Hombres refugiados rohingyas se unen al esfuerzo para acabar con la violencia sexual
El programa voluntario de divulgación en los campamentos de refugiados en Bangladesh está fichando hombres para hacer frente a la violencia de género y a los matrimonios forzados.
Mohammed, refugiado rohingya y modelo a seguir, posa ante la cámara en Cox's Bazar (Bangladesh).
© ACNUR/Will Swanson
Cuando escucha insultos de connotación sexual dirigidos a mujeres, Mohammed, refugiado rohingya, les planta cara.
«Cuando hablo con los chicos sobre sobre violencia sexual, les digo: “Naciste de una madre. Tienes una hermana”», nos cuenta.
«A los jóvenes les digo que, cuando piensen en las mujeres, piensen en su madre o su hermana. “¿Es que querrías que les pasara algo?”».
Mohammed es un modelo a seguir. Uno de los 105 que encontramos en el inmenso complejo de campamentos de refugiados en el distrito de Cox’s Bazar, que acoge a casi un millón de refugiados rohingyas.
Más de 740.000 personas refugiadas escaparon de la represión militar que comenzó en agosto de 2017, huyendo de las atrocidades y de una violencia brutal que incluyó violaciones y agresiones sexuales.
Si bien en Myanmar se encontraban excluidos y eran perseguidos, los rohingya vivían en comunidades en aldeas bien espaciadas en las que prosperaban prácticas tradicionales de autocorrección.
La violencia con la que los refugiados rohingya fueron despojados de sus hogares, junto con a las condiciones de vida antinaturales que se dan en campamentos con una gran densidad de población, son algunos de los factores que promueven que se dé un comportamiento abusivo en el exilio.
“Nuestra labor era enseñar cómo hacer que se pase de ser espectador a ser un actor del cambio”.
ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, apoya la identificación, asesoramiento y derivación a servicios específicos para todas las personas supervivientes, también hombres y niños.
El programa de modelos a seguir pretende animar a los hombres a que cuestionen las agresiones y la violencia sexual en el exilio, y a que se replanteen cuestiones de género complejas que en ocasiones llevan a discusiones violentas.
«Tenemos que educar a estos jóvenes. Así que tenemos que explicarles lo que hacemos y lo que pueden hacer ellos», nos cuenta Mohammed, de 23 años, y otro de los voluntarios ‘modelos a seguir’ de unos asentamientos en los que los residentes tienen seguridad, alojamiento y comida, pero escasas oportunidades formales de trabajar o estudiar.
«Muchos de estos jóvenes piensan que no sirven para nada», explica Mohammed. «Muchos carecen de estudios. Sienten que pueden hacer lo que quieran con una joven… y que pueden salirse con la suya».
Mohammed forma parte de un grupo de cinco jóvenes veinteañeros que están colaborando con un imán de su asentamiento para plantar cara a este tipo de actitudes.
Los jóvenes son voluntarios en sus comunidades, y se están formando para poder identificar problemas relacionados con la violencia doméstica, el matrimonio temprano, los pagos de dotes, la poligamia y el comportamiento agresivo hacia las mujeres. Según el coordinador del programa en ACNUR, Jahidur Rahman, durante la formación hicieron ejercicios de rol en los que representaban a víctimas, agresores y testigos.
«Nuestro objetivo era mostrar cómo un espectador se puede convertir en un actor del cambio», cuenta Rahman. Se trata de un programa nuevo, y para impulsarlo los organizadores lo dan a conocer en centros comunitarios y mezquitas. Además, se animó a estos jóvenes modelos a seguir a que empelaran el deporte como medio para construir confianza en la comunidad.
En cuanto a las acciones dirigidas a mujeres y niñas, una red de mujeres refugiadas voluntarias recorre el asentamiento haciendo visitas puerta por puerta. Si sospechan que se están dando casos de violencia sexual se ponen en contacto con las autoridades del campamento y trasladan a la persona que está sufriendo estos abusos a un espacio adecuado y seguro para las mujeres.
«Oí hablar de las charlas sobre violencia sexual y quise participar», explica el imán Mohammed.
«El personal del campamento me pidió que identificara los principales problemas de la comunidad. Identifiqué un gran problema de matrimonio infantil y una creciente tasa de divorcios. Me senté con los líderes de la comunidad y preparamos un documento para las autoridades del campamento. Incluí menciones al Corán, en el que se prohíbe la violencia contra las esposas y se desincentivan las dotes cuando no se tiene dinero».
El matrimonio temprano suele estar asociado a las dotes. Los padres que conciertan el matrimonio de su hija se desentienden de la obligación de mantenerla, pero a cambio tienen que pagar una dote. Y en los campamentos, el dinero escasea. Ahmed, otro líder modelo a seguir, nos explica cómo este proceso se entrelaza con la violencia.
«A veces, si se supone que la dote debe ser de 60.000 taka (unos 700 USD), los padres no pueden asumir todo el importe. Negocian dar una entrada y prometen pagar el resto más adelante».
Después nos describe con orgullo cómo convenció a dos familias de que renunciaran a la dote y así favorecer un entorno pacífico. «Los vecinos aceptaron la idea porque para la comunidad era mejor eso que la violencia», dice.
Cuando los jóvenes describen su trabajo en la comunidad, esa sensación de orgullo queda patente.
Puede que en un primer momento algunos se unieran al grupo solo por tener algo que hacer. Pero ahora que forman parte del equipo se ven a sí mismos como líderes de la comunidad. Y su trabajo hace también hincapié en la importancia de que los hombres participen en este proceso.
«Dedico dos o tres horas al día a trabajar en esto», nos cuenta Ahmed. «Si estoy jugando al fútbol y veo que alguien dice o hace algo malo, empiezo por hablar con él».
Dado el éxito inicial del programa, ya hay planes para ampliarlo. Aunque abordar las causas subyacentes a las tensiones llevará más tiempo, la participación de estos jóvenes modelos a seguir, el orgullo por su labor y su capacidad de convicción, está ayudando a que se alivien tensiones y haya una mayor cohesión en las comunidades.