Refugiado de Sudán del Sur se convierte en defensor de la reforestación en Uganda

Un refugiado de Sudán del Sur usa su tiempo en Uganda para promover un movimiento para la conservación del medio ambiente.

Abraham Bidal sostiene un joven retoño que plantará junto a su casa en el estado del Nilo Occidental.
© ACNUR/Michele Sibiloni

A sus 32 años, Bidal Abraham ya había huido de su hogar en Sudán del Sur tres veces. Cada vez, él buscaba la seguridad en el vecino país de Uganda. Y cada vez, él notaba menos árboles a lo largo de la ruta.


“La primera vez que vine había muchísimos árboles. La segunda vez, por alguna razón, había menos. Pero para la tercera ocasión, los árboles ya escaseaban”, dijo él.

Bidal no podía detener la guerra que había dejado en su país, pero podía plantar árboles y cuidar la tierra que lo había recibido a él y a los demás refugiados.

“Plantar árboles es importante porque los árboles son vida”, explicó él. “Ellos nos dan sombra a nosotros y a nuestros animales, y le dan más oxígeno al aire que respiramos. Cortamos los árboles por el carbón y es importante plantar constantemente para que así, si algún día volvemos a Sudán del Sur, podamos dejar este lugar tal y como lo encontramos”.

“Los árboles son vida”.

A medida que los árboles crecen, disminuye el cambio climático al absorber el dióxido de carbono del aire, almacenando el carbono en los árboles y el suelo, y liberando oxígeno a la atmósfera. Un árbol puede absorber hasta 48 libras de dióxido de carbono por año y puede secuestrar una tonelada de dióxido de carbono para cuando alcanza los 40 años.

“Tenemos que plantar árboles para sustituir los que hemos cortado para obtener leña y para construir nuestros albergues”, dijo Bidal. “Yo siempre se lo digo a las personas. Si hablas con 100 personas al día, puede ser que las que tomen el mensaje positivamente sean 10 o 20. Pero no nos damos por vencido, nosotros seguimos adelante”.

El más reciente escape de Bidal fue en mayo de 2018, cuando los combates llegaron a su ciudad natal en Yei. Él cruzó la frontera con su esposa embarazada y su hija, y se asentó en una pequeña parcela en la Extensión de Omugo, un área de 5,4 kilómetros que alberga a cerca de 30.000 refugiados en la región del Nilo Occidental, al norte de Uganda. La zona, que solía estar llena de árboles y arbustos, es ahora principalmente un asentamiento residencial y agrícola.

Uganda alberga actualmente a 1,2 millones de refugiados. Tienen acceso a la tierra para que puedan construir una casa y cultivar sus propios alimentos. Tanto los refugiados como la comunidad local de Uganda utilizan la leña para las necesidades diarias, como cocinar, y cientos de miles de nuevos refugiados necesitan madera para construir albergues. Las actividades han cobrado un precio en el medio ambiente y la tensión sobre los recursos naturales se fue acumulando.

Abraham Bidal, aquí con su esposa Betty y su hijo de dos meses, ha sido refugiado tres veces, huyendo siempre a Uganda. En cada uno de sus viajes, él encuentra menos árboles.   © ACNUR/Michele Sibiloni

“Hay algunas personas en la comunidad que simplemente van al bosque y cortan árboles”, dice Bidal. “La comunidad local se siente preocupada por eso y, a veces, se dan enfrentamientos”.

ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios alientan a los refugiados a plantar alrededor del perímetro de sus parcelas. Algunos serán cortados, pero otros sobrevivirán a medida que las formas alternativas de energía estén más disponibles para los refugiados y las comunidades de acogida.

“Sin árboles no habrá paz”, explica Asiku Dalili, un oficial de proyectos de la Iniciativa Rural para el Empoderamiento de la Comunidad, que trabaja con ACNUR, para implementar actividades de reforestación y reducir las tensiones derivadas de la competencia por los recursos.

“Incluso antes de los refugiados existían desafíos ambientales y la comunidad de acogida enfrentaba muchos problemas”, dijo Asiku, agregando que había problemas de quema de arbustos, deforestación y venta de carbón y que la presencia de refugiados solo se ha sumado a esto.

“Debido a que necesitan sobrevivir, no se los puede perseguir, necesitan usar la leña, necesitan usar el suelo, necesitan usar los recursos hídricos”.

ACNUR también apoya los viveros de árboles dentro de los asentamientos, la distribución de semilleros a los refugiados y las comunidades de acogida y la educación sobre los beneficios de la reforestación.

  • "Plantar árboles es importante porque los árboles son vida", dice Abraham Bidal.
    "Plantar árboles es importante porque los árboles son vida", dice Abraham Bidal.  © ACNUR/Michele Sibiloni
  • Los trabajadores recolectan árboles jóvenes para transportarlos a las aldeas donde serán plantados.
    Los trabajadores recolectan árboles jóvenes para transportarlos a las aldeas donde serán plantados.  © ACNUR/Michele Sibiloni
  • Abraham Bidal, de 32 años y proveniente de Yei, Sudán del Sur, está recolectando agua para regar los árboles que acaba de plantar alrededor de su casa.
    Abraham Bidal, de 32 años y proveniente de Yei, Sudán del Sur, está recolectando agua para regar los árboles que acaba de plantar alrededor de su casa.  © ACNUR/Michele Sibiloni
  • Abraham planta un árbol fuera de su casa. "Plantar árboles es importante porque los árboles son vida", dice.
    Abraham planta un árbol fuera de su casa. "Plantar árboles es importante porque los árboles son vida", dice.  © ACNUR/Michele Sibiloni
  • Una vista de la aldea de Omugo, donde comenzó un proyecto de plantación de árboles, apoyado por ACNUR.
    Una vista de la aldea de Omugo, donde comenzó un proyecto de plantación de árboles, apoyado por ACNUR.  © ACNUR/Michele Sibiloni

Además, la Agencia para los Refugiados está trabajando con el Gobierno de Uganda para producir 8,4 millones de plantas de semillero de árboles este año y restaurar cientos de hectáreas de árboles dentro de las reservas y plantaciones.

Más de 1,1 millones de árboles han sido plantados en cuatro asentamientos en la región del Nilo Occidental desde 2017, aunque solo el 55 por ciento sobrevivió al clima severo y las condiciones variables del suelo.

Cada mañana, Bidal riega los pequeños retoños que ha plantado alrededor de su casa y se enorgullece de verlos crecer. Su pasión importa.

“Puedo recordar la segunda vez que estuve en Uganda; encontré los árboles que yo mismo había plantado. Alguien más se está quedando allí, ese es su hogar”, agrega con satisfacción.