Ernesto* se sentó en un aula vacía mirando la pizarra. La lección de ayer todavía estaba allí. “Otra”, pensó para sí mismo. “Otra maestra se ha ido”.
Luisa*, que había sido su colega hasta un día antes, se unió a las miles de personas que han sido desplazadas forzosamente en Honduras. Todas ellas expulsadas de sus barrios debido a la violencia de pandillas.
En principio, las escuelas deben ser un lugar seguro. Sin embargo, en las escuelas de Honduras, maestros y estudiantes enfrentan extorsión, amenazas y acoso sexual a diario.
“Vivimos con miedo, pero lo más importante es que no sabemos a quién acudir para obtener ayuda”, dijo Ernesto de 48 años. “Algunos maestros han tenido que mudarse a otros lugares, a otras escuelas. Han sido desplazados por la violencia”.
Según el último informe elaborado por el gobierno hondureño, la violencia afecta a alrededor de 60.000 maestros en todo el país, 69 por ciento enfrentan dificultades para mantenerse seguros. Desde 2010, 90 maestros han sido asesinados por pandillas.
"No sabemos a quién acudir para obtener ayuda”.
“Pero ahora estamos trabajando en la prevención de la violencia para que los maestros se sientan más seguros”, dijo Ernesto. “Al final, todo lo que queremos es una escuela donde los estudiantes puedan aprender, y los maestros puedan enseñar, sin miedo.”
Entre 2014 y 2017, el Ministerio de Educación de Honduras informó que más de 200.000 jóvenes abandonaron la escuela por varios motivos, como la violencia de las pandillas. Algunos de ellos habían sido extorsionados, bajo amenaza de muerte, y buscaban otros trabajos que les permitieran realizar los pagos.
“Mis maestros siempre creyeron en mí, incluso si yo hacía payasadas en la clase”, dijo Mario*, uno de los antiguos estudiantes de Ernesto. Él le agradece a Ernesto de haberle ayudado a permanecer en la escuela y lejos de los problemas. Se las arregló para aguantar el tiempo suficiente para graduarse de la escuela secundaria.
Para los estudiantes amenazados, las escuelas a veces representan lugares seguros donde pueden encontrar orientación y apoyo.
“Tuve muchas complicaciones en el curso de mi vida debido a mi trabajo como conductor de moto-taxi. Estuve cerca de perder mi vida en varias ocasiones. Esto me provocó una depresión, dejándome con miedo y apatía”, dijo Mario de 19 años. Desafiando estos temores, está decidido a prosperar.
“Esto no me ha detenido, y hoy estoy dispuesto a alcanzar mis metas. Tengo esta fuerza gracias a maestros como Ernesto”.
Encontrando seguridad en Honduras
A pesar de una caída en las tasas de homicidios en los últimos tres años, Honduras continúa con altos índices de violencia, especialmente en zonas controladas por pandillas. En estas zonas, residentes enfrentan amenazas de muerte diarias, además de limitaciones a su libertad de movimiento. El resultado es que al menos 174.000 personas hayan huido de sus vecindarios en diez años, según un estudio de perfiles realizado por el gobierno. La violencia y la persecución afectan en gran medida al sector educativo, con 500 maestros solicitando ser transferidos en un solo año. Entre 2016 y 2017, al menos 10 maestro en la capital, Tegucigalpa, pidieron una transferencia.
Según el Ministerio de Educación, más de 700 escuelas en Honduras están en riesgo. Eso quiere decir que más de 180.000 estudiantes y alrededor de 60.000 maestros están afectados a nivel nacional.
ACNUR está trabajando en estrecha coordinación con el gobierno, la sociedad civil, otros organismos de las Naciones Unidas y organismos regionales, manteniendo una presencia en al menos 14 áreas de alto riesgo en San Pedro Sula y Tegucigalpa para monitorear y mitigar los riesgos de protección. ACNUR fortalece las redes comunitarias, incluso en escuelas donde los maestros enfrentan altos niveles de violencia. ACNUR ha brindado capacitación básica de autoprotección y ha apoyado la creación de un comité de maestros, donde están diseñando planes y políticas de protección para enfrentar la violencia.