Declaración de la Enviada Especial de ACNUR, Angelina Jolie, mientras los refugiados y migrantes venezolanos superan los 4 millones
En 2002, 2010 y 2012 estuve en Ecuador, visitando a algunos de los muchos colombianos que habían huido del conflicto.
Les dije a las familias con las que me encontré que esperaba visitar Colombia, cuando la paz hiciera posible que los refugiados retornaran.
Hoy, me he encontrado con refugiados colombianos retornados, pero no por las razones que esperaba.
Más de 400.000 colombianos, que habían sido desplazados a Venezuela, ahora se han visto obligados a retornar debido a la situación catastrófica en ese país.
Se encuentran en la misma situación que los 1,3 millones de refugiados venezolanos que han buscado protección en Colombia.
Además, 3,3 millones de venezolanos y venezolanas cruzan la frontera por cortos períodos de tiempo para buscar suministros y asistencia básica.
El impacto en los servicios públicos aquí en Colombia es abrumador.
Algunos hospitales en la frontera están proporcionando atención médica de emergencia al mismo número de venezolanos, como de colombianos.
En muchas escuelas el número de estudiantes en las aulas se ha duplicado.
“Es una situación de vida o muerte para millones de venezolanos”
Pero Colombia sigue manteniendo su frontera abierta y está haciendo todo lo que puede para absorber a este inusitado número de personas desesperadas.
Los colombianos conocen el desplazamiento en su propia piel.
Este país ha vivido cincuenta años de guerra.
Su acuerdo de paz tiene menos de tres años, y es frágil.
Es extraordinario que un país que por sí mismo enfrenta tantos y tan grandes desafíos haya mostrado tanta humanidad y esté haciendo estos esfuerzos para salvar vidas. Quiero reconocer esta valentía, fortaleza y resiliencia del pueblo colombiano.
La situación aquí en Colombia, en Perú y en Ecuador, le da una lección de humildad, con respecto al debate y el discurso en materia de refugiados, a muchos países que viven en paz, incluyendo el mío.
A pesar de lo que la retórica política con frecuencia sugiere, menos del 1% de todas las personas refugiadas son reasentadas en países occidentales.
La gran mayoría de las personas desarraigadas en el mundo están desplazadas dentro de sus propias fronteras, o han cruzado a los países limítrofes, como en el caso de Colombia.
Si miramos alrededor del mundo, con frecuencia parece que aquellos que menos tienen son los que más dan.
El llamamiento humanitario lanzado por ACNUR y sus socios en diciembre del año pasado ha recibido menos de la cuarta parte de los fondos necesarios – el 21% de los fondos, para ser exactos.
Entretanto, el número de los refugiados y migrantes venezolanos ha superado los 4 millones de personas.
“Con frecuencia, aquellos que menos tienen son los que más dan”
Esta es una situación de vida o muerte para millones de venezolanos. Pero ACNUR ha recibido solo una fracción de los fondos que necesita para hacer apenas lo mínimo para ayudarles a sobrevivir.
Los países que los reciben, como Colombia, están tratando de gestionar una situación inmanejable, con recursos insuficientes. Pero ni ellos, ni los actores humanitarios, como ACNUR, han obtenido los fondos que necesitan para seguirle el paso a este flujo y, aun así, están haciendo todo lo que pueden.
Este no es solamente el caso de la crisis de Venezuela. Este escenario de números que aumentan y fondos que disminuyen se replica a nivel internacional.
El 20 de junio celebramos el Día Mundial del Refugiado. ACNUR prevé otro significativo aumento en el número total de personas desplazadas en el mundo, y una disminución en el número de personas que podrán retornar a sus casas – así como lo desea la gran mayoría de las personas refugiadas con las que me he encontrado hasta ahora.
En lugar de enfocarse en cómo abordar la falta de diplomacia, seguridad y paz que está causando que tantas personas se desplacen, escuchamos hablar cada vez más de lo que algunos gobiernos ya no están dispuestos a hacer: ya sea recibir a refugiados o solicitantes de asilo, o contribuir a financiar los llamamientos y las operaciones de la ONU.
Mientras las cifras de refugiados en el mundo aumentan tan rápidamente, sería ingenuo, en el mejor de los casos, o hipócrita, en el peor, presentar estas políticas como si fueran algún tipo de solución.
Cuando la casa de tu vecino se incendia, no estás a salvo con solo cerrar tu puerta.
“No olvidaré lo que he visto aquí, no olvidaré al pueblo venezolano”
El liderazgo implica asumir la responsabilidad, como las generaciones que nos precedieron asumieron su propia responsabilidad respondiendo a las amenazas a la paz y la seguridad y construyeron un orden mundial basado en el derecho. Ahora necesitamos de nuevo ese tipo de liderazgo, con urgencia.
Asimismo, no es posible ponerle un precio al apoyo que Colombia, Perú y Ecuador le están dando a las personas de Venezuela, porque de eso se trata ser humanos.
La respuesta humana es no cerrar los ojos. Es reconocer a tus hermanos y hermanas y su sufrimiento. Es trabajar para alcanzar soluciones, sin importar que tan difícil sea.
Y sobre todo, la respuesta humana es no culpar a las víctimas de la guerra o la violencia por las circunstancias en las que se encuentran, o por pedir ayuda para sus niños indefensos.
Hoy necesitamos esa humanidad más que nunca, así como la racionalidad de aquellas personas que no temen asumir responsabilidades y mostrar liderazgo.
Este será mi mensaje cuando me vaya de Colombia y en los meses siguientes, mientras intentaré darle seguimiento a lo que he observado en estos dos días. No olvidaré lo que he visto aquí, no olvidaré a las personas venezolanas con las que me he encontrado aquí. Mi corazón está con ellos, y espero volver pronto.
Muchas gracias.