La educación da un respiro a los niños refugiados en Kos
La escuela KEDU ofrece clases, viajes a museos y un sentido de normalidad a los jóvenes solicitantes de asilo en la isla griega.
Alrededor de 100 jóvenes desplazados asisten a clases en la escuela KEDU en Kos.
© ACNUR / Achilleas Zavallis
Bahez, iraquí de 13 años, dibuja cuidadosamente una antigua cabeza de mármol. Sus habilidades, e interés en Grecia, están tomando forma gracias a una escuela establecida por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en la isla griega de Kos.
“Lo disfruto porque estoy aprendiendo algo sobre Grecia”, explica el adolescente, quien huyó de los combates en Irak con su familia el año pasado.
Bahez es uno de los aproximadamente 100 niños solicitantes de asilo que asisten a KEDU, una escuela informal en Kos, con el apoyo del ACNUR. Hoy están aprendiendo sobre la historia de la isla durante una excursión al Museo Arqueológico de Kos.
La escuela enseña a niños desplazados de entre 7 y 18 años. Casi 400 jóvenes, que de otra manera no tendrían educación, han pasado por aquí, desde que abrieron sus puertas en abril pasado bajo la administración del socio de ACNUR, ARSIS.
“Lo disfruto porque estoy aprendiendo algo sobre Grecia”.
Ofreciendo una variedad de asignaturas, desde matemáticas hasta griego, brinda un bien recibido respiro a los niños del cercano centro de recepción Pyli, cuyas vidas se han visto afectadas por la huida. Mohamed, de 16 años, quien huyó del conflicto en Yemen, nunca pierde un día.
“Este es mi segundo hogar”, dice. “Me encanta todo sobre la escuela”.
Las clases de la mañana atienden a los niños de 7 a 11 años. Las tardes están dedicadas a los niños mayores. El viernes, los estudiantes tienen acceso a computadoras y hay lecciones para niños con necesidades especiales.
Otras materias que se ofrecen incluyen ciencias, artes y manualidades, historia, inglés y una hora a la semana de clases de árabe. Los deportes tienen lugar en un gran patio.
También hay salidas educativas como la del Museo Arqueológico de Kos. Otros han incluido una visita a un viñedo local y la oficina de un arquitecto.
“Estamos tratando de desarrollar habilidades básicas”, dice Xenia Chatzidavid, coordinadora de KEDU, que vive en la cercana ciudad de Pyli y conoce bien a la comunidad. “Estamos muy contentos de que tantos estudiantes asistan a clases”.
Hay caras nuevas cada semana. La mayoría de los niños ingresan al sistema educativo nacional o de educación formal. El año pasado, unos 8.000 niños solicitantes de asilo estudiaron en escuelas estatales griegas y se espera que ese número crezca en el próximo año.
“La educación es un asunto muy importante [para los niños que huyen a Grecia]”, dice Maria Kritikou, una funcionaria del gobierno que dirige el centro de recepción e identificación de la isla en Pyli. “Si invertimos en educación, estamos invirtiendo en lo humano”.
Alrededor de 800 solicitantes de asilo viven en Pyli, un sitio espartano a pocos kilómetros de la capital de la isla. Un asombroso 29%, casi un tercio, son niños, algunos de los cuales llegaron solos y su futuro es incierto.
“Es importante que los niños refugiados encuentren normalidad en su vida y un entorno seguro fuera de Pyli, en el que puedan aprender e interactuar con otros”, dice Xenia Passa, una oficial de protección de ACNUR, que creó y apoya a KEDU con fondos de la Unión Europea.
En Kos, Hipócrates parece haber tejido su magia sobre sus jóvenes visitantes. Ibrahim de Alepo en Siria, de diecisiete años, tiene una nueva ambición.
“Quiero ser médico y vivir en Grecia”, dice, felizmente. “Solo pido la oportunidad de estudiar”.