Escuela abandonada revive como centro de juego para niñas y niños sirios

Una escuela abandonada en el sur del Líbano se ha convertido en un alegre santuario de verano para niñas y niños refugiados sirios desfavorecidos.

El proyecto de escuela de verano "Fratelli" ofrece a más de 800 menores refugiados la oportunidad de jugar y preparar la vuelta a las clases.
© ACNUR/Houssam Hariri

Tras haber permanecido vacíos y en silencio desde su ocupación y posterior abandono durante la guerra civil libanesa, los pasillos de esta gran escuela junto al mar en las cercanías de la ciudad de Sidón, vuelven a llenarse de alegre conmoción gracias a la presencia de cientos de niñas y niños refugiados sirios entusiasmados.


Están aquí para asistir a la escuela de verano gracias a una iniciativa de los hermanos Maristas y de La Salle, dos instituciones católicas que promueven la educación. Conocido como el “proyecto Fratelli”, ofrece actividades y enseñanza a unos 1.000 menores durante las vacaciones de verano y de invierno.

“Venir a esta escuela nos hace muy felices. En vez de pasarnos todo el verano metidos en casa, aquí jugamos y hacemos nuevos amigos”, explica Musa, refugiada siria de nueve años. Muchos de los menores que asisten a las clases viven en asentamientos informales para personas refugiadas en los alrededores y el resto del año no están matriculados en ningún tipo de educación formal.

El proyecto fue lanzado en 2016 por el hermano Miquel Cubeles, un marista de Barcelona, y el hermano Andrés Porras Gutiérrez, hermano de La Salle procedente de México. Encontraron la inspiración para esta idea en un mensaje del Papa Francisco que invitaba a ir más allá de las fronteras para “llegar a todo el mundo, en especial a quienes viven en la periferia de la existencia”.

“Venir a esta escuela nos hace felices”.

Miquel y Andrés llegaron a el Líbano en 2015 para conocer en primera persona la situación de refugiados. Al año siguiente visitaron albergues que acogían a personas refugiadas sirias en Sidón y conocieron esta antigua escuela marista abandonada en la cercana ciudad de Rmeileh. Con financiación procedente de Europa, se rehabilitó la escuela y se devolvió a la vida como parte del proyecto Fratelli.

Los hermanos pretenden promover un espíritu familiar en todos sus proyectos y programas educativos, por lo que salieron al encuentro de padres y madres refugiados y los animaron a enviar a sus hijos e hijas al centro. El proyecto contó con el apoyo del Ministerio de Educación del Líbano, y en solo tres años los programas de verano e invierno que organiza el centro han experimentado un enorme crecimiento.

“Cuando comenzamos oficialmente solo teníamos 60 menores. Ahora tenemos unos 1.000 estudiantes”, dice Reem Bazzan, coordinadora de programa en el proyecto Fratelli.

El centro trabaja en dos turnos. El primero comienza a las 8.30 a.m y el segundo, al mediodía. Autobuses escolares pasan a buscar a los menores y los vuelven a llevar a casa. Además de proporcionar una distracción entretenida, el proyecto también ofrece la posibilidad de una vía de regreso a la educación formal.

“Si no fuera por esta escuela… estaríamos todo el día sentados en casa”.

“Tratamos de enseñarles en el centro hasta que el Ministerio de Educación sea capaz de integrarlos en escuelas formales. Así que en vez de que pasen el tiempo en casa o en las calles los traemos aquí y, cuando llega el momento, los mandamos a las escuelas formales”, explica Bazzan.

En el Líbano viven actualmente 924.000 personas refugiadas sirias, de las que unas 488.000 son niños y niñas en edad escolar (entre 3 y 18 años). Gracias a los recientes esfuerzos del gobierno libanés y de actores humanitarios, el número de menores refugiados matriculados en la educación básica obligatoria ha crecido hasta el 58%, aunque una gran cantidad se sigue quedando fuera de la escuela.

Muchos de los niños y niñas más mayores han experimentado el conflicto en Siria, mientras que muchos otros viven en condiciones difíciles en el Líbano con independencia de su edad, con acceso limitado al tipo de actividades e instalaciones que están disponibles en la escuela. Para ellos, este centro ofrece un importante respiro.

“Fratelli es lo más bonito que nos ha pasado en la vida”, dice la refugiada siria Aya. “Si no fuera por esta escuela no podríamos estudiar ni jugar. Nos pasaríamos el día en casa”, añade Shahd, de 10 años y natural de Damasco.

La organización sin ánimo de lucro diseña el programa para que se adapte a las necesidades de los menores, promoviendo el desarrollo personal y social y la inclusión educativa. Además de deporte y manualidades, las asignaturas incluyen educación básica en inglés y árabe, computación y competencias para la vida, así como actividades de apoyo psicosocial.

Sin embargo, la preferida por los pequeños es un espectáculo diario llamado “Ticko y Ticka”.

“Cada día el show de Ticko y Ticka viaja a un país nuevo para resolver un problema” explica Aya, refugiada siria de 9 años. La representación corre a cargo de Bazzan y otros voluntarios, que se valen de una máquina del tiempo para desplazarse a otros períodos de la historia.