Un empresario canadiense invierte millones en refugiados sirios
Jim Estill explica por qué se ha unido con líderes de la comunidad para ayudar a reasentar y emplear a refugiados en Guelph, Ontario.
Jim Estill, en el centro junto a empleados sirios en la sede de su empresa.
© ACNUR/Annie Sakkab
Jim Estill puede que haya ayudado a reasentar a 58 familias refugiadas en la ciudad canadiense de Guelph, pero insiste en que no ha hecho nada destacable. En lugar de ello, el empresario se deshace en elogios a las personas con las que trabaja. "Solo soy muy bueno estrechando manos", dice, sonriendo.
Estill, un emprendedor de toda la vida y ahora CEO de una compañía de electrodomésticos, decidió hace 18 meses patrocinar a refugiados sirios que huyen de la guerra en su hogar. Tras hacer los cálculos, estimó que podría ayudar a traer a más de 200 sirios a Guelph.
No era poca cosa, teniendo en cuenta que el coste era de 1,5 millones de dólares canadienses. Pero dice que los efectos en cascada de la guerra, junto con el temor de que no estaba haciendo lo suficiente para ayudar durante una crisis humanitaria, lo impulsaron a actuar.
"Lo hice porque creo en hacer lo correcto"
A medida que Estill comenzó a poner en práctica sus planes de reasentamiento, el centro islámico local rápidamente se convirtió en un estrecho aliado. A pesar de un ajustado horario cuidando a tres hijos en casa, Sara Sayyed fue una de las voluntarias que echó una mano. Sus habilidades organizacionales pronto llevaron a Estill a convertirla en la 'directora de directores' para el naciente grupo de voluntarios. En poco tiempo, estaba dirigiendo a 800 voluntarios. "Definitivamente es un trabajo a tiempo completo", dice.
Conjuntamente, Estill y Sayyed se dieron cuenta de que muchos refugiados que llegan a Canadá, después de años anhelando un trabajo y un ingreso regular, necesitan aprender inglés antes de aventurarse en el mundo laboral.
"Clases de inglés o trabajar. Nos preguntamos: ¿cómo podemos hacer ambas cosas?"
La pareja decidió ver qué pasaría si se apelaba a la vena emprendedora. El resultado fue un programa casero, "Empieza en Canadá", una manera para que los refugiados ganaran una nómina constante en el almacén de Estill y aprendieran inglés en el trabajo al mismo tiempo.
Estill ha formado a los recién llegados, intentando colocarlos lo más cerca posible de su campo profesional, con el valor añadido de la inmersión en un ambiente lingüísticamente rico. Muchos trabajaban en el almacén, en el área de embalaje, pero algunos encontraron trabajo en contabilidad o en sistemas informáticos.
"No estás tratando de crear dependencia", dice Estill. "Estás tratando de convertir a la gente en independiente. La independencia es ser capaz de pagarte tu propio camino. Pagar tu propio alquiler, comprar tus propios alimentos . . . eso es el éxito."
Los refugiados se han sumergido cautelosamente en los ruidos y el lenguaje de la planta del almacén, aprendiendo a tener cuidado con las carretillas elevadoras y a usar la maquinaria.
"Me prometí a mismo y a mi familia que íbamos a hacer todo lo posible, y que tal vez alguien nos ayudaría", dice Ahmad de sus primeros días en Guelph. Pronto, tenía un trabajo a tiempo completo. "Cuando empecé a trabajar, todo el mundo me conocía, no era un extraño. Sabían mi nombre. Y enseguida, nos hicimos como hermanos aquí. Trabajamos y nos reímos juntos".
Parte del éxito del programa es la ubicación. Para aquellos que huyen del caos de la guerra, Guelph es un paraíso -- una ciudad tranquila, a menudo clasificada como uno de los mejores lugares de Canadá para vivir. Tiene bajos índices de criminalidad, un clima templado y, lo que es más importante, una de las tasas de desempleo más bajas del país. Las empresas tienen hambre de nuevos talentos y los refugiados llenan un hueco del mercado. Estill fue capaz de utilizar sus contactos en los negocios para lograr acuerdos con otras empresas y que contrataran a trabajadores sirios -- por cada traductor provisto, las empresas locales contratarían a cuatro empleados.
Cuando llegaron los sirios, la comunidad se reunió y el espacio pronto quedó abordado por donaciones. "Se donaron tantas cosas a la mezquita que pronto hubo riesgo de incendio", dice Sayyed. "Llegaron bolsas y más bolsas".
"Las iglesias, la mezquita, la sinagoga y el templo Sikh, todos los grupos han colaborado."
La fe no supuso una barrera. "Nuestra comunidad ha estrechado lazos gracias a esto", cuenta Estill. "He ido a las iglesias, la mezquita, la sinagoga y el templo Sikh . . . Cada grupo ha colaborado".
Incluso después de reasentar a 48 de las 58 familias planificadas, las donaciones continúan. Los voluntarios sortean pilas de colchones que van del suelo al techo, sillas, utensilios de cocina y ropa. Las botas de invierno sin estrenar se apilan en cajas. Pero Estill sigue evitando los focos, sólo acepta entrevistas con grandes medios, con la esperanza de que otros puedan ayudar.
Firas al Mohammed, un recién llegado a Guelph, nunca olvidará la ayuda de Estill, que le cambió la vida. "Me recogió de la incertidumbre" cuenta, "me guió hacia un futuro limpio y una vida estable."