"Las personas con las que trabajo no se rinden, ¿por qué debería hacerlo yo?"
ACNUR cuenta con una plantilla de casi 11.000 personas, la mayoría de ellas trabajando en el terreno. Como Ayman Gharaibeh, que lidera nuestro trabajo en Yemen.
Ayman Gharaibeh, de ACNUR, en la frontera ente Túnez y Libia durante el flujo de refugiados procedentes de Libia en febrero de 2011.
© ACNUR/Alexis Duclos
Nombre: Ayman Gharaibeh, 53 años, jordano.
Puesto: Representante de ACNUR en Yemen, trabaja en Sana'a.
Años en ACNUR: 25, ha trabajado en Irak, Siria, Yemen, Afganistán, Sri Lanka, Bosnia y en la sede en Ginebra.
¿Por qué se hizo trabajador humanitario?
Trabajaba en un banco en Amán, Jordania, allá por 1990, cuando un día me llamó un amigo que trabajaba para el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), ofreciéndome un trabajo. Sadam Hussein, que por entonces era el presidente de Irak, había invadido Kuwait, y el CICR recibió el encargo de sacar de Kuwait a los ciudadanos de terceros países – sobre todo, de la India y de Bangladesh.
Yo entonces tenía 25 años, con un trabajo que no encontraba personalmente gratificante, con la irreflexión de la juventud, y un contrato de un mes en medio del desierto me pareció más interesante que trabajar en un banco. No sabía exactamente en lo que me estaba metiendo, pero siempre he tenido ese interés en entender el mundo en un contexto completamente diferente del que hubiera aprendido en los libros de historia, y resultó ser una experiencia fantástica.
Este trabajo me ha situado en momentos clave de la historia y me ha llevado por todo el planeta. En última instancia, me ha permitido combinar mi interés por entender el mundo con el servicio a la humanidad.
¿Qué es lo más gratificante o estimulante de su trabajo?
La crisis en Yemen se ha estado desarrollando durante los últimos tres años y continúa haciéndolo. El papel de ACNUR ha pasado de ser una pequeña operación trabajando con refugiados de Somalia a dar respuesta a una gran crisis de desplazamiento interno que afecta a 2 millones de personas.
En un solo día, Sana'a puede padecer 62 ataques aéreos. Podemos tener 5.000 casos de cólera al día. Te encuentras ante un reto de tal magnitud, que empiezas a preguntarte a ti mismo: ¿qué estoy haciendo aquí? Pero eso cambia completamente cuando estás más cerca de las personas y ves que realmente estás marcando la diferencia en sus vidas.
A menudo decimos que lo que el humanitarismo y los trabajadores humanitarios hacen es salvar vidas. Pero no creo que eso reconozca el mérito de las personas a las que estamos sirviendo. Los refugiados han sobrevivido porque saben cómo sobrevivir, la gente se salva por su propia resiliencia, así es como Yemen sobrevive hoy en día.
¿Cuál ha sido su mejor día en el trabajo?
Es muy difícil escoger un día en particular de 25 años, pero los mejores días son aquellos en los que estás frente a frente con las personas a las que la organización sirve. Eso es lo que te da la motivación – trabajas con personas fuertes, resilientes, que no se rinden, ¿por qué debería hacerlo yo?
"Los padres quieren mirar a los ojos de sus hijos y ver algo de esperanza en el futuro."
La resiliencia no tiene patria – existe en todos los países. La resiliencia de los bosnios durante la guerra no es menor que la resiliencia de los tamiles en el norte de Sri Lanka.
Los padres quieren mirar a los ojos de sus hijos y ver algo de esperanza en el futuro. Esta es la parte compleja de mi trabajo y esa es la singularidad del mandato de ACNUR, porque estás tratando con personas.
¿Cuál ha sido su peor día?
Lo que no me gusta de este trabajo son los momentos en los que tienes que marcharte, ya sea porque has acabado tu tarea y debes seguir adelante o porque te evacúan debido a unas condiciones extremadamente hostiles. Algunos de los momentos más duros fueron cuando tuve que marcharme de Adén en 1994; de Herat, en Afganistán en 1996 y de Siria en 2012.
Siria fue especialmente difícil. Estuve allí durante cinco años organizando nuestra operación para responder a la crisis de refugiados iraquíes, pero entonces el país empezó a descender en el cenagal que todos sabíamos que estaba llegando, y tuve que irme. Siendo originario de la región y hablando árabe, estaba particularmente cercano a nuestros trabajadores nacionales y mi salida pesó mucho en mi conciencia y en la mente de nuestros trabajadores.
"Te marchas con casi un sentimiento de culpa, miedo y traición."
Me preguntaron: "¿Tienes que dejarnos ahora, cuando somos nosotros mismos los que estamos necesitados? ¿Qué nos va a pasar cuando te marches?"
Dejar atrás a las personas por cuya seguridad te preocupas, es una de las cosas más duras. Es una parte inevitable de nuestro trabajo cuando tenemos que irnos, pero nos marchamos casi con un sentimiento de culpa, miedo y traición.
Los que se quedan atrás quieren saber si hay esperanza, y cuando no podemos comprender muchas de las causas de los problemas a los que estamos respondiendo, la esperanza no es siempre algo que puedas dar a la gente.
La Agencia de la ONU para los Refugiados trabaja en 130 países ayudando a hombres, mujeres y niños expulsados de sus hogares por guerras y persecuciones. Nuestra sede central está en Ginebra, pero la mayoría de nuestra plantilla (publicación disponible en inglés) trabaja sobre el terreno, ayudando a los refugiados. Esta semblanza es parte de una serie que destaca nuestra plantilla y su trabajo.
Por Alex Court
Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.