Refugiado cubano en Colombia
"Hace tres años llegué a Colombia por casualidad. Decidí salir de Cuba por mar junto a 14 personas más, con dirección hacia Cancún (México), para buscar la tranquilidad que no tenía en mi país. En el camino, la embarcación se dañó y nos dejó once días como náufragos en el mar. Afortunadamente apareció un buque de Luxemburgo que transportaba acero, y que iba con dirección hacia Cartagena. Allá, el vicecanciller de asuntos multilaterales de aquel tiempo nos estaba esperando. Apenas nos encontramos con él le hicimos la solicitud de asilo y el mismo día nos dieron el salvoconducto de permanencia.
Una semana después, estábamos en Bogotá, en el albergue de Pastoral Social en Chapinero. Allí pasé un tiempo y decidí irme a Cali, porque unos amigos de mis tíos me invitaron a estar un tiempo allá. Tres meses después, me llamaron para informarme de que ya tenía documentos. Entonces yo, un profesor de artes marciales que había participado en peleas toda la vida, empecé a trabajar en lo que me saliera. Así, pasé por un motel y por una distribuidora de carnes, hasta que me decidí a montar una carnicería con mis ahorros. Sin embargo, de un día para otro empezaron a cobrarme eso que llaman vacunas. Como yo no quería pagar, un motorizado llegó a visitarme un día a mi negocio y me puso una pistola en la cabeza, como para que viera que era real lo que decían, que en verdad me iban a matar. Por eso dejé todo y huí para Bogotá, como un desplazado interno".
Con el apoyo de ACNUR y la Pastoral Social, Mario está proyectándose como empresario, va a montar su restaurante de comida cubana y colombiana en un transitado sector de Bogotá, para empezar a estabilizarse en la capital y así tener la posibilidad de traer de visita al hijo que dejó en Cuba hace tres años y que hoy ya tiene 12 años. Mientras se concreta este sueño, Mario está aprendiendo en el restaurante de otro refugiado a manejar los utensilios de cocina para hacer ensaladas y otras cosas que no sabía preparar. Aunque, eso sí, es un experto en carnes y en comida cubana.
Pocos se han puesto en los zapatos de Mario. Pocos se han embarcado en una aventura por mar como la que él tuvo que vivir. En la actualidad hay cerca de 200 refugiados en Colombia. Muchos de ellos no han tenido más opción que abandonar su país para proteger sus derechos.
Ponerte en los zapatos del otro es el primer paso para lograr un mundo tolerante y justo.