Las personas refugiadas y migrantes centroamericanas llegan a Ciudad de México
Los niños, las niñas, las mujeres embarazadas, las personas de la comunidad LGBTI y los adultos mayores son parte de los identificados por ACNUR como personas en necesidad de protección internacional.
CIUDAD DE MÉXICO - Mientras caminaban a casa desde el trabajo en Honduras, miembros de pandillas callejeras acorralaron a Antonio*, de 68 años, y su joven sobrino, exigiendo un impuesto de extorsión. Incapaces de pagar, los pandilleros les dispararon y mataron al sobrino de Antonio frente de sus ojos.
Antonio recolectó algunas de sus pertenencias y se unió al grupo de personas refugiadas y migrantes que camina y pide aventón para llegar al Norte a través de México en busca de seguridad. La caminata no es fácil para una persona mayor como Antonio. Tuvo que dormir a la intemperie, expuesto a las bajas temperaturas, y se enfermó en el camino.
“Este camino no es una alfombra roja, sino una alfombra llena de espinas”, dice, cubriéndose la cabeza con una bufanda gruesa de color marrón. “Estoy viejo y enfermo. Tengo ampollas”, añade.
Se encuentra entre más de 4.700 personas refugiadas y migrantes en una llamada “caravana humana” que ha llegado a Ciudad de México después de 26 días de camino. Se les ha proporcionado un lugar para dormir y descansar en el estadio Jesús Martínez “Palillo”, en el Este de la capital mexicana.
Se instalaron tres enormes carpas de plástico blanco para alojar a los hombres, mujeres, niños y niñas exhaustos por la agotadora caminata. El césped del estadio ahora está cubierto de mantas y mochilas. La ropa seca se cuelga en las cercas y las tribunas son ahora literas.
Impulsados por la desesperación, la violencia, la persecución, las amenazas de muerte, el abuso sexual, y la falta de comida y trabajo, unas 500 personas salieron a pie de San Pedro Sula, Honduras, el 12 de octubre. Mientras la procesión se dirigía hacia el Norte, cruzando Guatemala y luego ingresando al Sur de México, miles de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños se unieron a la caravana, que en un momento dado contó con más de 7.000 personas.
“Me amenazaban todo el tiempo: en la calle, en las tiendas, en todas partes”
Los aproximadamente 1.600 kilómetros entre San Pedro Sula y la Ciudad de México han afectado a quienes van en la caravana, que en varios puntos se ha fragmentado en grupos más pequeños. Las personas caminan durante horas bajo el sol, a menudo en sandalias, cargando niños, arrastrando cochecitos, y a menudo con muy poco para beber o comer.
Posada en los escalones de hormigón del estadio, abrazando a su bebé de un año, Mitzy* intenta recuperarse del agotador viaje. Luis, su bebé, cayó enfermo por deshidratación y ha sido hospitalizado dos veces. “Bajo el sol, la piel se quema y dan fuertes dolores de cabeza", explica.
El punto de inflexión que llevó a Mitzy a huir de Honduras con toda su familia, incluyendo a su esposo y sus tres hijos, se produjo cuando una pandilla callejera exigió que su hija de 14 años se convirtiera en la novia de uno de sus miembros. Si no obedecían, matarían a Mitzy.
“Me amenazaban todo el tiempo: en la calle, en las tiendas, en todas partes”, dice Mitzy. “Conocían todos nuestros movimientos, nuestro horario de trabajo, sabían cuándo íbamos a la iglesia”.
Su esposo, Miguel, un obrero de la construcción, también fue extorsionado por la pandilla, que le exigió el llamado “impuesto de guerra”. Sin embargo, al ganar solo 8 dólares al día, le fue imposible cumplir con las demandas de la pandilla.
“Muchas veces caminaba por la calle, volvía del trabajo y esta gente mala me detenía, me quitaba la ropa y me dejaba completamente desnudo”, explica.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ha apoyado en los últimos años a un número creciente de personas del Norte de Centroamérica que busca asilo en México. En las últimas semanas, ACNUR ha tenido que aumentar su respuesta para enfrentar el aumento en el número de personas que huyen de la violencia en sus países de origen y que buscan protección aquí.
“Cuando caminaba por la calle, me tiraban basura”
“La cantidad de personas es mucho mayor de lo que el sistema de asilo y los albergues existentes pueden atender, por lo que hemos tenido que aumentar rápidamente la capacidad de respuesta, incluso para abordar los riesgos para las familias, los niños no acompañados y otras personas en riesgo”, explica Mark Manly, Representante de ACNUR en México.
Con el apoyo de ACNUR, el Gobierno de México ha registrado más de 3.264 solicitudes de asilo hasta el momento. La Agencia de la ONU para los Refugiados y las ONG socias tienen un equipo de extensión en el estadio de Palillo para identificar a las personas que desean presentar una solicitud de asilo en Ciudad de México, y así poder brindarles asesoramiento legal.
Quienes presentan sus solicitudes son referidos a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), y son trasladados a albergues en la extensa capital mexicana, donde hay servicios especializados disponibles, que incluyen asesoramiento y apoyo para la integración.
En respuesta a una solicitud del Gobierno mexicano, ACNUR ha duplicado el tamaño de su equipo en Tapachula, en el estado sureño de Chiapas, frontera con Guatemala, a más de 45 empleados, incluidos especialistas en albergues de emergencia y registro. El personal y los socios de asistencia legal han brindado información sobre el acceso al sistema de asilo mexicano a más de 4.000 personas en varias caravanas humanas adicionales que se dirigen al Norte por la frontera.
Para reforzar la capacidad de procesar las solicitudes de asilo, ACNUR ha proporcionado a la COMAR 25 empleados adicionales. También está trabajando con la protección civil y las autoridades municipales para aumentar la capacidad de alojamiento, agregando más de 400 camas adicionales solo en Tapachula. Los equipos de protección están disponibles en los albergues para atender las necesidades de las familias, los niños no acompañados y otras personas que corren un riesgo específico, incluidas las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersex, conocidas colectivamente como LGBTI.
Al ser una mujer trans, Lili, de 22 años, no se sentía segura en Honduras, donde fue excluida de su comunidad y contantemente era víctima de intimidación.
“Cuando caminaba por la calle, me tiraban basura”, dice ella. “Es por eso que hui de mi país. Quiero un futuro mejor, tener un trabajo y poder ayudar a mi familia en Honduras”.
“La cantidad de personas es mucho mayor de lo que el sistema de asilo y los albergues existentes pueden atender”
Se unió a la "caravana" porque sentía que era una forma más segura de viajar. Mientras se detiene para descansar en el estadio, dice que está considerando solicitar asilo en México. “He pensado en pedir apoyo, porque vine sola. Realmente necesito pedir protección”.
México ha sido muy acogedor, dice Lili. Las personas les han ofrecido comida, ropa, agua potable. “No he sido discriminada en absoluto”, dice ella. “Me siento más libre aquí que en mi propio país”.
Nancy* se encuentre entre las personas más vulnerables durante el viaje de una semana en busca de seguridad. Ella tiene ocho meses de embarazo. Acostada sobre un delgado colchón en el piso de una de las grandes tiendas, abraza a su hijo de tres años contra su barriga sobresaliente.
Nancy tiene otra hija en Honduras, que tiene seis años. La niña está con su abuela. “No quería que ella faltara a la escuela”, dice ella. Están tratando de llegar a los Estados Unidos, donde vive su hermano.
“Algunas partes del viaje fueron muy difíciles para mí”, dice Nancy. “Cargar a mi bebé a temperaturas tan altas durante el día, y después pasar frío por la noche”.
La cantidad de personas refugiadas y migrantes centroamericanas que llegan a Ciudad de México crece cada día. Otras dos “caravanas” más pequeñas de El Salvador y Guatemala, con unas 3.000 personas en total, ingresaron recientemente por la frontera Sur de México y se dirigen a la capital.
*Los nombres fueron cambiados por razones de protección.