La antigua localidad de Perast (Montenegro), rodeada de montañas y bañada por las azules aguas de la Bahía de Kotor, es un enclave idílico para un hotel, pero a Simona Pulcinelli, directora del hotel, le está resultando difícil contratar a personal local.
Entran Roberto y Silvio*, dos refugiados cubanos. Roberto, de 35 años, trabajaba como guardia de seguridad en una escuela, y Silvio, de 43 años, era enfermero especializado en salud mental. Ambos abandonaron La Habana por motivos políticos y ahora han emprendido una nueva carrera profesional en el Hotel Villa Perast.
Pulcinella demuestra que los empleadores de Montenegro pueden ofrecer oportunidades a los refugiados, y el caso de estos dos refugiados es una prueba de que, si los refugiados deciden asentarse en Montenegro, en lugar de considerar este país como ruta de paso hacia Europa Occidental, pueden encontrar trabajo aquí.
“Estoy contenta con Roberto y Silvio”, dice Simona. “Hemos encontrado sinergias entre nosotros. Son muy comunicativos a pesar de que no hablan inglés y mantienen una buena relación con los clientes. En nuestro negocio, eso es fundamental.”
“El destino nos trajo aquí”, dice Roberto, que llegó con Silvio a Montenegro en 2016. “Vimos que Montenegro era un hermoso país y decidimos quedarnos”.
“El destino nos trajo aquí”.
Montenegro, que tiene una población de más de 600.000 habitantes, obtuvo la independencia en 2006. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está apoyando al Gobierno en sus esfuerzos por poner en marcha programas de integración y empleo para los refugiados.
Montenegro está dispuesto a aceptar refugiados, explica Milanka Bakovic, alta funcionaria del Ministerio de Interior. “Todo depende de la opción que elija cada uno. Los solicitantes de asilo pueden intentar llegar a un determinado lugar, y ese lugar no suele ser Montenegro, aunque les informamos de los derechos que podrían tener aquí”.
“Los refugiados pueden encontrar oportunidades si son flexibles y aceptan las ofertas de empleo que les ofrecen aquí, que no reflejan necesariamente su nivel de educación”, dice Roberta Montevecchi, representante de ACNUR para Montenegro.
En Montenegro, cuya tasa de desempleo es superior al 10%, hay vacantes locales y estacionales. El idioma Montenegro puede ser un obstáculo, aunque los hablantes de otros idiomas eslavos lo aprenden rápidamente.
Su relativa facilidad para aprender el idioma puede ser uno de los motivos por los que a otros dos refugiados, Tatiana, de 50 años, y su hijo Rostislav, de 11 años, ambos hablantes de ruso, les ha ido bien desde que llegaron a Montenegro procedentes de Belarús en 2016.
A pesar de que al principio tenían nostalgia de su hogar y se sentían tristes en su alojamiento temporal para refugiados, ahora se sienten como en casa en el apartamento que han alquilado en la localidad costera de Bar.
“Aquí hemos encontrado alivio,” dice Tatiana, que trabaja como masajista durante la temporada turística y espera poder tener un día su propio negocio de masajes.
Rostislav asiste a una escuela primaria local, donde obtiene unas notas excelentes en casi todas las asignaturas. En un concurso de matemáticas celebrado el pasado año entre alumnos de tercer grado, obtuvo el segundo puesto entre 45 alumnos.
De vuelta en el hotel de Perast, su directora, Simona, habla con orgullo de su “equipo internacional”. A los cubanos, al ser hispanohablantes, les lleva tiempo aprender a comunicarse en el idioma de Montenegro con sus aproximadamente 30 colegas locales.
“Aquí hemos encontrado alivio”.
Simona explica alegremente que ella también es inmigrante. Hace cuatro años dejó un trabajo administrativo en Roma y vino a Montenegro a dirigir dos hoteles de propiedad italiana. En su calidad de empleadora, señala que su motivación para contratar a refugiados fue una combinación de consideraciones altruistas y comerciales.
Los dos cubanos residían en un centro para solicitantes de asilo. Ahora, que ya han obtenido la plena condición de refugiados, viven en el hotel y perciben salarios competitivos por realizar trabajos de limpieza y mantenimiento. Incluso fuera de temporada, Simona los mantiene ocupados.
“Para mí es muy importante tener trabajo”, dice Silvio. “Me hace sentir vivo y me infunde vitalidad”.
“Procedemos de una ciudad muy grande. Perast es una localidad diminuta, pero tranquila”. Cuando tienen tiempo libre después del trabajo, a los dos les gusta ir a nadar”, dice Roberto.
Los conocimientos médicos de Silvio y su capacidad para administrar primeros auxilios es un activo extra.
“Un día se desmayó una clienta en el hotel”, dice Silvio. “Gracias a mis conocimientos de enfermería pude ayudarla”, agrega.
Pronto llegará una nueva oleada de clientes para la temporada de 2019, la tercera para Roberto y Silvio, que ya son miembros consolidados y de confianza de la planilla de personal del hotel. Ahora están pintando las habitaciones para prepararlas para la temporada.
Simona consulta su agenda. Se van a celebrar cuatro bodas. Tres de los grupos han reservado solo las comidas pero está previsto que el novio y la novia de uno de ellos, que vienen de Rusia, pasen toda su luna de miel en el hotel.
La pareja saldrá a la terraza, desde la que se contemplan las aguas azul turquesa de la bahía, y será perfecto. Roberto y Silvio procurarán que sea así.
*Los nombres se han modificado por motivos de protección