El "Fun Bus" de Líbano ofrece a los niños un respiro del trabajo en las calles
Un esquema conjunto de ACNUR y la Unión Europea ofrece a niños refugiados sirios, así como a otros niños, un espacio seguro para aprender y jugar, como parte de un esfuerzo más grande que busca llevar a los niños del trabajo a las aulas.
Una voluntaria da clases en el "Fun Bus", que ofrece a los niños que trabajan en Beirut un lugar seguro para aprender y jugar lejos de los peligros de las calles.
© ACNUR / Diego Ibarra Sánchez
Un tarde en un monótono vecindario en el oeste de la capital libanesa de Beirut, un colorido autobús para al lado de una calle. Un grupo de niños que vende goma de mascar y pañuelos desechables a los conductores de una concurrida intersección empacan rápidamente sus cosas y se reúnen cerca del autobús, emocionados por abordarlo.
“Ellos nos llaman, nos dicen que vengamos a jugar”, dice Abed, un refugiado sirio de 12 años. “Nos encanta venir aquí”. Durante algunas horas, Abed y sus amigos tienen la oportunidad de ser niños normales nuevamente, jugando y aprendiendo lejos de los peligros de las calles.
La iniciativa del “Fun Bus” (autobús de la diversión) es financiada en conjunto por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y la Unión Europea, y es implementada por la Fundación Makhzoumi, una ONG libanesa. Esta brinda apoyo y recreación a los niños que trabajan en las calles de Líbano, reduciendo así, el tiempo que pasan trabajando.
“Nosotros recorremos Beirut, en todos sus vecindarios. Hacemos actividades de apoyo psicosocial, alfabetización básica, clases de aritmética y artesanías”, explica Nadine Moussa, de la Fundación Makhzoumi.
“No me gusta estar en la calle”.
El proyecto, lanzado en 2018, ya ha llegado a cientos de niños que trabajan en Beirut, la mayoría de los cuales se encuentran entre los casi 950.000 refugiados sirios registrados que viven actualmente en el país. Los jóvenes se ven obligados a trabajar para ayudar a mantener a sus familias empobrecidas, privándolos de la posibilidad de una infancia normal y una educación.
“No me gusta estar en la calle”, dice Alaa, un niño de 14 años originario de Alepo en Siria. “Me asaltan, no me siento seguro. Pero aquí juego, dibujo y aprendo”.
En el “Fun Bus”, Alaa está aprendiendo el alfabeto, lo que supone un cambio positivo de vender agua embotellada por unos 10 dólares por día. “Los niños tienen un espacio seguro para expresarse”, dice Moussa. “Aquí, son respetados y apreciados. Llegan a vivir su infancia, aunque sea por unas pocas horas”.
Los niños, que están expuestos regularmente a la violencia en las calles, a veces pueden ser agresivos. Los voluntarios del “Fun Bus” a menudo pasan tiempo mediando entre los niños que pelean y discuten, pero finalmente se calman con una lección o un juego divertido.
La iniciativa también ofrece sesiones de concientización a los niños sobre los peligros que enfrentan en las calles, preparándolos mejor para protegerse. Abed, por ejemplo, resultó herido después de que un automóvil le pisara los pies. Como resultado, actualmente se encuentra fuera de las calles y espera ansiosamente su tiempo en el autobús cada semana.
La iniciativa “Fun Bus” es parte de un programa más amplio de ACNUR y sus socios que apunta a “eventualmente evitar que los niños trabajen en las calles por completo”, explica Sirine Comati de ACNUR.
El ambicioso programa busca involucrarse con las familias de niños trabajadores y animarlos a sacar a sus hijos de las calles. Los padres reciben capacitación vocacional para ayudarlos a encontrar oportunidades de trabajo, lo que garantiza que ya no dependen del dinero que traen sus hijos.
Donde sea posible, los propios niños se matriculan en las escuelas. Muchos nunca han asistido a clases o se han perdido años de educación.
“Me gustaría poder volver a la escuela”.
“Estamos sensibilizando sobre los peligros y alentando a los padres a creer en la idea de que si sacan a sus hijos de las calles, podrán darles una vida mejor”, agrega Comati
A través de este enfoque, el programa general ha sacado con éxito a 150 niños de las calles en los últimos dos años, pero aún quedan muchos desafíos. Más de dos tercios de los refugiados sirios en el Líbano viven por debajo del umbral de la pobreza, con acceso limitado al empleo, a menudo dejándolos sin otra opción más que enviar a sus hijos a trabajar para llegar a fin de mes.
Alaa acababa de terminar el cuarto grado cuando su padre falleció el año pasado. Abandonó la escuela y se unió a los otros niños que trabajan en la carretera. “Tuve que trabajar para mantener a mi madre y mis hermanos. Ojalá pudiera volver a la escuela, pero ahora no tengo otra opción”, dice.
Después de terminar su lección de alfabeto del día, Alaa agarra sus botellas de agua y se dirige a la intersección, diciendo: “No puedo esperar a que sea la próxima semana y poder volver al autobús”.