Centenares de personas hacen cola para empezar el proceso de verificación de refugiados en Uganda
Funcionarios y voluntarios luchan contra el tiempo para movilizar recursos y personal para el lanzamiento del vasto ejercicio a escala nacional.
Verificación de datos de refugiados procedentes de la República Democrática del Congo.
© ACNUR/Michele Sibiloni
Más de un millón de refugiados que huyeron de la guerra y la persecución para alcanzar la seguridad en Uganda están siendo verificados en el mayor ejercicio de este tipo de la historia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.
En el asentamiento para refugiados de Oruchinga, hasta 3.000 personas al día ya están pasando por una serie de tiendas de campaña donde se comprueban sus datos como parte del programa piloto.
En el día de su lanzamiento, cientos de personas llegan a la salida del sol mientras funcionarios del gobierno se preparan para escanear sus huellas dactilares y sus iris. El objetivo es garantizar que estén inscritos correctamente y que reciban la protección y la asistencia que necesitan.
Además del personal de ACNUR y del Programa Mundial de Alimentos, voluntarios de la comunidad de refugiados también echan una mano. Jenipher Mutamba, que huyó de la República Democrática del Congo en 2011, está preparada para recibir a los refugiados en la entrada.
"Por favor", dice con una sonrisa, "permítanme guiarles".
La tienda de recepción
Gabrielle Low camina resueltamente por la tienda blanca de recepción mientras personal de ACNUR instala sus mesas a su alrededor. "¿Cinta adhesiva y tijeras?", les pregunta a sus colegas con urgencia. "¿Todo el mundo tiene cinta adhesiva y tijeras?"
Ha sido una carrera contra el tiempo para movilizar los recursos, la infraestructura y el personal necesarios para llevar a cabo el ejercicio. Hoy es el día del lanzamiento y para los 64 trabajadores de ACNUR y del gobierno, el trabajo duro no ha hecho más que empezar.
"Ver este lugar transformarse de un campo de futbol vacío a lo que es ahora ha sido increíble", dice Gabrielle, una de los funcionarios de ACNUR sobre el terreno que están aquí para asegurarse de que todo funciona como un reloj.
A mediodía, los refugiados empiezan a filtrarse en la tienda, sujetando sus tarjetas de racionamiento y su formulario de inscripción en carteras de plástico. Andrew Hopkins, que organiza la sección de ACNUR de gestión de identidad e inscripción, está entre los trabajadores que esperan para recibirlos.
Andrew escaneará un código de barras en sus formularios para ver los archivos, identificar a los miembros de la familia y registrar cualquier asunto que requiera una visita al área de litigios para una clarificación adicional, por ejemplo, si hay recién nacidos que aún no constan en las listas o si miembros de la familia están ahora viviendo separados.
"Poner en pie un sistema como este y un proceso como este no es posible sin el esfuerzo de múltiples agencias y múltiples agentes interesados", dice el canadiense de pelo canoso, que lleva casi 20 años trabajando con ACNUR. Como siempre, está preparado para el reto. "Es fantástico organizar esto – me encanta".
El área de litigios
Desplomándose en una de las sillas de plástico blanco en el área de litigios, Garasiya Mukamparirwa, de 54 años y madre de tres hijos, suspira aliviada. Una motocicleta la golpeó mientras caminaba por la carretera el día de Navidad, ahora utiliza unas incómodas muletas de madera, y cada movimiento que hace es agotador.
En una de las mesas, trabajadores del gobierno están inscribiendo a Garasiya como persona extremadamente vulnerable (PEV). Con su familia, que huyó de Ruanda en 1995, hoy se hará un seguimiento rápido en el proceso de verificación.
"Cada semana tengo que volver al hospital", dice. "Los doctores me dijeron que comprara analgésicos para la pierna, pero cuestan 20.000 chelines ugandeses (5,50 dólares estadounidenses) y no me lo puedo permitir".
La escayola de su pierna rota no es la única razón por la que Garasiya y su esposo Joseph visitan el centro de salud en el asentamiento de Oruchinga. Ambos viven con el VIH desde hace décadas, desde que fueron diagnosticados en 2001. "Estaba muy enferma, con fiebre y escalofríos, me salían llagas en la boca y tenía muchos dolores de cabeza", dice. "Así es que me hice la prueba y me dijeron que tenía el VIH".
Su hija mayor, Angelique, de 23 años, se siente responsable tanto de sus padres como de su hijo de un año, Divini. "Dejé la escuela para cuidar a mi madre y a mi padre", dice. "Me hubiera gustado volver, pero no tengo manera de pagar los gastos de escolaridad".
El ejercicio de verificación biométrica de hoy significa que los refugiados recibirán las raciones de comida que les corresponden. Garasiya sabe cuán importante es esto.
"Vamos al centro de salud cada semana para que nos den las pastillas, pero necesitamos comida nutritiva, y no tener que ir al huerto a cavar", dice. "Fuimos a una reunión y nos dijeron por qué están recogie4ndo estos datos. Han cambiado el sistema y eso nos ayudará a obtener comida."
La tienda de verificación
Hace solo siete días que Robert Byaruhanga se unió a ACNUR. Ayer aún estaba familiarizándose con su tarea y observando a una colega, Winnie Mugisa. Hoy, bajo la lona blanca de la tienda de verificación, está armado con todo el conocimiento que necesita para desempeñar su tarea él solo.
"Ayer, Winnie me ayudó mientras yo procesaba a 12 personas y la cosa fue bien", dice en su mesa, donde un lector de huellas dactilares, un escáner del iris, una cámara web y un ordenador portátil están a punto para registrar los datos. "Estoy muy entusiasmado por trabajar con ACNUR, me gusta mucho. Voy a hacer un montón de trabajo hoy".
Winnie, una ugandesa que se unió a ACNUR en 2007 y ayudó a guiar a Robert durante la primera semana de él en la Agencia, también está lista para abordar la enorme empresa. Como muchos de sus colegas, es enviada, con regularidad desde su oficina local de ACNUR, en la norteña región de Arua, a dirigir ejercicios como estos.
"Estamos acostumbrados a las grandes multitudes, pero hoy vamos a estar muy ocupados", dice. "La verificación es muy importante. Necesitamos tener un sistema, un estándar".
Como sus colegas, Robert y Winnie pasarán el día asegurándose de que la base de datos del gobierno está actualizada, verificando información como nombres, edades y fechas de llegada, y tomando fotografías y huellas dactilares. Ambos están seguros de su trabajo. Entonces dos bebés rompen a llorar y Winnie sonríe y mueve la cabeza. "¡Oh, oh!", advierte. "¡Hoy es un día de llantos!"
La tienda de documentación
Innocent Kwizera entrecierra los ojos ante la luz del sol mientras se enfunda un chaleco de alta visibilidad y se prepara para entrar en la tienda de documentación. Habla cinco idiomas y se ha presentado voluntario para traducir para los refugiados, con un sueldo de 15.000 chelines (4 dólares estadounidenses) al día.
"Hablo ruandés, francés, swahili, inglés y kirundi", dice. "En la formación que ACNUR nos ha ofrecido, nos explican que debemos traducir exactamente lo que la persona está diciendo, mantener la confidencialidad y ser pacientes".
Innocent, de 27 años, ayuda al personal de ACNUR y del gobierno a comunicarse con los refugiados, cambiando de idioma fácilmente. Dentro de la tienda de documentación, en el último paso del proceso, los refugiados reciben nuevas cartillas de racionamiento y un certificado que garantizan que recibirán la protección y asistencia que necesitan.
Innocent es también un refugiado. Había estudiado tecnología de la información en Bujumbura, Burundi. En 2012, se vio obligado a huir después de que sus padres murieran en un accidente de coche. Innocent dice que fueron asesinados por el gobierno por formar parte de la oposición política.
"También me querían matar a mí", dice. "un día, el año pasado, vinieron a verme dos personas y me dijeron que debería volver con ellos y matar a las personas que asesinaron a os padres. Les dije que no, e informé a ACNUR".
Mueve la cabeza, con tristeza. "Nunca podré volver".
Por Kate Bond
Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.