Refugiados nigerianos luchan con las secuelas de los ataques de Boko Haram
ACNUR pide urgente apoyo para más de 35.000 personas que huyeron de la escalada de los ataques de las milicias, y que ahora enfrentan graves necesidades en la desértica región del norte de Camerún.
Refugiados nigerianos llegan a la ciudad de Goura, Camerún.
© ACNUR/Xavier Bourgois
Cuando los militantes de Boko Haram atacaron su ciudad natal, Mariam, una madre nigeriana en sus últimas semanas de embarazo, dejó todo y corrió para salvar su vida.
Cuatro días después de haber llegado a esta ciudad desértica al otro lado de la frontera en el vecino Camerún, ella dio a luz en una débil tienda dentro de un campamento de refugiados improvisado. Ahora se pregunta cómo podrá hacerse cargo de su bebé.
“Es muy difícil tener un bebé acá. Estoy asustada”, dijo ella. “Vinimos con nada. Necesitamos leche y un albergue apropiado. Mi bebé crecerá aquí. No tenemos otra opción”.
Miriam es parte de los 35.000 hombres, mujeres, niños y niñas que han huido de los crecientes ataques de Boko Haram en Rann y sus alrededores, en el intranquilo estado de Borno en Nigeria. Muchos se dirigen a Goura en el distrito Makary de Camerún.
Cuando se desataron los disparos, la adulta mayor, Fanne Gambo comenzó a correr y no miró hacia atrás mientras sus vecinos caían a su alrededor.
“Podíamos escuchar los disparos detrás de nosotros... vi cadáveres que yacían por todo lado, personas siendo asesinadas”.
“Podíamos escuchar los disparos detrás de nosotros”, dice ella poco después de llegar a este asentamiento en el desierto. “Realmente no vi lo que estaba sucediendo, solo vi cadáveres que yacían por todo lado, personas siendo asesinadas”.
La violencia ha continuado en el noreste de Nigeria desde que estalló la insurgencia de Boko Haram en 2009, lo que ha obligado a más de 2,5 millones de personas a abandonar sus hogares en la Cuenca del Lago Chad en una búsqueda desesperada de seguridad.
A medida que avanza la insurgencia, miles de personas han sido desplazadas varias veces dentro de Nigeria, mientras que otras miles, como Blama Tchama, han buscado seguridad al otro lado de la frontera en numerosas ocasiones.
“Hemos estado en Camerún siete veces y cada vez nos envían de vuelta a Nigeria. Pero esta vez, estamos aquí para quedarnos... No hay seguridad de dónde venimos”, se lamenta.
Su huida más reciente se produjo después del retiro del Grupo Especial Conjunto Multinacional, que vino para asegurar la ciudad después un ataque el 14 de enero. El retiro dejó a los residentes frente a militantes, armados con rifles y lanzacohetes.
“Trataron de defenderse por sí mismos. Pero, ¿cómo podrían ellos, con sus arcos y flechas anticuados contra combatientes fuertemente armados?”, Pregunta Blama.
El Grupo Especial, que incluye fuerzas de Camerún, Chad, Nigeria, Níger y Benín, apunta a contrarrestar a Boko Haram y evitar que otros grupos insurgentes ganen terreno en la región del Lago Chad.
“En este entorno remoto y desértico, las necesidades son tremendamente grandes”.
La gran mayoría de los recién llegados huyeron durante un solo fin de semana, del 26 al 27 de enero, cruzando en masa el río El-Beid, algunos con unas pocas pertenencias guardadas en carretas de burros, otros cargándolas sobre sus cabezas.
“En este entorno remoto y desértico, las necesidades son tremendamente grandes”, dice Geert Van de Casteele, Representante asistente en Camerún para ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, que viajó a Goura para reunirse con los recién llegados y evaluar sus necesidades.
“Se trata de brindar salud, alimentos, agua y asistencia médica, y de encontrar rápidamente recursos para construir albergues temporales en una región caracterizada por condiciones climáticas particularmente difíciles”, agrega.
Junto con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y otros socios, ACNUR lanzó un llamamiento por 135 millones de dólares para ayudar a los cientos de miles de personas desplazadas por el empeoramiento de la insurgencia por Boko Haram en la región de la Cuenca del Lago Chad.
Se necesitan medidas urgentes para apoyar a la pequeña nación de África occidental, que ya alberga a 400.000 refugiados, incluidos unos 135.000 nigerianos.
“Aquí las personas nos dejan claro que no quieren volver con Rann, que ha sido atacado al menos cuatro veces desde septiembre de 2018”, dice Van de Casteele. "Ya no se sienten seguros, y hoy nos toca ofrecerles la protección a la que tienen derecho”, agrega. El mes pasado, ACNUR expresó su preocupación ante los informes sobre los retornos forzados de varios miles de refugiados desde Camerún al estado de Borno, afectado por la violencia.
Amma Zarama Hamat, madre de cuatro hijos, perdió a su hijo primogénito debido a la violencia de Boko Haram hace dos años, y ha vivido en medio de la violencia durante los últimos ocho años. Ella es parte de quienes creen que nunca estarán a salvo en el norte de Nigeria.
“Ellos vienen regularmente a tomar todo lo que tenemos. Ellos toman nuestra comida, toman todo lo que tenemos, y se van”, dice ella. “Nunca podré volver allí. Apenas escapé con vida. Perdí a mi hijo primogénito. Ahora estoy aquí y no puedo irme. Moriré aquí en Camerún”.
“Nunca podré volver allí. Apenas escapé con vida”.
Gaelle Massack, oficial de Relaciones Externas de ACNUR en Camerún, espera y ora para que se satisfagan las necesidades de todos los refugiados, en todos los sectores.
“Después de haber presenciado tanto sufrimiento, y después de ver la esperanza de la que están tan desesperadamente aferrados, solo pensamos en una cosa: verlos valerse por sí mismos otra vez, y tener una vida mejor, mejor que la que dejaron en Nigeria”.