Refugiados de Myanmar en Tailandia.
"No nos atrevemos a regresar. Tenemos miedo de que nos maten."
Naw Roza, mujer de 39 años de etnia Karen, y su marido, Saw K´Lu de 36 años, son de Myanmar y se encuentran en un campo de refugiados en el norte de Tailandia. Nunca han tenido una vida normal. Naw Roza tenía 5 años la primera vez que tuvo que huir. El ejército incendió su aldea y amenazaron con matar a todos los adultos.
Desde entonces, han sufrido trabajos forzosos, abusos y confiscaciones. A Saw K'Lu el ejército le obligó a trabajar como mozo para transportar munición, y cuando estuvo exhausto y se desplomó en el suelo, un soldado le apuñaló. El ejército les confiscaba las dos terceras partes del salario de su marido y les quedaba poco dinero para alimentar a sus ocho hijos, de entre 18 meses y 14 años. No podían soportar más palizas ni abusos y huyeron.
Llegaron a principios de marzo de 2011 al campo de refugiados y les dejaron quedarse en la casa de otra familia refugiada que se encontraba vacía en ese momento. La casa no estaba en buenas condiciones, pero no tenían dinero para hacer ninguna reparación. Tampoco estaban registrados en el campo y no recibían las raciones de comida. Vivían de las limosnas de otros refugiados.
En el campo de Mae La, donde está Naw Roza y su familia, viven cerca de 29.000 refugiados registrados y aproximadamente 16.000 no registrados, todos ellos de Myanmar.