Indígenas venezolanos buscan la seguridad a través de la frontera en Brasil

Después de que estallara la violencia en su natal Venezuela, cientos de miembros del grupo indígena Pemón huyeron a una aldea al otro lado de la frontera en Brasil.

Annabel, de 28 años, se vio obligada a huir de Venezuela con sus hijos cuando su pueblo fue atacado.
© ACNUR / Viktor Pesenti

Una noche de febrero, los habitantes de un pequeño pueblo indígena en una de las zonas más remotas de Brasil se despertaron con unos extraños sonidos: voces humanas y pasos que atravesaron la cacofonía de animales nocturnos y hojas susurrantes que forman la banda sonora nocturna habitual que emana del bosque circundante.


Los recién llegados habían cruzado la cercana frontera con Venezuela. Habían huido de sus hogares, cargando pequeños paquetes con ropa, sábanas y otros artículos esenciales, realizando caminatas por horas a través del espeso terreno cubierto por selva, con el fin de encontrar un lugar seguro. Grupos armados que merodeaban habían atacado sus comunidades, y ellos temían por sus vidas.

Los recién llegados son venezolanos del grupo indígena Pemón-Taurepã, el mismo grupo al que pertenecen los habitantes de la aldea Tarauparu, del lado brasileño de la frontera.

Los locales de Tarauparu de inmediato acogieron a los asustados y exhaustos recién llegados.

“Entre ellos se encontraban personas enfermas y con discapacidades, bebés, niños, niñas y mujeres embarazadas”, dijo Aldino Ferreira, de 43 años, y que sirve como Tuxaua o jefe de la comunidad Tarauparu. “Decidimos acoger a estas personas refugiadas con el corazón abierto”.

“Nunca pensé que esto nos pasaría. Tuvimos que salir de pronto”.

“El primer día llegaron 67 personas. Los siguientes dos días, llegaban más de 100 a diario. Y durante seis días seguidos continuaba llegando gente”, dijo Aldino, agregando que, en total, más de 1.300 Pemones del otro lado de la frontera habían sido acogidos en Tarauparu, que antes de la crisis tenía solamente 263 habitantes. “Ha sido muy difícil. No podíamos ni imaginar cuántos vendrían”.

Una de las personas recién llegadas es Magdalena, de 21 años, y quien huyó de su hogar en Sampay, Venezuela, después de que grupos armados en una ciudad cercana abrieran fuego contra quienes protestaban allí, matando e hiriendo a varios de sus vecinos Pemón-Taurepã.

“Vivíamos en nuestra ciudad, felices y de forma pacífica hasta que llegó la violencia”, dijo Magdalena, quien estaba embarazada cuando tuvo que huir con su madre, su abuela y tres niños de cinco, tres y un año. “Nunca pensé que esto nos pasaría. Tuvimos que salir de pronto”.

  • Magdalena, de 21 años, con el bebé Neymar, que nació pocos días después de que la familia se viera obligada a huir.
    Magdalena, de 21 años, con el bebé Neymar, que nació pocos días después de que la familia se viera obligada a huir.  © ACNUR / Viktor Pesenti
  • Tarauparu, Brasil, donde la comunidad local inmediatamente dio la bienvenida a los recién llegados agotados.
    Tarauparu, Brasil, donde la comunidad local inmediatamente dio la bienvenida a los recién llegados agotados.  © ACNUR / Roger Burks
  • Una miembro del personal del ACNUR con niños Pemones en la comunidad indígena de Tarauparu.
    Una miembro del personal del ACNUR con niños Pemones en la comunidad indígena de Tarauparu.  © ACNUR / Roger Burks
  • Magdalena, quien ha encontrado protección en Tarauparu, ahora es madre de cuatro hijos.
    Magdalena, quien ha encontrado protección en Tarauparu, ahora es madre de cuatro hijos.  © ACNUR / Viktor Pesenti

La familia se dirigió al sur, haciendo su camino entre la densa vegetación, manteniéndose lejos de la carretera y caminos bien transitados, donde temían ser víctimas de las pandillas que merodean esos caminos. Con solo un poco de ropa y sábanas, la familia llegó a Tarauparu en el medio de la noche, donde fueron recibidos por los locales, quienes los guiaron con el tenue resplandor de las linternas.

Annabel, su esposo Levy y los cinco hijos de la pareja recibieron una cálida bienvenida al llegar a Tarauparu luego de un desgarrador viaje desde su hogar dentro del extenso Parque Nacional Canaima, en el este de Venezuela. La comunidad Pemón ha llamado hogar a esta área durante generaciones, y antes de la crisis, Annabel y Levy trabajaban como guías turísticos, llevando a los visitantes a atracciones como Salto Ángel, que tiene fama de ser la catarata ininterrumpida más alta del mundo.

“Cada mañana, me despertaba feliz y luego comenzaba mi trabajo”, recordó Annabel, de 28 años, y agregó que el repentino brote de violencia volcó su mundo. “Cuando escuchamos que venían las fuerzas armadas, huimos por el bosque”.

“ACNUR está aquí todos los días. Estamos trabajando para abordar los desafíos”.

Aunque los residentes de Tarauparu han demostrado ser muy serviciales y resilientes frente a esta afluencia sin precedentes de personas, dando a los recién llegados acceso a un tanque de agua comunitario y organizando comidas comunales, los recursos de la comunidad han sido agotados. ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, intervino rápidamente para tratar de aliviar la carga, entregando alimentos, mantas, colchones, juegos de cocina, suministros de higiene, materiales para albergue y otra ayuda para salvar vidas en Tarauparu.

“La logística es un gran problema”, dijo Aldino. “ACNUR está aquí todos los días. Estamos trabajando para abordar los desafíos”.

Con el colapso de la economía de Venezuela y la resultante escasez de alimentos y medicamentos, la inflación paralizante y la agitación social generalizada, no está claro cuándo, o incluso si, los cientos de Pemones que han encontrado seguridad en Brasil regresarán a Venezuela. Como resultado, ACNUR está trabajando con Aldino para encontrar soluciones de vivienda a largo plazo en Tarauparu y otras aldeas cercanas.

“Los otros Tuxauas (jefes) se reunieron y decidieron recibir a las personas refugiadas con el corazón abierto”, dijo Aldino.

Mientras tanto, el pueblo que se ha cuadruplicado en tamaño en los últimos meses está creciendo aún más. Magdalena, la joven madre de tres, dio a luz a su cuarto hijo a la sombra de un árbol a las afueras de Tarauparu. El bebé nació antes de que la ambulancia pudiera llevarla al hospital más cercano, que está aproximadamente a 10 kilómetros de distancia.

Si bien la cultura Pemón generalmente dicta esperar varios días antes de nombrar a un recién nacido, Magdalena notó que un médico había garabateado un nombre en el historial del bebé: Neymar, el nombre de la superestrella del fútbol brasileño.

“Quiero que tenga un nombre de aquí”, dijo Magdalena con una sonrisa, “así que está bien quedarse con Neymar”.