El mejor de su clase, un joven refugiado lucha contra las probabilidades

Tras haber huido de la guerra civil de Sudán del Sur, un niño llamado Gift está decidido a continuar su educación. Pero su inteligencia y determinación pueden no ser suficientes para mantenerlo en la escuela.

Gift, de 14 años, lee con una lámpara de energía solar que construyó en la República Democrática del Congo.
© ACNUR / John Wessels

Gift, de 10 años, ha sido el mejor de su clase durante los últimos tres años. Pero eso podría no ser suficiente para que se quede en la escuela.


“Cuando sea grande, me gustaría ser maestro. Me gustaría ese trabajo porque me gusta ayudar a quienes tienen menos conocimiento”, dijo, aludiendo a la ambición que lo ha impulsado hacia adelante contra viento y marea.

Gift huyó de la guerra que devastaba su tierra natal, Sudán del Sur—un conflicto que cobró la vida de su padre. Pero a pesar de las dificultades que ha enfrentado, Gift siempre mostró ser un alumno brillante. Aprendió el francés desde cero e incluso diseñó una lámpara a partir de piezas de repuesto de una lámpara solar rota para poder estudiar por la noche.

Sin embargo, a pesar de todo su arduo trabajo, el futuro de Gift no está nada claro. El talentoso adolescente está en su último año de escuela primaria en la región oriental de la República Democrática del Congo, o RDC, donde las escuelas secundarias son pocas.

ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ayuda a los niños refugiados como Gift a asistir a la escuela mediante subsidios en efectivo que ayudan a las familias a pagar la matrícula y a comprar libros escolares, suministros y uniformes. Pero tanto los fondos como las oportunidades son limitadas, particularmente al nivel de la escuela secundaria—lo que significa que Gift y otros miles de niños refugiados de Sudán del Sur puedan verse obligados a parar sus estudios prematuramente.

Gift y su tío—que se convirtió en su tutor legal después del asesinato de su papá, ya que Gift también perdió el contacto con su madre—buscaron seguridad en el asentamiento de Biringi, en la RDC, en 2016.

"Yo tuve que abandonar la escuela debido a la guerra".

El niño recuerda nítidamente su primer día en la escuela primaria de Uboko, donde 800 niños congoleños locales y refugiados estudian juntos después de que ACNUR rehabilitara la escuela. Estaba emocionado y agradecido por una nueva oportunidad de aprender.

“La guerra hace sufrir a mucha gente, yo tuve que abandonar la escuela debido a la guerra. Cuando descubrí que iba a volver a la escuela, me hizo feliz”, recordó con una sonrisa.

Logró dominar el francés, el idioma principal de instrucción en la RDC, asistiendo a cursos de idiomas proporcionados por ACNUR, e incluso ganó un concurso de ortografía al nivel de la provincia entera.

Luego tuvo un problema práctico: no tenía electricidad, lo que significaba que no podía estudiar en casa por la noche. ¿Su solución? Diseñar su propia lámpara de energía solar. “Tuve que construir esto”, dijo, tendiendo una débil luz hecha de tres bombillas y una batería solar, unida por una cinta.

  • "Estudio mucho y me rodeo de amigos que también tienen grandes ambiciones académicas", dice Gift, de 14 años, un refugiado de Sudán del Sur en el asentamiento de refugiados de Biringi en la República Democrática del Congo.
    "Estudio mucho y me rodeo de amigos que también tienen grandes ambiciones académicas", dice Gift, de 14 años, un refugiado de Sudán del Sur en el asentamiento de refugiados de Biringi en la República Democrática del Congo.  © ACNUR / John Wessels
  • Gift, refugiado de Sudán del Sur de 14 años, carga su lámpara solar de fabricación propia para que pueda estudiar por la noche. Gift asiste a la escuela en el asentamiento de refugiados de Biringi en la República Democrática del Congo.
    Gift, refugiado de Sudán del Sur de 14 años, carga su lámpara solar de fabricación propia para que pueda estudiar por la noche. Gift asiste a la escuela en el asentamiento de refugiados de Biringi en la República Democrática del Congo. © ACNUR / John Wessels
  • "Sería horrible si no pudiera ir a la escuela secundaria", dice Gift, un refugiado de Sudán del Sur que vive en la República Democrática del Congo, que no puede imaginar la vida sin educación.
    "Sería horrible si no pudiera ir a la escuela secundaria", dice Gift, un refugiado de Sudán del Sur que vive en la República Democrática del Congo, que no puede imaginar la vida sin educación.  © ACNUR / John Wessels

A medida que los niños de Sudán del Sur continúan buscando protección en territorio congoleño, la brecha educativa continúa en aumento. Solo 4.400 de los 12.500 niños de Sudán del Sur en la RDC tienen acceso a la educación primaria. Hasta hace poco, no tenían oportunidades secundarias de ningún tipo.

En 2019, ACNUR comenzó un pequeño programa para inscribir a refugiados en la escuela secundaria que también ayuda a construir y renovar edificios escolares.

Aun así, de los más de 6.000 refugiados de Sudán del Sur en edad secundaria, un asombroso 92 por ciento todavía no asiste a la escuela.

Gift sabe que las probabilidades están en su contra. Y teme ser considerado como inútil si no logra obtener una educación. Continuar en la escuela es vital—tanto para sus esperanzas de convertirse en maestro, como para que un día logre ser una voz para otros en situaciones parecidas.

Sin embargo, simplemente no puede imaginarse la vida sin educación. “Sería horrible si no pudiera ir a la escuela secundaria”, dijo. “Debería haber una manera para que todos puedan estudiar”.

“La alternativa a la escuela es esperar sin opciones claras para el futuro".

Ann Encontre, Representante Regional del ACNUR en la RDC, dijo que hay “talentos extraordinarios” entre los jóvenes refugiados que ha conocido. “Cuando hablas con ellos, ves lo ansiosos que están por aprender”.

“La escuela secundaria brinda a los adolescentes refugiados un sentido de propósito, una visión de la persona en la que pueden convertirse y el conocimiento que algún día los ayudará a reconstruir sus hogares”, agrega.

“La alternativa a la escuela es esperar sin opciones claras para el futuro. Es por eso que estamos haciendo todo lo posible para mantenerlos en la escuela”.

Esta historia aparece en el informe de educación del ACNUR para 2019 Reforzando la Educación de los Refugiados en Crisis. El informe muestra que a medida que los niños refugiados crecen, las barreras que les impiden acceder a la educación se vuelven más difíciles de superar: solo el 63% de los niños refugiados van a la escuela primaria, en comparación con el 91% a nivel mundial. En todo el mundo, el 84% de los adolescentes reciben educación secundaria, mientras que solo el 24% de los refugiados tienen la oportunidad. De los 7,1 millones de niños refugiados en edad escolar, 3,7 millones, más de la mitad, no van a la escuela.