Congoleños retornados encuentran sus hogares en ruinas y sus medios de vida destruidos

Equipo de ACNUR informa sobre el terreno de la existencia de enormes retos humanitarios en la provincia de Ituri, en la República Democrática del Congo

El emplazamiento del Hospital General de Bunia, capital de la provincia de Ituri, en la República Democrática del Congo.   © ACNUR/Natalia Micevic

TCHOMIA, República Democrática del Congo  ̶  Barcas de pesca se alinean en la orilla del lago Alberto, al nordeste de la República Democrática del Congo. Los niños juegan en el agua poco profunda, mientras los adultos abarrotan el concurrido mercado.

Resulta difícil creer que la ciudad de Tchomia, en la provincia de Ituri, desde la que muchas personas subieron a barcas de pesca y canoas abarrotadas y destartaladas y cruzaron el lago hacia Uganda, estaba desierta hace solo unos meses.

Se calcula que desde abril unos 150.000 congoleños que se vieron forzados a huir por la violencia étnica han regresado a la provincia de Ituri. Pero lo que han encontrado a la vuelta han sido unas duras condiciones de vida.

Esta, de 18 años, huyó de su pueblo natal de Nizi, en el territorio de Djugu, en Ituri, con su esposo y dos hijos pequeños, pasando por Tchomia, de camino a Kondo, en Uganda. Ahora han vuelto a Tchomia pero no han podido volver al pueblo de Esta.

“Nos gustaría volver a Nizi, pero solo cuando se haya restablecido totalmente la paz”, dice Esta. “No tenemos casa a la que volver y tampoco tenemos medios para alquilar una”.

  • Esta huyó de su pueblo natal de Nizi con su esposo y dos hijos pequeños. Ahora han vuelto a Tchomia, en la provincia de Ituri, pero no pueden volver a Nizi porque la violencia allí continúa.
    Esta huyó de su pueblo natal de Nizi con su esposo y dos hijos pequeños. Ahora han vuelto a Tchomia, en la provincia de Ituri, pero no pueden volver a Nizi porque la violencia allí continúa.  © ACNUR/Natalia Micevic
  • Betso vive en el emplazamiento del Hospital General de Bunia con su esposa y siete hijos. La vida es difícil para esta familia y se enfrentan a un futuro incierto.
    Betso vive en el emplazamiento del Hospital General de Bunia con su esposa y siete hijos. La vida es difícil para esta familia y se enfrentan a un futuro incierto.  © ACNUR/Natalia Micevic
  • Pascaline huyó de su pueblo de Dese en febrero con sus cuatro nietos. Ahora viven en el enclave para desplazados del Hospital General de Bunia.
    Pascaline huyó de su pueblo de Dese en febrero con sus cuatro nietos. Ahora viven en el enclave para desplazados del Hospital General de Bunia.  © ACNUR/Natalia Micevic
  • Rith huyó de la ciudad de Largu en enero con sus tres hijos. Hace poco que ha vuelto al territorio de Djugu pero no ha podido volver a su hogar.
    Rith huyó de la ciudad de Largu en enero con sus tres hijos. Hace poco que ha vuelto al territorio de Djugu pero no ha podido volver a su hogar.  © ACNUR/Natalia Micevic
  • Niños jugando a orillas del lago Alberto en Tchomia, provincia de Ituri, a donde han vuelto miles de refugiados congoleños que huyeron a Uganda.
    Niños jugando a orillas del lago Alberto en Tchomia, provincia de Ituri, a donde han vuelto miles de refugiados congoleños que huyeron a Uganda.  © ACNUR/Natalia Micevic
  • Los recientes retornados están devolviendo a la vida el mercado del pescado de Tchomia, provincia de Ituri. Mucho de ellos habían huido a Uganda este mismo año.
    Los recientes retornados están devolviendo a la vida el mercado del pescado de Tchomia, provincia de Ituri. Mucho de ellos habían huido a Uganda este mismo año.  © ACNUR/Natalia Micevic

La inseguridad persiste en algunas zonas y la vuelta no será fácil para los 350.000 congoleños que se calcula que han sido forzados a huir de sus hogares desde diciembre de 2017.

“Yo me dedicaba a recoger leña, hacer carbón con ella y venderlo”, dice Pascaline, de 59 años, que huyó del pueblo de Dese, en la provincia de Ituri, con sus cuatro nietos en febrero.

“Están despedazando a la gente”.

“Pero ahora tendría demasiado miedo para trabajar en el campo… Están despedazando a la gente”.

Ahora Pascaline vive en un enclave para desplazados cerca del hospital en Bunia, la capital de la provincia de Ituri, donde los desplazados se enfrentan a enormes retos. “La vida es dura aquí en Bunia. A veces solo recibimos la mitad de las raciones de comida. Me enfermo mucho y los niños también”.

Por primera vez en meses, personal de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, pudo visitar recientemente algunas de las zonas afectadas a las que la gente está retornando.

“Nuestro equipo recogió numerosos relatos terribles de violencia bárbara, incluidos grupos armados que atacaron a civiles con armas de fuego, flechas y machetes, pueblos enteros arrasados y granjas y tiendas saqueadas y destruidas”, afirma en un comunicado Charlie Yaxley, portavoz de ACNUR.

Se informa de que los retos humanitarios son enormes. Se han destruido hospitales, escuelas y otras infraestructuras y existe una preocupación particular sobre la cantidad de niños que sufren desnutrición aguda severa y necesitan cuidados médicos urgentes.

Betso, de 70 años, también vive en uno de los enclaves improvisados en Bunia con su esposa y siete hijos. Desde que huyeron de Maze, en el territorio de Djugu este mismo año, las condiciones de vida para la familia son duras.

“Somos ocho personas apretujadas en esta pequeña tienda”, dice. “Dormimos en el suelo porque no tenemos colchones. De noche hace mucho frío. No sabemos dónde poner a nuestros hijos, solo pueden dormir sobre un trozo de tela aquí, en este lado de la tienda”.

“Me gustaría que volviéramos, pero ¿dónde viviríamos? Literalmente, no tendríamos un techo sobre nuestras cabezas. ¿Y qué comeríamos? Ya no podemos acceder a nuestros campos. Yo vendía aceite en el mercado, pero saquearon mi tienda”.

Rith, de 22 años, también huyó a Bunia después de que la violencia se desatara en su pueblo natal de Largu, en la provincia de Ituri. Ahora ha vuelto a Katoto, en el territorio de Djungu pero, como muchos otros, no ha podido volver a su hogar porque su casa y sus medios de vida han sido destruidos.

“Solo espero el visto bueno para volver”.

“Quemaron nuestra casa. Lo quemaron todo. Yo tenía un campo donde cultivaba verduras. También lo quemaron”.

ACNUR está facilitando refugio de emergencia para sustituir las casas que han sido dañadas o destruidas, pero la falta de financiación continúa obstaculizando los esfuerzos. La Agencia solo ha recibido el 17% de los 201 millones de dólares solicitados en su llamamiento humanitario para la República Democrática del Congo.

“Solo espero el visto bueno para volver”, dice Pascaline. “Están inscribiendo a las familias interesadas en retornar y quizás recibamos ayuda”.

 

Con redacción e informes adicionales a cargo de Farha Bhoyroo desde Ginebra.

Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.