Solos y lejos de su hogar, los menores no acompañados afrontan inseguridad en una isla griega
Niños y niñas solicitantes de asilo que se han visto separados de sus padres alegan afrontar malas condiciones y amenazas de violencia en un centro de recepción en la isla griega de Lesbos.
Solicitantes de asilo afganos sentados en una roca desde la que divisan el centro de recepción de Moria, en la isla de Lesbos.
© ACNUR / UNHCR/Gordon Welters
Zemar* solo tenía 15 años cuando el mes pasado llegó al centro de recepción de Moria, en la isla griega de Lesbos, procedente de Afganistán. Había sobrevivido a una serie de experiencias traumáticas y acababa de separarse de sus padres, y necesitaba calma. Pero no la encontró.
En su primera noche, unos ladrones le robaron la bolsa. Esta pérdida agravó su sensación de soledad.
“Se lo llevaron todo”, dice. “No tenía a nadie con quien hablar”.
Algunas noches después, tres hombres lo atacaron. Se despertó, se enfrentó a ellos y logró escapar, dirigiéndose a una patrulla de policía en el acceso principal de Moria. Cuenta que pasó la noche en la acera. Aunque allí estaba seguro, no era capaz de explicar a los agentes lo que había sucedido porque no había intérpretes.
Las condiciones han empeorado en el centro de recepción de Moria para solicitantes de asilo, que en la actualidad alberga a 12.800 personas en contenedores y tiendas dentro del centro y en un olivar adyacente: quintuplica el número de personas para el que fue diseñado. Casi 1.000 niños y niñas, la mayoría adolescentes, viven en Moria sin sus padres ni parientes. La mitad se aloja en cuatro secciones protegidas identificadas con las letras A a D y en una Zona Segura, pero el resto duerme en una gran carpa estilo pabellón conocida como Rubb Hall, que también acoge a solicitantes de asilo adultos.
Los Estados europeos deben redoblar sus esfuerzos para proteger a las niñas y niños refugiados y migrantes que no solo han soportado viajes difíciles y peligrosos, sino que también continúan afrontando riesgos y penalidades una vez llegan a Europa, desde alojamientos peligrosos hasta ser registrados erróneamente como adultos o la falta de una atención adecuada, señaló ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados en un informe el lunes.
En las islas griegas del Egeo, más de 1.600 menores no acompañados se alojan en centros de recepción gestionados por el gobierno como Moria.
En el centro de Vathy, en la isla de Samos, más de una docena de niñas no acompañadas se turnan para dormir en un pequeño contenedor, mientras que otros menores duermen sobre los techos de los contenedores. Los menores no acompañados pueden vivir en condiciones inseguras durante meses a la espera de recibir la autorización para ser transferidos a albergues, situación que les afecta física y mentalmente.
“¿Mamá? ¿Papá? ¿Dónde estáis?”
“Me siento inútil… estoy muy estresado. Estoy perdiendo la memoria. Cada vez que me voy a dormir, tengo pesadillas. Lo único que quiero es volver a ver a mi familia”, dice Zemar.
El número de menores solicitantes de asilo que han llegado sin sus padres a Grecia ha aumentado hasta superar los 4.600, la cifra más alta desde 2016. Solo uno de cada cuatro se encuentran en albergues apropiados para su edad y más de 1.000 se han convertido en personas sin hogar o viven en viviendas informales como inmuebles ocupados.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha intensificado su llamamiento a Grecia para que proteja a los menores no acompañados. ACNUR ha apelado a los Estados europeos para que hagan una prioridad de abrir centros para la reubicación y acelerar la transferencia de menores que puedan unirse a familiares.
“La situación en Moria es crítica y los riesgos para menores no acompañados son muy elevados”, dice Philippe Leclerc, representante de ACNUR en Grecia. “El Gobierno griego, con el apoyo fundamental de los países europeos, debe adoptar medidas urgentes para garantizar la protección de estos niños y niñas”.
Zemar huyó de Afganistán con su familia después de que los talibanes mataran a su hermano mayor por colaborar con las autoridades del país. Se vio separado de sus padres en una playa turca cuando unos traficantes los hicieron embarcar en medio de la noche junto a otras cincuenta personas en una lancha rumbo a Lesbos. Algunos no consiguieron subir suficientemente rápido a la barca y los dejaron atrás.
“¿Mamá? ¿Papá? ¿Dónde estáis?”, Zemar dice que gritó en la oscuridad sin obtener respuesta.
La mañana después de que Zemar fuera atacado mientras dormía, las autoridades, con la ayuda de METAdrasi, organización socia de ACNUR, le encontraron una plaza en una de las secciones protegidas para menores no acompañados. La Sección A, en la que se alojan 150 chicos de Afganistán y de Siria.
“La Sección A es mejor, pero los chicos se enfadan”, dice Zemar. “A veces hay peleas. Si me ven, me acosan. La otra noche hubo una pelea con cuchillos y uno de los chicos resultó herido”, dice.
Es habitual que haya escenas de tensión. En agosto, un chico afgano apuñaló a otro durante una pelea en la Zona Segura y lo mató.
Zemar espera poder contactar pronto con sus padres. Al contrario que Qasim*, que perdió el contacto con sus padres cuando huyó del Estado Islámico después de que ocuparan su ciudad natal de Deir ez-Zor, en Siria.
Qasim, a quien las autoridades trasladaron también a la Sección A, tiene 14 años y está agotado de su odisea y de la estancia en Moria.
“Lo único que quiero es descansar, sentirme seguro y volver a la escuela”, dice Qasim, que ya ha presentado una solicitud para reunirse con su hermano, que vive en Alemania. Ha perdido años de estudios y quiere desesperadamente volver a verse en un aula con niños como él. “En Siria solo pude ir a la escuela durante tres años. Era una buena escuela, pero la bombardearon y no pudimos volver”, dice.
A pesar de los problemas, Qasim y Zemar dicen que se sienten afortunados de encontrarse en una de las zonas del centro relativamente protegidas para menores no acompañados, en vez de estar en el pabellón Rubb Hall o en las calles.
“Los países europeos son superpotencias. Deberían hacer algo con Moria”, dice Zemar.
* Los nombres se han modificado por motivos de protección.