Una familia siria vuelve a casa, en una ciudad destrozada por la guerra
Después de ocho años de conflicto, algunos sirios están lentamente empezando a retornar a las zonas que consideran seguras. Para muchos de ellos, el retorno es difícil y solo representa el comienzo de una serie de nuevos desafíos.
Zahida y sus hijas son refugiadas sirias que decidieron volver a su casa, en la ciudad de Souran.
© ACNUR/Houssam Hariri
SOURAN, Siria – La vida como refugiada nunca fue fácil para Zahida, de 35 años, quien tuvo que criar a 5 hijos sola, desde que su marido desapareció, a los pocos años de haber empezado la guerra en Siria. En el Líbano, comentó, había pocos empleos y los alquileres eran altos. Sin embargo, volver a casa le trajo otros problemas.
“El nivel de destrucción era indescriptible, tanto que al principio no reconocí a mi ciudad”, contó. Su casa de dos pisos era un cúmulo de escombros, y aunque unos parientes les dieron posada, en sus habitaciones faltaban las puertas y las ventanas. “No había agua ni luz”, añadió. “Nos pareció haber regresado a la edad de la piedra, pero poco a poco mejoramos las cosas”.
“No había agua ni luz. Nos pareció haber regresado a la edad de la piedra”.
El pasado miércoles Zahida compartió la historia de su familia con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, quien visitó Siria esta semana para evaluar las enormes necesidades humanitarias a las que se enfrenta la gente en el país.
“La decisión de retornar es difícil, y debemos respetar que no todos los refugiados y no todas las personas desplazadas [internas] tomarán esa decisión rápidamente”, dijo Grandi. “Pero a las personas que toman esa decisión y retornan aquí voluntariamente, debemos proporcionarles ayuda, al menos para sus necesidades básicas y su reintegración inicial en la comunidad”.
Aquí en Souran, a una docena de kilómetros al norte de Hama, en el oeste de Siria, el Alto Comisionado compartió con varias familias que retornaron voluntariamente después de haber sido desplazadas, a menudo varias veces, durante meses o años. También se reunió con un grupo de mujeres recién formado, visitó una escuela primaria que reabrió en octubre y una panadería que abrió en enero, todo con el apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios.
Antes del conflicto, en Souran vivían unas 47.000 personas, en su mayoría agricultores, comerciantes y trabajadores. Cuando los grupos armados invadieron la ciudad en agosto de 2016, se vació de la noche a la mañana. Algunos residentes buscaron refugio en Turquía o en el Líbano; el resto huyó a la cercana ciudad de Hama o a otras partes de Siria.
Abdelkarim es uno de los que se fueron a Hama, donde, le comentó a Grandi, los frecuentes aumentos de los alquileres le obligaron a él y su familia a trasladarse de un lugar a otro durante más de un año. Al regresar a Souran, encontró su casa llena de escombros y despojada de cualquier cosa de valor. “No había puertas, ni grifos”, dijo. “Hasta los clavos se llevaron”.
Mientras las ratas e los insectos no dejaban dormir a su familia por la noche, Abdelkarim se puso a trabajar en la rehabilitación de la casa. Levantó nuevos muros interiores y, con el apoyo de ACNUR, instaló puertas y ventanas que proporcionan mayor seguridad.
En total, unas 33.000 personas retornaron a Souran, principalmente las que habían huido a zonas cercanas dentro de Siria. Al menos un tercio de los antiguos residentes de la ciudad sigue viviendo en otros lugares.
“A las personas que retornan aquí voluntariamente, debemos proporcionarles ayuda”.
En 2018, se calcula que aproximadamente 1,4 millones de desplazados internos sirios retornaron a sus hogares, a menudo pasando de una serie de privaciones abrumadoras a otras. Aun así, representan una minoría. Después de ocho años de violencia y destrucción, en el país todavía hay millones de personas desplazadas internas, mientras otros 5,6 millones de personas refugiadas siguen viviendo en los países vecinos y más de un millón de sirios se dispersaron en otras partes del mundo.
Zahida le confesó a Grandi que retornó a su casa en Souran porque sus hijos se estaban viendo muy afectados por la vida en el exilio. A sus 14 años, su hijo abandonó la escuela para ayudar a mantener a la familia trabajando en una barbería. Pero el dinero que ganaba no era suficiente para cubrir las cuotas escolares de sus hermanas, que se estaban quedando atrás en su educación.
Su casa aquí estaba en un valioso lote esquinero, pero hoy está en ruinas. Una escalera de hormigón cuelga de los escombros como un péndulo, atada por unos cuantos cordones de varilla. “Cuando lo vi, fue uno de los momentos más tristes de mi vida”, dijo.
Ahora, la hija mayor de Zahida asiste a clases de recuperación en el nuevo centro comunitario, y las tres más jóvenes están matriculadas en la escuela primaria Al-Shuhada, que reabrió sus puertas en noviembre con el apoyo de ACNUR. Esa es una de las cinco escuelas que sirven a la comunidad; otras 15 permanecen cerradas, principalmente debido a daños estructurales. Ya que muchos niños y niñas perdieron meses o años de escolaridad, a las concurridas aulas acuden estudiantes cuyas edades difieren en dos o tres años.
Grandi también visitó la única panadería de Souran, que se inauguró en enero con el apoyo de ACNUR. Anteriormente, la ciudad tenía que obtener su pan de un proveedor que se encontraba a casi veinte kilómetros de distancia, mientras ahora la nueva panadería creó 45 empleos e hizo que el precio del pan bajara en un 75 por ciento. Desde entonces, la panadería trabaja en dos turnos y consume unas 10 toneladas de harina al día, ayudando a alimentar a más de 12.000 personas.
“Queríamos recuperar nuestra dignidad. Fuera de nuestro país, no es lo mismo”.
El Alto Comisionado se reunió también con un grupo local de mujeres que ha ayudado a algunas de las personas que retornan a Souran a recuperar el sentido de comunidad y pertenencia. “Queríamos volver a nuestros hogares, a nuestra tierra”, le dijo una mujer al Alto Comisionado. “Y queríamos recuperar nuestra dignidad. Fuera de nuestro país, no es lo mismo”.
“Estamos empezando de cero”, agregó. “Esperamos tener la fuerza suficiente para reconstruir nuestras vidas, pero necesitaremos la ayuda de otros”.
La política de ACNUR consiste en ayudar a las personas desplazadas, tanto dentro de Siria como en el extranjero, y en contribuir a asegurar que los sirios que regresan voluntariamente a sus hogares y vuelven a instalarse en sus comunidades reciban la ayuda humanitaria que necesitan con urgencia.