles al campamento y a sus alrededores.
"Sólo Dios sabe lo que haré después."
Aproximadamente 389.000 rohinyás, una minoría musulmana apátrida en Myanmar, huyeron desde el último estallido de violencia en el norte del estado de Rakhine, el 25 de agosto. Llegaron a pie o en barco, y necesitan urgentemente albergue, comida y atención médica, lo que está empujando al límite la capacidad de acogida de Bangladesh.
En las últimas dos semanas, la Agencia de la ONU para los Refugiados y sus socios en Kutupalong, como Acción Contra el Hambre (ACF), de Francia, y el Centro de Desarrollo Comunitario (Community Development Centre), una ONG de Bangladesh, han entrado en acción.
En un edificio en la calle principal, a unos 3.000 residentes vulnerables de Kutupalong – tanto recién llegados como de larga data – se les proporciona una comida caliente al día, gracias a un proyecto conjunto de ACF y ACNUR.
En otro lugar, un hombre con una chaqueta del ACNUR anuncia a través de un altavoz que se ha encontrado a un niño de cuatro años y que sus padres deben acercarse al niño asustado tan pronto como puedan.
Kutupalong es uno de los dos campamentos de refugiados administrados por el Gobierno en el área de Cox's Bazar en el sur de Bangladesh, el otro es el Campamento de Refugiados de Nayapara. Ambos campamentos tienen una población total de unos 77.000 refugiados, aunque esa cifra crece día a día.
En respuesta a la crisis, el ACNUR ha vaciado sus depósitos en Bangladesh para ayudar a los refugiados rohinyá recién llegados. La distribución de más ayuda de ACNUR – enviada por vía aérea a principios de esta semana – está actualmente en marcha.
Hosna Ara Begum, de 30 años, trabaja con el ACNUR desde abril de 2016 y ha visto de primera mano cómo los miles de recién llegados están poniendo a prueba la infraestructura del campamento.
"Cuando uno es testigo directo de la situación, a través de tus propios ojos y no a través de los medios de comunicación o la televisión, ahí es cuando te das cuenta de cómo es realmente la situación aquí", dice Hosna.
"Vienen y buscan nuestro apoyo . . . Todos son vulnerables, pero en este momento no podemos ayudar a todo el mundo", dice, señalando que las actividades normales del campamento, como la educación, han sido suspendidas temporalmente mientras los recién llegados están durmiendo en escuelas y otros edificios comunales.
"Todos son vulnerables, pero en este momento no podemos ayudar a todo el mundo."
Mientras Hosna realiza sus tareas diarias alrededor de Kutupalong, la desesperación de los recién llegados y de los familiares que han tenido que acomodarlos es palpable. En los callejones fangosos de las casas construidas durante los años noventa, una mujer embarazada se acerca a ella para pedir ayuda.
El personal del ACNUR en el campamento se ha acostumbrado a realizar rápidamente evaluaciones de las necesidades de los refugiados. Después de una breve discusión, la mujer, que luce amarillenta y descuidada, recibe una ficha que podrá canjear en las cocinas comunitarias gestionadas por los refugiados y que funcionan con el apoyo del ACNUR en muchos de los bloques del campamento.
Estas cocinas, que preparan comidas en las canchas de fútbol o en los patios de las casas, se han convertido en un salvavidas para muchos. Proporcionan dos comidas al día y cada una alimenta a más de 600 persona por turno.
En privado, muchos trabajadores humanitarios se preocupan por la presión en la vida familiar que genera esta enorme afluencia desde agosto. Algunos dicen que han visto un aumento en el abuso doméstico, mientras que en el centro médico de atención primaria del ACNUR, la falta de recursos es visible.
Hubaib, de 12 años, de Maungdaw, en Myanmar, se sienta balanceando las piernas en una de las camas. "Le dispararon en la espalda", explica su madre, "su padre fue baleado y asesinado". Cuando llegó a Kutupalong, fue remitido al hospital público en Cox's Bazar. "Era demasiado complicado tratarlo aquí", dice.
Hay gente por todas partes en Kutupalong, en cada callejón. Las casas que hace tres semanas eran el hogar de diez personas ahora están recibiendo 20 o 30. El flujo no se detiene.
Sayedullah, de 30 años, ha estado caminando durante 15 días desde que huyó de su ciudad natal en Myanmar. Tiene apenas 100 metros más hasta llegar a su destino. Lleva una camiseta gris, con el lema 'Preserva la humanidad', mientras su pequeño hijo trota delante de él vistiendo un uniforme de fútbol. El objetivo de Sayedullah es encontrar un cupo en uno de los albergues de ACNUR en el interior del campamento.
"Me quedaré allí unos pocos días", dice, "luego, tendré que encontrar un alojamiento". No está claro dónde o si va a encontrar un lugar para albergar a su familia.
Tu apoyo se necesita con urgencia para ayudar a los niños, mujeres y hombres que huyen a Bangladesh. Por favor, dona ahora.
Por Jacob Judah desde el Campamento de Kutupalong, Bangladesh
Gracias al Voluntario en Línea Ignacio Mogni por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.