Niños aprenden la clave del éxito en clases de programación en Bielorrusia
Programadores de una empresa de informática se ofrecen como voluntarios para enseñarles a niños refugiados y locales a crear juegos interactivos y arte.
Niños refugiados y locales crean juegos interactivos y arte en las clases de programación de EPAM.
© ACNUR/Egor Dubrovsky
Masha, de nueve años, mira la pantalla de una computadora, inmersa en un juego de carreras.
A diferencia de muchos padres, Svetlana la incentiva porque Masha no sólo está jugando con este juego – ella lo creó.
Masha es una de los más de 30 niños que encontraron protección en Bielorrusia y que ahora están aprendiendo a programar gracias a la empresa de informática EPAM Systems y a ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Todos los fines de semana se reúnen con los niños locales en las ciudades de Minsk y Gómel para crear juegos interactivos y arte.
El programa eKIDS es la iniciativa de responsabilidad social de la empresa.
“Las computadoras y la programación son nuestro futuro”, dice Yura, el maestro de 26 años de Masha en Minsk. “Estos niños, en algunos casos, están viviendo en un mundo diferente. Es muy impactante. Puedes imaginarte lo que harán en el futuro”.
“Podemos darles un futuro mejor”
Hay cerca de 70 empleados de EPAM, que al igual que Yura, se ofrecieron como voluntarios para enseñarle a aproximadamente 300 niños del programa eKIDS.
Entre los aspirantes a expertos en informática, hay jóvenes que escaparon de la turbulencia en Ucrania, Afganistán y más allá. Ahora, por fin a salvo, los niños tienen esperanzas de mirar hacia el futuro y la oportunidad de hacer amigos.
“Tienen vidas muy complejas” dice Yura. “Podemos darles un futuro mejor”.
- Vea también: La escuela alemana ayuda a las mujeres refugiadas a perfeccionar sus habilidades tecnológicas
Masha se siente como en casa en estas clases, luego de haber tenido que huir de la suya en Donetsk, Ucrania, hace tres años.
“Recién acabábamos de alcanzar nuestros sueños”, dice Svetlana. “Tuvimos tres hijos, y habíamos comprado la casa de nuestros sueños. Habíamos comenzado un jardín y plantamos 50 árboles. Luego se desencadenó el conflicto. Lo oíamos de noche y yo no podía dormir por la preocupación. Estaba cada vez más cerca”.
Una noche, mientras los proyectiles azotaban las calles de su ciudad natal Kramatorsk, Svetlana y su familia cerraron la puerta y se subieron a bordo del tren nocturno. Bielorrusia, el país vecino, les brindó la protección que necesitaban.
“Creo que debes apreciar tu vida aquí y ahora” dice Svetlana. “Nadie sabe cómo será en el futuro y deberíamos ser felices”.
No fue fácil para Svetlana mantener su optimismo. Antes era maestra, y ahora limpia máquinas en una fábrica, el primer trabajo que pudo encontrar en Minsk. Su marido trabaja en la empresa de servicios públicos locales.
Las clases de computación de EPAM le dan un sentido de pertenencia y esperanza a toda la familia.
“Nunca vi a mi hija así”
“El ingreso de nuestra familia es bajo” dice Svetlana. “No hubiésemos podido pagar estas clases. Como madre, estoy muy agradecida de tener esta oportunidad, y mi hija también. Se puso triste cuando se terminó el semestre”.
David, de 7años, es uno de los compañeros de Masha que también escapó del conflicto en Ucrania con su familia. Al igual que ella, le encantan las clases de programación, aunque tiene que viajar con su madre Kristina más de una hora en transporte público. “Es bueno para su desarrollo”, dice Kristina. “También es importante que sea gratis para nosotros”. Algunas personas pagan hasta cien rublos (US$50) por este tipo de clases, y eso es mucho. Sería una tontería negarle a mi hijo esta oportunidad”.
“Además, ¡Aquí nos dan chocolate caliente gratis!” dice David, muy contento.
Las clases de programación son un ejemplo de cómo una empresa privada puede contribuir a la cohesión social, y unir a los niños refugiados con los locales.
“Nos alegra poder ayudar a brindar estas oportunidades y experiencias para los niños, en especial para los niños que tuvieron que huir de sus países de origen llevar una vida normal” dice Arkadiy Dobkin, el CEO y presidente de EPAM Systems. “También estamos muy agradecidos con ACNUR por la oportunidad de asociarnos para este tipo de programas que traen tanta satisfacción y felicidad a esos niños. EPAM planea continuar con los esfuerzos de expandir programas similares dentro de nuestra amplia iniciativa eKIDS.
A Masha le gustan tanto las clases que ella y Svetlana viajan hasta dos horas y media en tres autobuses diferentes para llegar hasta aquí, y lo mismo para regresar. Un fin de semana que estuvo enferma le rogó a su madre para que la deje ir. “¡Me pondré un barbijo!” le prometió.
Al fin, la joven está descubriendo una nueva y feliz vida en Bielorrusia.
“Hay una nueva oleada de cosas en su vida” dice Svetlana. “Tiene un nuevo punto de vista. Espera ansiosa los fines de semana y su perspectiva se está ampliando. Es poco a poco. Nunca vi a mi hija así.
Gracias a la Voluntaria en Línea Florencia Marchetti por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.