Angola

Lo más importante

Fotos: Brian Sokol

Si el conflicto destruyera tu país y te obligara a huir para salvar tu vida, ¿qué llevarías contigo?

5 de febrero de 2016

Sus historias

Angola

Lo más importante

Fotos: Brian Sokol

Si el conflicto destruyera tu país y te obligara a huir para salvar tu vida, ¿qué llevarías contigo?

5 de febrero de 2016

Sus historias

Huyeron de Angola casi con las manos vacías. Ahora que finalmente están regresando a casa, algunos después de décadas en el exilio, 11 refugiados presentan sus pertenencias más preciadas.

Si la guerra y la violencia destruyeran tu país y te obligara a huir para salvar tu vida, ¿qué llevarías contigo?

El fotógrafo Brian Sokol, que trabaja con el personal de ACNUR en todo el mundo, ha planteado esta pregunta a cientos de personas que han experimentado este terror de primera mano. El proyecto fotográfico resultante, “Lo más importante”, proporciona respuestas sorprendentes y reflexivas a esta pregunta.

Esta entrega se centra en los refugiados angoleños que huyeron hace 50 años a la República Democrática del Congo (RDC). Sorprendentemente, muchos todavía poseen los artículos que tomaron cuando huyeron, habiéndolos salvado como recordatorios de seres queridos perdidos o recuerdos de una forma de vida pasada. Con Angola en paz desde 2002, muchos refugiados esperan llevar estos objetos de vuelta a casa para cerrar un círculo.

Los sujetos anteriores de este proyecto incluyen a refugiados malienses en Burkina Faso; sirios en Turquía, Líbano y Jordania; sudaneses en el Sudán del Sur; y centroafricanos en la República Democrática del Congo.

Si la guerra y la violencia destruyeran tu país y te obligara a huir para salvar tu vida, ¿qué llevarías contigo?

El fotógrafo Brian Sokol, que trabaja con el personal de ACNUR en todo el mundo, ha planteado esta pregunta a cientos de personas que han experimentado este terror de primera mano. El proyecto fotográfico resultante, “Lo más importante”, proporciona respuestas sorprendentes y reflexivas a esta pregunta.

Esta entrega se centra en los refugiados angoleños que huyeron hace 50 años a la República Democrática del Congo (RDC). Sorprendentemente, muchos todavía poseen los artículos que tomaron cuando huyeron, habiéndolos salvado como recordatorios de seres queridos perdidos o recuerdos de una forma de vida pasada. Con Angola en paz desde 2002, muchos refugiados esperan llevar estos objetos de vuelta a casa para cerrar un círculo.

Los sujetos anteriores de este proyecto incluyen a refugiados malienses en Burkina Faso; sirios en Turquía, Líbano y Jordania; sudaneses en el Sudán del Sur; y centroafricanos en la República Democrática del Congo.

Maria, 66 años

Con eso estoy en paz.

 

Maria dice que esta cruz es lo más importante que llevó consigo cuando huyó de Angola en 1962. “Con ella estoy en paz. Si no tuviera esta cruz, no estaría aquí hoy. Salvó mi vida y las de mis hijos”. Recuerda cómo los soldados en Angola vinieron y mataron a su esposo delante de ella. Las lágrimas llenan sus ojos mientras describe la escena más de 50 años después. Ella y sus hijos, la menor de nueve días, huyeron inmediatamente al bosque, donde vivieron de la tierra y bebieron agua de lluvia durante siete meses antes de cruzar al país que ahora se conoce como República Democrática del Congo. Si tuviera que huir de nuevo, dice, la cruz es lo primero que tomaría.

Maria, 66 años

Con eso estoy en paz”. 

Maria dice que esta cruz es lo más importante que llevó consigo cuando huyó de Angola en 1962. “Con ella estoy en paz. Si no tuviera esta cruz, no estaría aquí hoy. Salvó mi vida y las de mis hijos”. Recuerda cómo los soldados en Angola vinieron y mataron a su esposo delante de ella. Las lágrimas llenan sus ojos mientras describe la escena más de 50 años después. Ella y sus hijos, la menor de nueve días, huyeron inmediatamente al bosque, donde vivieron de la tierra y bebieron agua de lluvia durante siete meses antes de cruzar al país que ahora se conoce como República Democrática del Congo. Si tuviera que huir de nuevo, dice, la cruz es lo primero que tomaría.

Antonio, 53 años

Quiero que aprendan de mi historia”.

Huérfano a los 12 años, Antonio fue reclutado a la fuerza como un niño soldado en la sangrienta guerra civil de Angola y dice que lideró a 150 niños soldados, algunos de ellos de tan solo seis años. “Era un soldado, y … hice lo que hice para seguir vivo”. Después de dos batallas, él desertó. Durante más de un año vivió de la tierra, cazando búfalos y antílopes con su arma. Finalmente, llegó a la República Democrática del Congo, que en aqeuel entonces se llamaba Zaire. “Solo después de dejar a Angola por Zaire, me hice sabio. Cuando crucé la frontera, fue como comenzar una nueva vida. Todo lo de antes se quedó en Angola”. Antonio dice que lo más importante que trajo consigo es su historia. “Mi familia murió, y sufrí mucho. No quiero que mis hijos sufran. Les digo que miren cómo era mi vida, qué errores cometí y cómo ahora no puedo ir a casa … quiero que aprendan de mi historia”.

Antonio, 53 años

“Quiero que aprendan de mi historia”.

Huérfano a los 12 años, Antonio fue reclutado a la fuerza como un niño soldado en la sangrienta guerra civil de Angola y dice que lideró a 150 niños soldados, algunos de ellos de tan solo seis años. “Era un soldado, y … hice lo que hice para seguir vivo”. Después de dos batallas, él desertó. Durante más de un año vivió de la tierra, cazando búfalos y antílopes con su arma. Finalmente, llegó a la República Democrática del Congo, que en aqeuel entonces se llamaba Zaire. “Solo después de dejar a Angola por Zaire, me hice sabio. Cuando crucé la frontera, fue como comenzar una nueva vida. Todo lo de antes se quedó en Angola”. Antonio dice que lo más importante que trajo consigo es su historia. “Mi familia murió, y sufrí mucho. No quiero que mis hijos sufran. Les digo que miren cómo era mi vida, qué errores cometí y cómo ahora no puedo ir a casa … quiero que aprendan de mi historia”.

Edward, 37 años

Puedo contarles a mis hijos la historia de nuestra familia a través de esta jarra, llamada pidi”.

Los combates llegaron a la ciudad donde vivía Edward en Angola en 1993, cuando tenía 16 años. Su familia huyó cuando un cohete explotó a dos kilómetros de su casa. Tomaron esta jarra pidi, llena de carne de búfalo, para alimentarse en su viaje. Edward recuerda haber visto muchos cadáveres mientras huían y escuchar noticias de vecinos que habían sido asesinados. Cuando cruzó la frontera hacia Zaïre, ahora llamado DRC, se sintió aliviado de estar vivo, triste por haber perdido a tantos seres queridos y preocupado por lo que esta nueva vida le depararía. “Puedo contarles a mis hijos la historia de nuestra familia a través de este pidi. Es lo único que nos queda de ese viaje. Con suerte lo tomaremos cuando volvamos a Angola en el futuro”. En el exilio, Edward logró obtener un título en ingeniería eléctrica. “Soy suertudo. No todos los refugiados recibieron una educación”.

Elizabeth, 72 años

“Puedo contarles a mis hijos la historia de nuestra familia a través de esta jarra, llamada pidi”.

Los combates llegaron a la ciudad donde vivía Edward en Angola en 1993, cuando tenía 16 años. Su familia huyó cuando un cohete explotó a dos kilómetros de su casa. Tomaron esta jarra pidi, llena de carne de búfalo, para alimentarse en su viaje. Edward recuerda haber visto muchos cadáveres mientras huían y escuchar noticias de vecinos que habían sido asesinados. Cuando cruzó la frontera hacia Zaïre, ahora llamado DRC, se sintió aliviado de estar vivo, triste por haber perdido a tantos seres queridos y preocupado por lo que esta nueva vida le depararía. “Puedo contarles a mis hijos la historia de nuestra familia a través de este pidi. Es lo único que nos queda de ese viaje. Con suerte lo tomaremos cuando volvamos a Angola en el futuro”. En el exilio, Edward logró obtener un título en ingeniería eléctrica. “Soy suertudo. No todos los refugiados recibieron una educación”.

Francisco, 54 años

“Con estos, nunca pasaré hambre”.

Francisco, que nació y creció en el exilio, no duda cuando le preguntan si se siente un poco congoleño. “Mi respuesta es clara como el agua. Solo puedo reclamar una nacionalidad: soy angoleño”. Un zapatero que aprendió el oficio de su tío materno, Francisco regresó a su Angola natal en 1977. Pero cuando la guerra volvió a estallar en 1992, se vio obligado a huir a Zaïre, ahora RDC. “Lo perdí todo. Mi tienda, mis documentos de educación. Todo”. Francisco dice que los artículos más importantes que trajo consigo fueron sus pequeños alicates y el martillo de zapatero. “Con estos, nunca pasaré hambre”, dice.

Francisco, 54 años

“Con estos, nunca pasaré hambre”.

Francisco, que nació y creció en el exilio, no duda cuando le preguntan si se siente un poco congoleño. “Mi respuesta es clara como el agua. Solo puedo reclamar una nacionalidad: soy angoleño”. Un zapatero que aprendió el oficio de su tío materno, Francisco regresó a su Angola natal en 1977. Pero cuando la guerra volvió a estallar en 1992, se vio obligado a huir a Zaïre, ahora RDC. “Lo perdí todo. Mi tienda, mis documentos de educación. Todo”. Francisco dice que los artículos más importantes que trajo consigo fueron sus pequeños alicates y el martillo de zapatero. “Con estos, nunca pasaré hambre”, dice.

Lumona, 26 años

Me encanta porque es arte”.

Lumona dice que si huyera de nuevo y solo pudiera llevar una cosa con ella, sería su retrato pintado por un amigo hace 10 años. “Me encanta porque es arte. No es una fotografía. Alguien se tomó el tiempo para dibujarme. Es hermoso y me hace feliz, y estoy segura de que verlo también hace felices a los demás”.

Lumona, 26 años

Me encanta porque es arte”.

Lumona dice que si huyera de nuevo y solo pudiera llevar una cosa con ella, sería su retrato pintado por un amigo hace 10 años. “Me encanta porque es arte. No es una fotografía. Alguien se tomó el tiempo para dibujarme. Es hermoso y me hace feliz, y estoy segura de que verlo también hace felices a los demás”.

Elizabeth, 72 años

Fue un regalo de mi pastor el día de mi bautismo”.

Elizabeth dice que su Biblia es lo más importante que llevó consigo cuando huyó de la guerra en Angola. Es lo único que tiene de ese viaje hace 52 años. “Fue un regalo de mi pastor el día de mi bautismo”, dice ella. Aunque encontró seguridad en el país que ahora se llama RDC, vivir en el exilio ha sido difícil. Madre de siete hijos, ha estado separada por años de varios miembros de la familia y lucha con la sensación de que no tiene un hogar real. “En este mundo, suceden cosas malas, pero en la Biblia puedes encontrar palabras que te ayuden”.

Elizabeth, 72 años

“Fue un regalo de mi pastor el día de mi bautismo”.

Elizabeth dice que su Biblia es lo más importante que llevó consigo cuando huyó de la guerra en Angola. Es lo único que tiene de ese viaje hace 52 años. “Fue un regalo de mi pastor el día de mi bautismo”, dice ella. Aunque encontró seguridad en el país que ahora se llama RDC, vivir en el exilio ha sido difícil. Madre de siete hijos, ha estado separada por años de varios miembros de la familia y lucha con la sensación de que no tiene un hogar real. “En este mundo, suceden cosas malas, pero en la Biblia puedes encontrar palabras que te ayuden”.

Isabelle, 53 años

Me recordaría a mi pequeña habitación en Kinshasa”.

Cuando le preguntaron qué llevaría con ella si la obligaran a huir de nuevo, Isabelle piensa por un momento y señala un llavero de cebra de juguete que cuelga de la pared. “Traería esto porque me recordaría a mi pequeña habitación en Kinshasa”, dice ella. Nacida en Angola, Isabelle ha sido desplazada dos veces por la guerra al país que ahora se conoce como RDC, primero como niña, y nuevamente después de que estalló la guerra civil en 1992. Ahora, madre de seis hijos, se gana la vida en la capital de la RDC. Kinshasa, a cargo de una pequeña tienda en la carretera que vende té, yuca, pan y pescado seco. “Tengo un pequeño negocio. Sé cómo ganar dinero donde quiera que vaya”.

Isabelle, 53 años

“Me recordaría a mi pequeña habitación en Kinshasa”.

Cuando le preguntaron qué llevaría con ella si la obligaran a huir de nuevo, Isabelle piensa por un momento y señala un llavero de cebra de juguete que cuelga de la pared. “Traería esto porque me recordaría a mi pequeña habitación en Kinshasa”, dice ella. Nacida en Angola, Isabelle ha sido desplazada dos veces por la guerra al país que ahora se conoce como RDC, primero como niña, y nuevamente después de que estalló la guerra civil en 1992. Ahora, madre de seis hijos, se gana la vida en la capital de la RDC. Kinshasa, a cargo de una pequeña tienda en la carretera que vende té, yuca, pan y pescado seco. “Tengo un pequeño negocio. Sé cómo ganar dinero donde quiera que vaya”.

Sebastian, 65 años

“Mi padre me dio su chaqueta para mantenerme caliente”.

Sebastián tenía siete años la noche en que su familia, que había huido de la guerra de independencia de Angola, llegó al país que ahora se conoce como RDC. Unos 60 años después, recuerda: “Hacía frío y mi padre me dio su chaqueta para mantenerme caliente. La llevaba puesta mientras cruzábamos la frontera. Cuando veo ese traje, incluso ahora que estamos hablando de eso, pienso en Angola. El día que pueda volver a entrar en Angola, lo tendré, y recordaré a mi padre. Lo usaré porque ahora yo soy padre”.

Sebastian, 65 años

Mi padre me dio su chaqueta para mantenerme caliente”.

Sebastián tenía siete años la noche en que su familia, que había huido de la guerra de independencia de Angola, llegó al país que ahora se conoce como RDC. Unos 60 años después, recuerda: “Hacía frío y mi padre me dio su chaqueta para mantenerme caliente. La llevaba puesta mientras cruzábamos la frontera. Cuando veo ese traje, incluso ahora que estamos hablando de eso, pienso en Angola. El día que pueda volver a entrar en Angola, lo tendré, y recordaré a mi padre. Lo usaré porque ahora yo soy padre”.

Sebastio, 55 años

Este documento prueba que mis hijos son de Angola”.

Sebastio, ex soldado de Angola, huyó al enterarse de que su vida corría peligro. Aunque tiene miedo de regresar, todavía lo considera su hogar. Si se viera obligado a huir nuevamente para salvar su vida, dice, lo más importante para su familia es el documento que tiene en este retrato, un Billet de Composition Familiale. “Esto es una prueba de que soy refugiado”, dice. “Sin eso, podría ser arrestado, mis hijos podrían ser expulsados, o su madre los tomaría y se convertirían en congoleños. Este documento prueba que mis hijos son de Angola”.

Sebastio, 55 años

“Este documento prueba que mis hijos son de Angola”.

Sebastio, ex soldado de Angola, huyó al enterarse de que su vida corría peligro. Aunque tiene miedo de regresar, todavía lo considera su hogar. Si se viera obligado a huir nuevamente para salvar su vida, dice, lo más importante para su familia es el documento que tiene en este retrato, un Billet de Composition Familiale. “Esto es una prueba de que soy refugiado”, dice. “Sin eso, podría ser arrestado, mis hijos podrían ser expulsados, o su madre los tomaría y se convertirían en congoleños. Este documento prueba que mis hijos son de Angola”.

Edward, 73 años

¿Me veo como un hombre que no trabaja?”

La familia de Edward huyó de Angola en algún momento entre 1958 y 1961, pero muchos detalles del viaje siguen vívidamente claros. “Éramos cinco y yo tenía yuca y nuez molida. Mi madre llevaba ropa y una bolsa de mandioca. Pateé un árbol cuando caminábamos por el bosque, y el dedo del pie se secó y se cayó en el camino”. Después de más de 50 años, se está preparando para regresar a casa. Cuando le preguntaron sobre lo más importante que llevaría consigo, levanta sus dos manos fuertes y dice: “¿Me veo como un hombre que no trabaja? Necesito estos, sólo estos. Uno para un machete, el otro para sostener una azada”. Extrañará la hospitalidad congoleña, pero se siente emocionado de volver a casa. “Estoy feliz porque voy a trabajar en la misma tierra que trabajó mi padre”. Planea cultivar frijoles, nueces molidas y yuca.

Edward, 73 años

¿Me veo como un hombre que no trabaja?”

La familia de Edward huyó de Angola en algún momento entre 1958 y 1961, pero muchos detalles del viaje siguen vívidamente claros. “Éramos cinco y yo tenía yuca y nuez molida. Mi madre llevaba ropa y una bolsa de mandioca. Pateé un árbol cuando caminábamos por el bosque, y el dedo del pie se secó y se cayó en el camino”. Después de más de 50 años, se está preparando para regresar a casa. Cuando le preguntaron sobre lo más importante que llevaría consigo, levanta sus dos manos fuertes y dice: “¿Me veo como un hombre que no trabaja? Necesito estos, sólo estos. Uno para un machete, el otro para sostener una azada”. Extrañará la hospitalidad congoleña, pero se siente emocionado de volver a casa. “Estoy feliz porque voy a trabajar en la misma tierra que trabajó mi padre”. Planea cultivar frijoles, nueces molidas y yuca.

Kabamba, 29 años

Ella no puede volver conmigo porque todavía no estamos casados”.

Una mañana de 1992, Kabamba y su padre cocinaban una tortilla afuera de su casa en Angola mientras su madre y sus hermanas trabajaban en los campos. Llegaron algunos hombres que llevaban machetes, arrastraron a su padre y lo asesinaron. Luego obligaron a Kabamba a sentarse en la sartén de aceite abrasador hasta que perdió el conocimiento. Cuando llegó, estaba en los brazos de su madre cuando ella huía con sus ocho hermanos a Zaïre, ahora RDC. Hoy las cosas son diferentes en Angola, y muchos refugiados han regresado. “Personalmente, no quiero volver. Pero no puedo sobrevivir solo aquí, y toda mi familia está regresando”. Lo más importante que Kabamba llevará consigo es una foto de su novia embarazada, que debe quedarse atrás por ahora. “Ella no puede ir conmigo porque todavía no estamos casados, y no puede ser incluida como miembro de la familia. En la cultura de acá, no puedes casarte con una chica embarazada. Tenemos que esperar hasta después del nacimiento para comenzar el proceso de matrimonio”.

Kabamba, 29 años

Ella no puede volver conmigo porque todavía no estamos casados”.

Una mañana de 1992, Kabamba y su padre cocinaban una tortilla afuera de su casa en Angola mientras su madre y sus hermanas trabajaban en los campos. Llegaron algunos hombres que llevaban machetes, arrastraron a su padre y lo asesinaron. Luego obligaron a Kabamba a sentarse en la sartén de aceite abrasador hasta que perdió el conocimiento. Cuando llegó, estaba en los brazos de su madre cuando ella huía con sus ocho hermanos a Zaïre, ahora RDC. Hoy las cosas son diferentes en Angola, y muchos refugiados han regresado. “Personalmente, no quiero volver. Pero no puedo sobrevivir solo aquí, y toda mi familia está regresando”. Lo más importante que Kabamba llevará consigo es una foto de su novia embarazada, que debe quedarse atrás por ahora. “Ella no puede ir conmigo porque todavía no estamos casados, y no puede ser incluida como miembro de la familia. En la cultura de acá, no puedes casarte con una chica embarazada. Tenemos que esperar hasta después del nacimiento para comenzar el proceso de matrimonio”.

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