Solicitante de asilo en Grecia denuncia la violencia que alteró por completo su vida

De camino a casa a la vuelta del trabajo, una mujer en Camerún fue atacada y violada por un grupo de desconocidos. Ahora solicita asilo en Grecia y alza la voz para ayudar a otras personas.

Virginie Laure, una solicitante de asilo que huyó de Camerún, se protege de la lluvia ante el Centro de Recepción e Identificación de Moria, en la isla griega de Lesbos.  © ACNUR/Achilleas Zavallis
© ACNUR/Achilleas Zavallis

La pesadilla que forzó a Virginie Laure a huir de Camerún ocurrió al final de un día cualquiera de este año. Cuando fue a trabajar esa mañana como peluquera en un mercado cercano no tenía ni idea de que su mundo estaba a punto de desmoronarse.


De camino a casa, seis hombres se le acercaron en la calle y le pidieron dinero. Cuando vieron que no llevaba nada, la dejaron inconsciente de un golpe.

“Cuando me desperté me dijeron que iban a hacer algo que nunca había visto”, nos contó Virginie, de 39 años. “Me maltrataron, uno tras otro”.

Había oído decir que las violaciones eran cada vez más comunes en su ciudad natal al sur de su país, pero nada pudo prepararla para la conmoción que sufrió.

Los hombres la amenazaron con ir a por ella si se lo decía a alguien. Impávida, acudió a la policía. Pero los hombres siguieron en libertad y comprendió que tenía que huir o de lo contrario corría el riesgo de enfrentarse a nuevos episodios de violencia.

“Ya no me sentía segura en Camerún”, nos dijo. “Muchas mujeres en mi país han sufrido violencia”.

La violencia sexual o de género es un fenómeno global. Mujeres y niñas se llevan la peor parte, pero hombres y niños son víctimas también. El miedo a las represalias puede hacer que las víctimas no se atrevan a denunciar los hechos, y a menudo sus experiencias son puestas en duda o desestimadas.

Virginie huyó de Camerún y llegó hasta la isla griega de Lesbos en septiembre a bordo de un bote inflable. Allí solicitó asilo, pero sus problemas están aún muy lejos de acabar. Ahora vive en Moria, un centro de recepción e identificación masificado que hay en la isla.

Las condiciones son insalubres y la seguridad y la intimidad escasean. Incluso el acceso a atención médica es limitado. En la actualidad residen en Moria unas 16.000 personas, siete veces más que su capacidad prevista. Abundan las denuncias por acoso y ataques sexuales.

“Cuando estoy sola en la calle me invade el pánico”

Virginie se encuentra en una sección con mayor seguridad, donde comparte un pequeño contenedor residencial con 17 mujeres solteras procedentes de Somalia, Afganistán y la República Democrática del Congo. Muchas han sido víctimas de violencia sexual en el hogar o en el viaje hasta Grecia, y viven con el miedo a padecer nuevos ataques. Virginie evita salir de la zona segura.

“Aquí las mujeres tienen que tener cuidado para evitar el peligro”, nos comentó. “Cuando estoy sola en la calle me invade el pánico. Cuando la gente se pone agresiva y hay peleas, me invade la misma sensación que aquel día”.

Virginie Laure, una solicitante de asilo que huyó de Camerún, se protege de la lluvia ante el Centro de Recepción e Identificación de Moria, en la isla griega de Lesbos.   © ACNUR/Achilleas Zavallis

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha exigido en repetidas ocasiones la mejora de las condiciones de vida y la solución a la masificación de Moria y de los demás centros de recepción en las islas griegas del mar Egeo, al tiempo que sigue prestando apoyo al gobierno en su respuesta para los refugiados.

En el mes de noviembre, el Gobierno griego anunció medidas para mitigar la situación, entre ellas el compromiso de transferir a 20.000 personas a centros con mejores condiciones en el continente.

“Para las supervivientes como Virginie es una prioridad trasladarse a un lugar (en el continente) donde se sientan seguras” y puedan acceder a una gama más amplia de servicios, nos explicó Elina Karagiorgi, que trabaja para ACNUR y presta apoyo a los supervivientes de agresiones sexuales que hay en la isla.

“Hablar es bueno porque es liberador”

La organización benéfica griega Diotima colabora estrechamente con ACNUR para ayudar a que las supervivientes conozcan sus derechos y tengan acceso a servicios médicos y jurídicos. Pero a menudo las víctimas son reacias a denunciar, por lo que el mayor obstáculo para esta tarea puede ser de entrada identificarlas.

“Existe un tremendo estigma en torno a la violencia sexual en general, pero sobre todo en torno a la violación”, nos contó Adamantia Lambouka, psicóloga de Diotima. “Pero las supervivientes están empezando a darse a conocer. De algún modo, lo consiguen superar”.

Este mes, Diotima y ACNUR se han unido a una serie de actores internacionales para conmemorar “16 días de activismo contra la violencia de género”. Esta campaña anual mundial, que termina el 10 de diciembre, pretende promover la eliminación de la violencia contra las mujeres y las niñas.

A menudo el primer paso hacia el cambio consiste en concientizar sobre el problema, y eso comienza con una superviviente que cuenta una historia. Mientras espera en Moria, Virginie comparte con esmero su historia y alza la voz.

“Tenemos que hacer frente a este problema… Las mujeres necesitan justicia”, dijo.

“A cualquiera que tenga miedo de hablar, le diría que hablar es bueno porque es liberador”, dijo.