Las lluvias monzónicas evidencian las necesidades de los refugiados rohingya
El Secretario General de la ONU y el Presidente del Banco Mundial se dirigen a Bangladesh para buscar apoyo para casi un millón de refugiados rohingya que enfrentan un desplazamiento constante desde Myanmar.
Hamida Khatun, de 25 años, se sienta con Senuara, de seis meses, fuera de su albergue en el asentamiento de refugiados de Kutapalong.
© ACNUR / Adam Dean
En su albergue con suelo de barro que se adhiere a una empinada ladera, Ayesha Begum teme el sonido del trueno.
“Solo haría falta una tormenta para llevarnos a todos”, dice la viuda rohingya, mientras la lluvia cae inquietante sobre el techo de lonas de la frágil choza que ella comparte con sus cinco hijos y dos hijas.
“Me siento asustada por mis hijos. Estamos a merced de dios”, dice ella.
Ayesha, de 45 años, es una de los cientos de miles de mujeres, niños, niñas y hombres que huyeron de la mortal violencia en Myanmar desde agosto del año anterior. Sus vidas aún están en riesgo, debido a las inundaciones monzónicas y los deslizamientos en el asentamiento de refugiados más grande del mundo.
“Solo haría falta una tormenta para llevarnos a todos”.
Su vecina, Hamida Khatun, tiene 25 años y es madre de seis niños. Ella vive en una choza de bambú con techo de plástico apoyado por sacos de arena y raíces de árboles enredados en el borde de un barranco fangoso.
“Hemos hecho todo lo posible para asegurarlo, pero tenemos miedo. Necesitamos ayuda”, dice Hamida, sujetando fuertemente a su hija de seis meses, Senuara.
Este domingo, el Secretario General de la ONU, António Guterres y el Presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, iniciaron su gira de dos días por Bangladesh, para buscar apoyo para casi un millón de refugiados rohingya en necesidad, como Ayesha y Hamida, así como para las comunidades de acogida en uno de los países más propensos a desastres naturales. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, y la Directora Ejecutiva del Fondo de la ONU para la Población, Natalia Kanem, también formaron parte de la delegación.
Los refugiados que huyeron de la represión de la seguridad en el estado de Rakhine, en Myanmar, en agosto pasado, informaron sobre aldeas incendiadas, asesinatos y violaciones. Diez meses después, los rohingya, una minoría musulmana a la que se le negó la ciudadanía y los derechos básicos en su natal Myanmar, todavía están fuera de sus hogares.
Kim y Guterres sostendrán reuniones bilaterales con las autoridades en Dhaka para iniciar discusiones sobre el apoyo a mediano plazo que necesitan los refugiados y quienes les acogen, y para dinamizar el apoyo de los donantes a un plan clave de ayuda humanitaria de 950 millones de dólares que sigue siendo financiado en un 26%.
Días antes de la visita, el Banco Mundial anunció cerca de 500 millones de dólares en apoyo basado en donaciones para ayudar a Bangladesh a abordar las necesidades de los refugiados rohingya y las comunidades de acogida en áreas que incluyen salud, educación, agua y saneamiento.
El lunes, el Secretario General y el jefe del Banco Mundial visitarán las comunidades rohingya y los trabajadores humanitarios en el distrito de Cox’s Bazar, donde un impulso del gobierno de Bangladesh, agencias de la ONU y socios humanitarios está en pleno apogeo para salvaguardar a 42.000 personas en riesgo por la temporada del monzón. Unos 18.000 refugiados ya han sido reubicados en un terreno más seguro.
Hasta ahora, las tormentas han causado al menos 315 incidentes denunciados, incluidos 140 deslizamientos de tierra, que han causado lesiones a 33 y matado al menos a un refugiado. Más de 29.000 personas en el extenso asentamiento de refugiados hasta ahora se han visto afectadas por los fuertes vientos que golpean sus frágiles albergues. Cerca de 2.900 han sido desplazados.
La delegación de alto nivel visitará un sitio al oeste del asentamiento principal donde se ha nivelado la tierra, se han agregado instalaciones que incluyen bombas de agua y letrinas, y 400 nuevos albergues construidos para recibir a los refugiados reubicados. Entre los recién llegados está Taslima Begum, una madre de dos niños cuya casa fue arrastrada por un torrente de lodo unos días antes.
“Estamos a salvo por fin. Finalmente puedo dormir profundamente”, dice, instalándose en un nuevo hogar con sólidas paredes de bambú y una linterna solar sobre la puerta.
La delegación también se reunirá con mujeres y niñas que conforman más de la mitad de las que huyeron de Myanmar, escapando de lo que un funcionario de la ONU calificó de “frenesí de violencia sexual”.
Desde que comenzó la crisis, miles de bebés nacieron en los extensos asentamientos de refugiados en el sureste de Bangladesh, muchos de ellos sin parteras capacitadas. Muchos de los partos fueron asistidos por un equipo de casi 80 parteras del UNFPA, aunque actualmente un poco más de la quinta parte de las mujeres y niñas rohingya embarazadas dan a luz en centros de salud.
“Hay muchas, muchas mujeres rohingyas con gran necesidad de apoyo, que no tenían acceso a la atención médica en Myanmar”, dice la partera supervisora del UNFPA, Nirea Khatun. “Han sufrido muchos tipos de violencia y continúan necesitando apoyo mental, así como albergue y seguridad”.
Para atender sus necesidades, el equipo médico de una clínica de atención primaria en Kutupalong, donde trabaja Khatun, ofrece una gama de servicios que van desde atención de la salud reproductiva, incluidos chequeos prenatales y partos seguros, hasta asesoramiento en casos de violación.
“Queremos regresar a Myanmar lo antes posible, pero solo si nos otorgan plenos derechos como ciudadanos”.
Meses después de la crisis, alrededor de 50 refugiados rohingya por semana continúan llegando a Bangladesh. Los recién llegados incluyen a Mohammad Rafique, de 25 años, un vendedor de madera que huyó en mayo de lo que dijo eran constantes amenazas y hostigamiento por parte del ejército.
Las condiciones actuales en Myanmar no permiten un retorno seguro y digno. ACNUR y PNUD acordaron recientemente con el Gobierno de Myanmar comenzar a crear esas condiciones y preservar el derecho de los refugiados rohingya de regresar a Myanmar si así lo deciden. Pero hasta que se den las condiciones para un retorno voluntario y sostenible, los refugiados como Mohammad Rafique y las comunidades de acogida en Bangladesh seguirán necesitando el apoyo de la comunidad internacional.
“Queremos regresar a Myanmar lo antes posible”, dijo Mohammad, sentado en una tienda de campaña en el centro de tránsito de ACNUR cerca de Kutupalong, rodeado de su familia extensa, “pero solo si nos otorgan plenos derechos como ciudadanos. Queremos ser libres”.