Con la anhelada nacionalidad, se acerca la posibilidad de estudiar medicina para un joven kirguís
Asistir a la universidad parecía un sueño imposible para Nazir, un joven de 21 años nacido apátrida en Kirguistán. Ahora, por fin puede estudiar medicina.
Nazir, de 21 años, puede por fin hacer realidad su sueño de convertirse en médico.
© ACNUR/Chris de Bode
A la sombra de su pequeña casa cuadrada de ladrillos de arcilla, Sanabar Khatamova tararea suavemente mientras repasa el contenido de una carpeta.
En su interior se encuentran algunos de los documentos más importantes de su hijo: diplomas escolares y una fotografía del día de su graduación.
“Mírelo”, dice con orgullo la madre de 46 años. “Desde niño supe que era especial. Tenía tanto interés en la educación”.
Han sido necesarios más de tres meses para demostrar la nacionalidad de Nazir con ayuda del contenido de esta carpeta. Ahora, el joven de 21 años se prepara para recibir un documento nuevo y aún más valioso: uno que por fin le permitirá hacer realidad su sueño de convertirse en médico.
“Tenía tanto interés en la educación”
Nazir nació en casa, en el seno de la comunidad Lyuli de Kirguistán, un grupo que en su día fue nómada y que se mantiene al margen de la sociedad.
Al igual que muchas otras madres aquí, Sanabar no sabía que tenía que inscribir a su hijo.
“No sabía que tenía que llamar a un médico”, explica la madre de cuatro hijos. “Ninguna de mis vecinas lo hizo tampoco. Si lo hubiera sabido claro que lo habría hecho”.
Los padres de Nazir lo animaron a asistir a la escuela de la pequeña comunidad, donde destacó en las aulas y en las pistas de atletismo.
Pakhridin Maganov, profesor de educación física, todavía recuerda a su brillante alumno.
“¡Claro que me acuerdo de Nazir!”, exclama el hombre de 57 años en su despacho con las paredes cubiertas de medallas y de fotografías descoloridas de antiguos campeones. “Era mi mejor alumno. Tenía mucha ambición y unos padres muy buenos”.
Con ayuda de su profesor, Nazir aprendió a administrar primeros auxilios y aplicar vendajes durante las clases de deporte en la escuela.
Pero su esperanza de emprender una carrera médica se esfumó cuando cumplió 16 años. Sin certificado de nacimiento ni tarjeta de identidad, no había forma de acceder a la universidad.
“Quería que mis hijos tuvieran una educación”
Durante cinco años su sueño se esfumó, convertido en una melancólica fantasía de lo que pudo haber sido.
“Me encantaba la medicina, pero sin documentos era como si yo no existiese”, dice Nazir. “No podía encontrar un trabajo digno. No podía votar. No podía ir a la universidad. Ni siquiera podía ir a conocer a mi abuelo, que vive en Uzbekistán”.
Sin sus propios documentos, Sanabar veía impotente cómo su hijo se esforzaba por llegar a fin de mes construyendo casas con ladrillos de arcilla.
“Yo no estudié y quería que mis hijos tuvieran una educación”, dice con pena. “Los documentos pasaron a ser lo más importante”.
Entonces, a principios de este año, encontraron ayuda de la mano de una organización llamada Abogados Sin Fronteras del Valle de Ferganá (FVLWB, por sus siglas en inglés).
Con ayuda de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, FVLWB lleva desde 2007 trabajando para hacer frente a la apatridia en Kirguistán. Desde 2014 comenzaron a ponerse en contacto con comunidades aisladas como la de Nazir a través de clínicas legales móviles desde las que prestaban asesoramiento gratuito. Recientemente ayudaron al país centroasiático a conseguir un hito histórico: erradicar la apatridia.
La apatridia afecta a millones de personas en todo el mundo, a las que niega el acceso a derechos básicos como atención sanitaria, educación y empleo.
Los abogados ayudaron a Sanabar a tramitar el papeleo necesario y a demostrar su nacionalidad y la de sus hijos en los tribunales.
Por fin los cuatro están en trámites para recibir la nacionalidad, también Nazir.
“No habríamos sido capaces de hacerlo sin la ayuda de los abogados, por un problema de dinero”, dice Sanabar. “Cuando una persona no tiene documentos no se siente un verdadero miembro de la sociedad. Ahora mis hijos están muy felices, y yo también”.
A Nazir le cuesta creer que su sueño se vaya a hacer realidad.
“Lo más importante para mí es llegar a la universidad”, dice con una sonrisa. “Cuando consiga mi pasaporte y me adentre en el campus me sentiré como en una nube”.
Si desea saber cómo puede marcar una diferencia en las vidas de personas como Nazir, únase a nuestra Campaña #IBelong para acabar con la apatridia.