El mortal comercio a través de Níger atrapa a los refugiados y los migrantes
Casi el 30 por ciento de quienes se arriesgan a cruzar el desierto a Libia podrían obtener protección internacional una vez que lleguen a Europa.
AGADEZ, Níger, 04 de agosto de 2017 (ACNUR) – Daniel conoce bien los peligros de la ruta a Libia. A medida que recuerda su viaje desde su nativo Camerún, los detalles se derraman en un entrecortado de palabras, inquietudes y miradas de reojo, una sonrisa ocasional salta a su rostro. No es emoción, sino desesperación, lo que impulsa ese movimiento constante.
Es un hombre acostumbrado a estar en movimiento. El joven de 26 años abandonó su patria a principios de este año con su hermano gemelo y su tío, con el objetivo de llegar a Libia, luego a Europa. Pero para el trío, como para otros miles de personas, el viaje se puso realmente mal cuando cayeron en manos de traficantes despiadados.
"Cuando llegamos a Libia, el conductor nos dijo que teníamos que pagar otros 1.500 dinares (1.100 dólares) por persona, o sea 4.500 dinares por los tres", dice. "No teníamos más dinero. Intentamos explicar la situación, pero no querían escucharla".
Así que por falta de dinero, los tres fueron arrojados a uno de los centros de detención informales de Libia, dice Daniel, donde fueron golpeados con armas.
"Fuimos torturados, nos mantuvieron en un recinto donde permitían que otros viajeros salieran, pero no nosotros, ya que pensaban que podíamos escapar", explica.
Luego fue llevado de vuelta a Níger, donde sus secuestradores libios lo sometieron a trabajo forzado, mientras que su familia permanecía como rehén al otro lado de la frontera. Cuando finalmente lo liberaron, dos meses más tarde, no tenía dinero, ni un lugar que llamar hogar y además, tenía un pedido de rescate que pagar.
El angustioso viaje de Daniel lo condujo por un antiguo camino hasta el Mediterráneo y lo dejó en una de sus intersecciones, Agadez.
Lo que una vez fue un centro de comercio de oro y sal, el laberinto compuestos de paredes ocre en el extremo sur del desierto del Sahara, es ahora centro de un peligroso comercio de armas, drogas y sobre todo, personas. En 2016 unas 330.000 personas cruzaron a Libia desde Níger, principalmente a través de Agadez, incluyendo alrededor de una cuarta parte de ellos desde el mismo Níger.
En 2015, en gran medida como respuesta a la presión de los gobiernos de la UE, Níger empezó a luchar contra los operadores que ayudaban a esos viajeros, principalmente de África Occidental y Central, a cruzar hacia Libia. A cambio, la UE ha ofrecido más de 2.000 millones de euros para ayudar a la región, incluyendo otros países africanos prioritarios, en temas que van desde seguridad hasta desarrollo económico.
Mientras que el número de personas que transitan por Agadez ha disminuido desde que comenzó la represión de estos grupos, algunos observadores dicen que simplemente está provocando que el negocio del tráfico sea clandestino, haciendo el comercio ilícito aún más riesgoso.
Los traficantes están tomando rutas alternas que son menos conocidas, y cobrando precios más altos por sus servicios. Aquellos que se llaman a sí mismos "proveedores de servicios de migración" en Agadez también dicen que su negocio de transporte de personas está atrayendo a más traficantes criminales que transportan drogas y armas.
"Independientemente de la situación . . . les decimos a las personas que es peligroso ir a Libia"
Grupos de migrantes han sido abandonados en el desierto, algunos deliberadamente, otros cuando el vehículo del contrabandista se descompone. A veces son rescatados, pero un número desconocido ha muerto, y algunos estiman que las cifras de los que han perecido en el desierto de Níger y en Libia son más altas que las cifras de los que han muerto en el mar rumbo a Europa.
A través de la frontera en Libia, otras amenazas esperan. El país, en plena agitación civil y política, se ha convertido simplemente en una "máquina que destruye a los seres humanos", dijo Vincent Cochetel, Enviado Especial del ACNUR para la Situación del Mediterráneo Central, durante una visita a Níger la semana pasada.
"Independientemente de la situación de las personas, ya sean migrantes económicos o refugiados, estamos diciendo a las personas que es peligroso viajar a Libia. La gente desaparece. La gente muere en el desierto, mucho más que los que están muriendo en el Mediterráneo tratando de cruzar para ir a Europa", dijo.
La mayoría de quienes se arriesgan a hacer este desesperado viaje han sido considerados migrantes, pero el análisis del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, muestra que cerca del 30 por ciento de los que toman rutas migratorias a través de Níger podrían obtener protección internacional una vez que lleguen a Europa. Así, decenas de miles de personas traumatizadas por la guerra, la persecución política y el terrorismo se lanzan a más peligros.
"Es algo que he aprendido durante este viaje a Agadez, a partir de testimonios que hemos escuchado de la gente", dijo Cochetel. "Todo el mundo ha visto gente morir frente a ellos en centros de detención... ya sea en manos de milicias, de traficantes o tratantes de personas. Todo el mundo ha tenido esa experiencia... Así que estamos diciendo a las personas que es por su propia protección. Es peligroso estar allí. Hay soluciones en el camino".
El ACNUR ha intensificado sus operaciones en Níger, tanto para identificar y proteger a las personas de interés en situaciones de vulnerabilidad, como para ayudar al Gobierno de Níger a mejorar su capacidad para determinar las solicitudes de asilo. También está trabajando en estrecha colaboración con su socio, la Organización Internacional para las Migraciones, para llegar a las personas que pueden haber huido de la guerra o la persecución, para hacerles saber que el asilo es posible en Níger.
"Sé que he hecho mi parte como cristiano, advirtiéndoles sobre lo que sucede ahí fuera"
Como parte de una acción más amplia para abordar las causas del desplazamiento, la Agencia de la ONU para los Refugiados continúa ofreciendo su apoyo a los gobiernos para buscar soluciones políticas duraderas a los conflictos que provocan crisis humanitarias en la región y en todo el mundo.
Después de dos meses Daniel fue liberado por sus captores en las calles de Agadez. Allí ha encontrado un consuelo en la pequeña parroquia católica de la ciudad y su sacerdote, el padre Pascal, que aconseja a muchos migrantes y refugiados. Daniel ha encontrado el coraje para contar su historia y entregar un mensaje a aquellos que escucharán.
"He conocido a otras personas que quieren ir a Libia", dijo. "Les conté lo que he pasado. No sé si han ido de todos modos o no. Eso depende de ellos. Pero sé que he hecho mi parte como cristiano, advirtiéndoles sobre lo que sucede ahí fuera".
Por Michelle Hoffman