Al regresar a las ruinas, los campesinos iraquíes desplazados encuentran ayuda para reconstruir sus vidas
Desplazados durante dos años después del avance de ISIS en 2014, los iraquíes que regresan a Yathrib se benefician de los proyectos de riego y rehabilitación de viviendas para restablecer sus granjas.
Matra Nsayef cosecha okra en su granja en la aldea de Yathrib, Irak.
© ACNUR / Rasheed Hussein Rasheed
“Cuando nos fuimos, las naranjas en los árboles eran así de grandes”, dice Matra, acunando el recuerdo de la fruta en dos manos golpeadas por el clima mientras describe la noche en que huyeron de su granja. “Cuando regresamos, todos los árboles habían sido quemados y no quedó nada”.
Matra, de 60 años, escapó junto con su familia y la mayoría de los otros aldeanos de Yathrib, una comunidad agrícola a unos 50 kilómetros al norte de Bagdad, cuando los combatientes del ISIS arrasaron el área a mediados de 2014.
“Fue una noche difícil", dice ella. “Nos estaban disparando cohetes. Logramos huir, pero fue una noche dolorosa”.
Después de ser desplazada durante dos años, finalmente pudo regresar a la granja en 2016, pero se encontró con una escena de devastación. “Todo estaba diferente”, dijo Matra. “Regresé y la granja se había quemado y todo desapareció, incluida nuestra ropa”.
“La agricultura es mi vida”.
El lugar donde una vez se habían producido suficientes naranjas, granadas, uvas y otros productos para mantener un estilo de vida simple pero cómodo, tiene ahora un hogar y tierras de cultivo destruidos por los militantes en retirada, lo que significaba que ya no podían producir lo suficiente para vender.
“La agricultura es mi vida, no podemos sobrevivir sin ella. Cosechamos y vendemos. Pero ahora solo planto para comer”, explica Matra. El pequeño departamento que compartía con su esposo junto a la granja principal quedódestruido por el fuego, obligándolos a dormir en una habitación compartida con media docena de otros miembros de la familia.
Su vecina, Kutaiba, de 22 años, tiene una historia similar. Su familia posee una parcela de 4.000 metros cuadrados de viñas, manzanos y granados. Después de ser desplazado durante dos años a la ciudad cercana de Samarra, confiando en el salario de enseñanza de su padre para sobrevivir, regresaron para encontrar que la granja en la que había vivido toda su vida, estaba completamente destruida.
“Cuando regresé, fue desgarrador”, dijo Kutaiba. “La granja se arruinó y la casa se quemó”. Comenzaron con el trabajo laborioso y costoso de la reconstrucción, comenzando con la granja que proporciona su sustento antes de pasar a la casa, la que repararon una habitación a la vez.
“Para nosotros, la granja lo es todo”, explica Kutaiba. “Replantar toma tiempo. Este es el primer año [desde 2016] en que hemos tenido una cosecha. La vida era mejor antes. Hemos perdido mucho: dinero, casas, automóviles, vacas, la vida es más cara y más difícil ahora”.
De los 12.000 residentes estimados de Yathrib que fueron desplazados en 2014, unos 8.500 han regresado al área hasta ahora. En todo el país, de casi 6 millones de personas desplazadas internamente por el conflicto desde 2014, unos 4,3 millones han regresado a sus hogares, mientras que alrededor de 1,6 millones siguen desplazados.
En todo Irak, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está trabajando para proporcionar asistencia tanto a las personas desplazadas como a los que regresan a sus hogares. En Yathrib ha financiado una serie de proyectos prioritarios, incluida la instalación de nuevos transformadores de electricidad, la rehabilitación de plantas de tratamiento de agua y la reparación de puentes de carreteras y el principal canal de riego del área.
“Las reparaciones fueron de gran ayuda”.
“El agua es vital para nuestras vidas. Sin ella, todos los árboles replantados habrían muerto”, dice Kutaiba. “El riego quedó destruido durante la guerra, por lo que las reparaciones fueron de gran ayuda para que volvamos al negocio”.
ACNUR también está ayudando a personas como Matra a reparar sus hogares dañados, reemplazando ventanas y puertas y enluciendo y pintando paredes dañadas. La escala de la tarea de reconstrucción es enorme, como lo demuestran las hileras de casas arruinadas que fueron destruidas por los militantes cuando se fueron. Pero para los residentes que regresan, hay al menos un rayo de esperanza.
“Esta es mi tierra y la tierra de mis antepasados. Por supuesto que siento mucho apego”, explica Kutaiba. “Fuimos una de las primeras familias en regresar, porque queríamos vivir con dignidad en nuestra propia tierra, a pesar de que todo estaba destruido. No puedo describir la sensación cuando volvimos, y ahora espero un futuro mejor”.