La cafetería de California que siembra granos de esperanza para los refugiados
Un proyecto de integración a través del arte del buen café ofrece formación y empleo a los recién llegados a la Bahía de San Francisco.
Preparar cafés con leche en San Francisco no es precisamente lo que Samiullah Haidari esperaba al llegar a Estados Unidos como refugiado desde Afganistán.
"Quiero tener mi propio negocio, tal vez un restaurante, pero por algo se empieza y aquí estoy aprendiendo sobre la cultura del café en América" dice Haidari, de 20 años, que en junio empezó a trabajar en una cafetería de San Francisco tras completar el curso de formación de barista (especialista en café).
El programa lo gestionan los fundadores de la 1951 Coffee Company, una empresa sin ánimo de lucro con sede en Berkeley. La empresa ofrece formación y trabajo a refugiados reasentados en la Bahía de San Francisco.
"Los refugiados se enfrentan a tantas barreras, como la cultura o el idioma, cuando intentan solicitar un empleo, presentarse a una entrevista o llamar la atención de un jefe, que queremos ayudarles a que consigan trabajo", dice Doug Hewitt, uno de los cofundadores.
A Hewitt y a su socia, Rachel Taber, se les ocurrió la idea trabajando juntos en la oficina del Comité Internacional de Rescate (IRC, en sus siglas en inglés) en Oakland, California.
Mientras trabaja allí, Taber conoció a una joven familia siria que intentaba rehacer su vida. El padre tenía un alto nivel educativo, pero tuvo que conformarse con un trabajo por el que cobraba el salario mínimo.
"Congenié con la familia, y en ese momento me di cuenta de todos los recursos que yo tengo a mi alcance, pero ellos no", relata Taber, de 33 años.
"Para cuando tuvimos desarrollado el proyecto y firmado el alquiler, la crisis de refugiados en Europa apenas estaba empezando."
Varios meses después, en marzo de 2015, un amigo mencionó que la sala de estudiantes de la Primera Iglesia Presbiteriana de Berkeley no se estaba utilizando. Taber pensó que el espacio podría usarse como cafetería y le propuso la idea a Hewitt, de 35 años, que había trabajado como tostador de café antes unirse al IRC.
"Para cuando tuvimos desarrollado el proyecto y firmado el alquiler, la crisis de refugiados en Europa apenas estaba empezando", cuenta Hewitt. "Llevábamos trabajado con refugiados desde hacía años".
El nombre de la cafetería es un tributo a la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, un texto jurídico firmado por 144 Estados que define el término "refugiado" y establece los derechos de los desplazados, así como las obligaciones legales de los Estados para protegerlos.
Está previsto que la cafetería de Berkeley abra sus puertas en septiembre, cuando termine la reforma; mientras tanto, Taber y Hewitt han empezado con el programa de formación en la cafetería de la Iglesia de la Regeneración en Oakland. Desde el 1 de julio, 19 estudiantes –de Afganistán, Eritrea, Somalia, Vietnam, Pakistán, Guatemala, Mongolia y Myanmar– han completado el curso, de 40 horas.
El plan de estudios incluye, entre otros aspectos, la correcta extracción del expresso, la preparación de diferentes tipos de café, atención al cliente y normativa de salubridad e higiene. Taber asegura que los estándares son conformes a los de la Asociación de Cafés Especiales de América, una organización sin ánimo de lucro con miembros en más de 40 países.
"En Afganistán bebemos té", dice Haidari. "Preparar todos estos tipos diferentes de café ha sido algo nuevo para mí".
"En Afganistán bebemos té. Preparar todos estos tipos diferentes de café fue algo nuevo para mí."
Thanh Tran, un solicitante de asilo vietnamita de 31 años, era diseñador de interiores en la ciudad de Ho Chi Minh. "En Vietnam nunca había preparado una taza de café" dice. "Sin la formación, no sabría cómo usar todas estas máquinas", añade señalando a una moderna máquina de expreso.
Igualmente importante resulta el hecho de que el programa de formación ofrezca a los alumnos la oportunidad de entrar en contacto con potenciales empleadores.
"Hablamos con dueños y gerentes de cafeterías para recomendar a nuestros alumnos y que conozcan sus personalidades, su cultura y su potencial", dice Hewitt. "Es como una carta de recomendación, algo que para los refugiados recién llegados es, muchas veces, difícil conseguir".
No todos los participantes aspiran a ser baristas, pero Hewitt y Taber señalan que la formación, la sensación de formar parte de la comunidad y el apoyo que ofrecen puede ayudar a los refugiados y solicitantes de asilo a ganar la confianza necesaria para solicitar otros trabajos.
En junio, Haidari consiguió una entrevista con Blue Bottle Coffee en San Francisco, una empresa especializada en el tueste y venta al por menor de café alta gama con sede en California. Una antigua compañera en la 1951 Coffee Company le acompañó.
"Era la primera vez que iba a la ciudad y estaba preocupado por encontrar el lugar y por la entrevista, pero ella venía conmigo", dice Haidari, quien había estudiado Inglés y Empresariales en Kabul. Cuenta que su padre trabajaba como chófer para la Embajada de Estados Unidos allí, pero que empezaron a recibir amenazas por ello. Haidari llegó la Bahía con sus padres y hermanos en abril.
Según Taber, construir relaciones entre los refugiados y las comunidades donde viven es primordial para el éxito del proceso de reasentamiento. Hewitt y ella diseñaron la cafetería para educar a los clientes sobre las difíciles travesías que muchos refugiados han tenido que hacer para alcanzar la seguridad y poder empezar de nuevo.