Contra todo pronóstico, una pareja ucraniana que vive con VIH logra construir una vida familiar estable

Obligados a huir de sus hogares en Luhansk, Gesha y Anna Gvozd han superado las preocupaciones de su salud, y han creado un ambiente de felicidad para sus tres hijos en Kiev.

Un estudiante camina de la escuela a su casa en la comunidad La Era en Tegucigalpa, Honduras.
© ACNUR/Anastasia Vlasova

Gesha y Anna Gvozd pensaron que estaban preparados para cualquier cosa. VIH positivo, un hijo con discapacidad, ellos tuvieron que luchar por años para mantener su salud y construir una vida feliz con sus tres hijos.


Pero cuando el conflicto irrumpió en su ciudad natal de Luhansk en 2014, su frágil mundo cayó, y supieron que tenían que encontrar un lugar seguro para vivir.

"Empezamos a sentir miedo por nuestros hijos", dijo Anna, de 33 años. "No teníamos dinero, no teníamos ningún ahorro. Y por nuestras preocupaciones, siempre estábamos nerviosos, lo que por supuesto afectó nuestro estado de salud".

La principal preocupación para Gesha, que es músico, y Anna, que es secretaria, era el bienestar de sus tres hijos: Gleb, de 12 años, Ivan de 8 e Igor de 7. Sin embargo, quien más les preocupaba era Igor, quien en sordo y autista.

"Empezamos a sentir miedo por nuestros hijos. No teníamos dinero, no teníamos ahorros"

"Entendíamos que teníamos que meter a nuestros hijos en la escuela", dijo Gesha de 41 años, quien fue diagnosticado VIH positivo en 1997. "Pero especialmente estábamos preocupados por nuestro hijo menor, porque él necesita atención especial".

La pareja también comprendió la importancia de cuidar su propia salud. Gesha contrajo VIH cuando era drogodependiente, hace casi 20 años, y Anna fue diagnosticada durante su segundo embarazo. Ellos sabían que cambiar o detener su tratamiento podría dañar su sistema inmune y aumentar el riesgo de infección.

A pesar de que Ucrania tiene uno de los índices de VIH más altos en Europa, la discriminación está muy generalizada. Obtener una atención médica apropiada en Luhansk ya era lo suficientemente difícil. Ahora como desplazados internos, y con el estigma agregado del VIH, la familia no tenía idea de a dónde ir.

  • Anna, Igor y Gesha Gvozd caminan a su casa rentada en Kiev.
    Anna, Igor y Gesha Gvozd caminan a su casa rentada en Kiev. © ACNUR/Anastasia Vlasova
  • Igor imita a su padre tocando la guitarra en su hogar en Kiev.
    Igor imita a su padre tocando la guitarra en su hogar en Kiev. © ACNUR/Anastasia Vlasova
  • Anna y Gesha Gvozd tienen que tomar su medicación para VIH dos veces al día.
    Anna y Gesha Gvozd tienen que tomar su medicación para VIH dos veces al día. © ACNUR/Anastasia Vlasova
  • Igor (izquierda) llega a la escuela con su madre para recoger a Ivan (derecha).
    Igor (izquierda) llega a la escuela con su madre para recoger a Ivan (derecha). © ACNUR/Anastasia Vlasova
  • Anna y Gesha cantan juntos mientras su hijo menor, Igor, juega en el columpio en el parque de juegos cerca de su apartamento.
    Anna y Gesha cantan juntos mientras su hijo menor, Igor, juega en el columpio en el parque de juegos cerca de su apartamento. © ACNUR/Anastasia Vlasova
  • Igor ruge de alegría en el columpio mientras su padre, Gesha, lo mira.
    Igor ruge de alegría en el columpio mientras su padre, Gesha, lo mira. © ACNUR/Anastasia Vlasova

Durante meses, ellos vivieron con amigos en las ciudades de Lviv y Kyiv, y en un punto, inclusive se hospedaron en un hotel sin calefacción. Ellos apenas lograban vivir. Gesha, que canta y toca la guitarra, gana algo de dinero con sus actuaciones, y la pareja compra equipo fotográfico en un mercado de pulgas y lo vende en línea.

Sin embargo, encontrar un apartamento en Kiev, donde Igor podría recibir la atención que necesita, parecía imposible. Ellos tan solo podían costear $116 dólares mensuales, lo que podría pagar un apartamento de una habitación.

"Después, cuando las personas sabían que teníamos tres hijos nos decían que no", dijo Anna. "Yo lloraba".

"Nos preocupábamos especialmente por el menor, porque él necesita atención especial"

Ahora, gracias a amigos, grupos de iglesias y periodistas locales, la familia vive en un pequeño apartamento en Kiev. Los niños finalmente regresaron a la escuela, inclusive Igor, quien está aprendiendo lenguaje de señas junto a su madre.

Sus padres también están más aliviados, sabiendo que pueden continuar con sus tratamientos y mantenerse saludables. Para su gran alivio, pudieron registrarse como desplazados internos y se les entregó un documento que les certifica su condición, lo que les da acceso a atención médica.

El conflicto en el este de Ucrania ha desplazado a más de dos millones de personas, tanto dentro de Ucrania como fuera del país. Cerca de 500.000 personas huyeron de los combates, uno de cada cuatro de los residentes de la región de Luhansk, muchos de ellos se fueron para Rusia y otros se quedaron dentro de Ucrania.

Se cree que el conflicto es uno de los principales factores que contribuye con el aumento en las infecciones de VIH. En 2014, cerca del 30 por ciento de los nuevos casos se registraron en las regiones de Donetsk y Luhansk, de acuerdo con el Banco Mundial.

En 2014, ACNUR implementó un proyecto para personas desplazadas con necesidades específicas en la región de Luhansk. Los socios de ACNUR han brindado apoyo a casi 500 personas con VIH y en riesgo de contraer VIH, en zonas no controladas por el Gobierno, y las llamadas "zonas grises" para acceder a servicios médicos, beneficios sociales y de empleo en su nuevo lugar de residencia. El proyecto también realizó una serie de eventos en los hospitales, escuelas y universidades en la región de Luhansk para reducir el estigma contra las personas con VIH y aumentar su conocimiento sobre dónde y cómo pueden conseguir ayuda.

  • Igor está feliz de ver a sus padres, que lo vienen a recoger de la escuela.
    Igor está feliz de ver a sus padres, que lo vienen a recoger de la escuela. © ACNUR/Anastasia Vlasova
  • Anna y su hijo Igor toman el autobús para ir a su casa.
    Anna y su hijo Igor toman el autobús para ir a su casa. © ACNUR/Anastasia Vlasova
  • Gesha habla con su hijo Ivan, quien asiste a una competencia de baile.
    Gesha habla con su hijo Ivan, quien asiste a una competencia de baile. © ACNUR/Anastasia Vlasova
  • Igor espera a su hermano, quien asiste a clases de baile después de la escuela.
    Igor espera a su hermano, quien asiste a clases de baile después de la escuela. © ACNUR/Anastasia Vlasova
  • Igor está feliz de ver a su padre, Gesha, quien recién llega a la casa.
    Igor está feliz de ver a su padre, Gesha, quien recién llega a la casa. © ACNUR/Anastasia Vlasova
  • Anna, Gesha e Igor hacen una presentación en casa. Igor nació sordo y con autismo, y ahora aprende lenguaje de señas junto a su madre.
    Anna, Gesha e Igor hacen una presentación en casa. Igor nació sordo y con autismo, y ahora aprende lenguaje de señas junto a su madre. © ACNUR/Anastasia Vlasova

Para Gesha y Anna, nada puede aliviar la tristeza de dejar sus hogares y a sus seres queridos. Los padres de Anna, que aún viven en Luhansk, son parte de las personas que se quedaron a pesar de los bombardeos y a menudo sienten cómo su casa se sacude su casa, mientras se albergan en su sótano.

Ahora, miles de personas en la región de Luhansk necesitan urgente ayuda, y la situación de la seguridad continúa siendo volátil.

En Kyiv, Gesha y Anna encuentran la fortaleza en la cercanía de su relación, a pesar de las constantes luchas contra los pronósticos.

"Inclusive si peleamos o discutimos, terminamos nuestras discusiones y los niños aprenden de eso", dijo Anna, mientras tomaba el dedo de Gesha. "Podemos conversar mucho, pero cuando solo nos ven, eso es mejor que hablar".

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