"Valientes, tanto los que se quedan como los que se van"
Gladys y Ramiro empacaron su empresa de publicidad en una maleta y dejaron Venezuela con sus dos hijos. Ahora viven en Medellín, Colombia, con la esperanza de buscar una nueva vida.
Gladys en Colombia ha vivido de manualidades y vender recuerdos, su meta es vivir de su profesión.
© ACNUR/Ángela Hurtado
Gladys* y su esposo Ramiro* confían en la valentía como el motor de sus vidas. Vivían con sus dos hijos, una bebé de 1 año y un niño de 8, en Cagua, una ciudad al extremo norte de Venezuela. Sin embargo, por las condiciones del país, cubrir las necesidades diarias de la familia como comprar alimentos o medicamentos se hizo cada día más difícil, a pesar de que eran periodistas que administraban su propia empresa de publicidad.
Antes de hacer sus maletas, les parecía que la parte más difícil iba a ser tomar la decisión de irse. Antioquia actualmente alberga por lo menos 96.000 venezolanos y la mayoría busca establecerse en Medellín. Gladys y Ramiro se han dado cuenta, tras un año en la ciudad, que reiniciar en un nuevo país también representa un reto, al que también se enfrentan con valentía.
Como muchos de los 1.300.000 venezolanos que están viviendo en Colombia, según cifras oficiales de Migración Colombia, Gladys, de 34 años, y Ramiro, de 50, vendieron casi todos sus bienes para pagar el viaje de autobús hasta Medellín. Un hermano de Ramiro, que ya vivía en la ciudad desde hacía unos años, los acogió. Aunque el viaje era una travesía de un día y medio, les quedó claro que no iban a dejar sus equipos de impresión, porque su objetivo era poder sostenerse de sus máquinas para hacer camisetas y mugs personalizados en Colombia.
Sin embargo, aunque consiguieron traer las máquinas, cuidadosamente empaquetadas dentro de sus maletas, todavía no han podido vivir de su empresa. Alquilar una tienda en una zona céntrica es muy caro y la familia todavía tiene que concentrarse en cubrir sus necesidades más básicas, como la comida y el alquiler del apartamentico que encontraron en un barrio periférico de la ciudad.
“Siempre preparé empanadas en mi casa para la familia, pero jamás me imaginé que eso nos daría el sustento diario”.
“Cuando planeamos el viaje hacia Colombia nos preguntamos, ¿qué eres capaz de hacer para sobrevivir?”, recuerda Gladys. La respuesta es muy cercana a lo que en Colombia se llama, el rebusque. Han vendido pequeñas artesanías en las calles, llaveros y florecillas de tela que ellos mismos fabricaron; Ramiro trabajó por tres meses empaquetando pollos a muy bajas temperaturas, y hasta montaron un puesto de comidas rápidas en su barrio. “Siempre preparé empanadas en mi casa para la familia,” comenta Gladys, “pero jamás me imaginé que eso nos daría el sustento diario”.
Han soportado las dificultades, porque saben que por ahora no pueden volver a su país y sienten que en Colombia han recuperado la tranquilidad que habían perdido.
Aunque al principio se sintieron a la deriva, luego descubrieron que existía una red de entidades locales, ACNUR y sus socios que brindaba apoyo a los refugiados y migrantes en situación de vulnerabilidad. “Apenas llegamos, nuestra bebé se enfermó. La trabajadora social del hospital se dio cuenta de nuestras condiciones y nos habló del ACNUR y sus socios”, relata Gladys. Llamó a la línea de apoyo del ACNUR en Medellín y recibió asesoría legal para tramitar una solicitud del reconocimiento de la condición de refugiado para toda la familia y apoyo para superar lo que ella llama “el duelo migratorio”.
“Son todos valientes, tanto los que se quedan como los que se van”
Hace poco, el representante del ACNUR en Colombia, Jozef Merkx, visitó su puesto de comida y probó una empanada venezolana hecha por Gladys, con la salsa especial de la receta de su abuela Malili. Ramiro aprovechó para mostrarle cómo operan las máquinas de impresión que esperan poder volver a poner en marcha.
“Ahora están subutilizadas, pero afortunadamente pudimos traerlas, son nuestras herramientas de trabajo”, le dijo Ramiro al representante Merkx. Añadió que el sueño familiar sigue siendo “abrir nuestra empresa en Medellín y darle también esperanzas a otros venezolanos y colombianos que están en nuestra misma situación”.
Un año tras haber dejado atrás su casa, familiares y su profesión, Gladys está convencida de que la valentía sea un atributo nacional, de todos los venezolanos.
“Son todos valientes, tanto los que se quedan como los que se van”, dice.
* Nombres cambiados para protección de la familia.