“Yo no sabía leer, y mis padres no podían enseñarme porque son analfabetos. Ahora yo puedo enseñarle a mis padres y a mis hermanas y hermanos menores. Mis padres están muy orgullosos, estoy muy feliz de poder leer. Ahora finalmente puedo soñar con mi futuro”.
Khadija, refugiada sudanesa
A nivel mundial, el 91% de los niños asisten a la escuela primaria. En el caso de los refugiados, la cifra es mucho menor, con sólo el 61%, y menos de 50% en los países de ingresos bajos. Aun así, hay progreso que informar. La proporción de refugiados en la escuela primaria en 2016 aumentó considerablemente respecto del año anterior (del 50%), en parte gracias a las medidas adoptadas por los vecinos de Siria de matricular más niños refugiados en la escuela y otros programas educativos, así como el aumento de la matrícula en los países europeos y la mejora en las condiciones para ampliar su capacidad.
Sin embargo, a medida que los niños refugiados crecen, los obstáculos aumentan: sólo el 23% de los adolescentes refugiados están matriculados en la escuela secundaria, en comparación con el 84% en todo el mundo. En los países de bajos ingresos, que albergan el 28% de los refugiados del mundo, el número de niños en la enseñanza secundaria es alarmantemente bajo, con apenas un 9%.
En cuanto a la educación terciaria -el crisol en el que se forjan los líderes de mañana- el panorama es igualmente sombrío. En todo el mundo, la matricula en educación terciaria se sitúa en el 36 por ciento, un aumento de 2 puntos porcentuales con respecto al año anterior. Para los refugiados, a pesar de las grandes mejoras en el número total gracias a la inversión en becas y otros programas, el porcentaje sigue estancado en el 1 por ciento.
Hace un año, políticos, diplomáticos, funcionarios y activistas de todo el mundo se reunieron para forjar un camino para abordar la difícil situación de los refugiados del mundo. El resultado fue la Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes, firmada por 193 países, que enfatizó la educación como un elemento crítico de la respuesta internacional. Además, la ambición del Objetivo 4 del Desarrollo Sostenible -una de las 17 metas mundiales encaminadas a poner fin a la pobreza, proteger el planeta y promover la prosperidad para todos- es lograr una educación inclusiva y de calidad para todos y promover el aprendizaje a lo largo de toda la vida.
A pesar del abrumador apoyo que recibió la Declaración de Nueva York y el Objetivo 4, los refugiados siguen estando en peligro real de quedar rezagados en cuanto a su educación. En este informe, en ACNUR instamos a la comunidad internacional a que combine sus palabras con la acción.
Declaramos que la educación debe ser parte integral de la respuesta de emergencia a una crisis de refugiados. Puede proporcionar un ambiente protector y estable para un joven cuando todo a su alrededor parece haber caído en caos. La educación da habilidades que salvan vidas, promueve la resiliencia y la autosuficiencia y ayuda a satisfacer las necesidades psicológicas y sociales de los niños afectados por el conflicto. La educación no es un lujo, es una necesidad básica.
Al mismo tiempo, la educación es un servicio social que requiere una planificación e inversión a largo plazo. La educación de un niño no debe ser restringida en el momento en que surge una nueva emergencia en otra parte y la respuesta de emergencia continúa. El ACNUR pide una inversión sostenida y previsible, y un enfoque holístico para apoyar los sistemas educativos en los países de acogida de refugiados. Esto necesita beneficiar tanto a los refugiados como a sus comunidades de acogida, la mayoría de las cuales están ubicados en países de ingresos bajos y medianos que luchan con infraestructura inadecuada y escasez de capacidad.
Para cuadrar este círculo de respuesta de emergencia y necesidad a largo plazo, debemos asegurar que los niños y jóvenes refugiados sean incluidos en los sistemas educativos nacionales. Los refugiados, como todos los jóvenes del mundo, merecen una educación de valor: seguir un currículo acreditado y tomar exámenes que lleven a la siguiente fase de su escolarización. El ACNUR ha aprendido de décadas en el terreno que los sistemas paralelos son sustitutos pobres, y que de hecho resultan contraproducentes, dando como resultado un aprendizaje no acreditado que impide que los niños progresen. Algunos países han adoptado este principio de inclusión de refugiados a pesar de sus limitados recursos; otros todavía no lo han hecho, tal vez porque necesitan más apoyo. Este es un esfuerzo compartido con responsabilidad compartida.
Por último, no debemos olvidar a los que asumen el liderazgo en las aulas, a menudo superpobladas y con pocos recursos. Tal vez tenía un maestro que realmente hizo una diferencia en sus días de escuela, incluso en su vida. Tal vez abrió sus ojos a algo por primera vez, o dijo una palabra de aliento en el momento adecuado, o pronunció algunas verdades ásperas cuando eran más necesarias. Los maestros que aparecen en este informe caminan día tras día hacia las aulas más difíciles del mundo para ayudar a los refugiados a construir su propio futuro. Los maestros merecen nuestro apoyo incondicional, merecen pago adecuado, los materiales adecuados en cantidades suficientes y la asistencia de expertos.
Si observa, lee y escucha las historias personales en este informe, no quedará ninguna duda sobre el deseo de los refugiados de aprender y así determinar su propio futuro. También verá cómo los obstáculos a una educación se acumulan a medida que un niño crece y trata de conservar un lugar en el aula. La brecha entre los refugiados y sus pares no refugiados es enorme, y se está haciendo cada vez mayor.
La educación de los refugiados es una responsabilidad compartida. Comprometerse a su inversión y apoyo cosechará abundantes recompensas. El año pasado, con la Declaración de Nueva York, no menos de 193 países hicieron una promesa a los refugiados del mundo. Ahora es el momento de cumplir esas promesas.