Maestros hondureños se unen para salvar el sistema educativo
Enfrentados con la escasez de presupuesto y la violencia de las pandillas, los educadores hondureños buscan mayor protección y apoyo, con el respaldo de ACNUR.
Yolani Ríos enseña a estudiantes de quinto grado en un centro educativo apoyado por ACNUR en un área de alto riesgo de Tegucigalpa, Honduras.
© ACNUR / Santiago Escobar-Jaramillo
En las colinas sobre la capital hondureña, un típico día escolar está en marcha. Las voces de cientos de estudiantes de primaria hacen eco a través del pequeño patio que conecta las aulas.
Una clase está recitando sus tablas de multiplicar. Otra repite palabras en inglés. Pero debajo de la apariencia de normalidad se encuentra un sistema educativo bajo amenaza.
“Solo esta semana, un chico de la escuela secundaria desapareció”, susurra uno de los profesores. Dicen que dejó a su hermana menor en la escuela hace tres días y que no se lo ha visto desde entonces. Sus padres están demasiado asustados para informar que desapareció. Los maestros también. Hay una razón simple: la violencia en las calles.
“La pandilla Calle 18 controla este vecindario, pero la MS-13 controla los vecindarios directamente arriba y abajo, así que aquí es bastante conflictivo”, dice Dolores*, directora adjunta de la escuela, que imparte clases de primaria por las mañanas y secundaria por las tardes.
“Solo esta semana, un chico de la escuela secundaria desapareció”.
Las pandillas, conocidas como maras, están luchando por el territorio donde operan desde la extorsión hasta el tráfico de drogas. Los incidentes criminales alrededor de las escuelas no se denuncian debido a que familiares, amigos o testigos temen que los miembros de las pandillas los persigan.
Esta escuela, que se encuentra en una comunidad informal arriba de Tegucigalpa, en uno de la docena de barrios irregulares y marginados que surgieron luego de que un huracán desplazara a miles de personas hace dos décadas, es un microcosmos por el deterioro del sistema educativo de Honduras.
La inscripción en la escuela ha disminuido de más de 300 jóvenes a alrededor de 180 en solo un par de años, ya que las pandillas prohíben a muchos niños y jóvenes ingresar al vecindario donde se encuentra la escuela. El reclutamiento de pandillas y la adicción a las drogas afectan duramente a los adolescentes locales. La escuela no cuenta con suficiente personal y no tiene suficientes suministros. Lo que una vez fue una útil sala de tecnología es ahora una clase llena de computadoras descompuestas.
Y, por supuesto, está la violencia que enfrentan tanto los estudiantes como los maestros en el área local, que van desde la agresión sexual hasta el asesinato. Además, algunos de los padres de los alumnos están encarcelados, mientras que los maestros se enfrentan a extorsiones y amenazas, dejándolos impotentes.
“Realmente duele ver todos estos problemas y no ser capaz de hacer otra cosa, pero qué otra opción tenemos”, pregunta Dolores.
Ella no está sola. Los maestros en todo Honduras están abrumados. “Estamos agotados hasta el punto de literalmente enfermarnos, física o mentalmente”, dice Reyna Rodríguez, una administradora de escuela secundaria de Tegucigalpa. “En esta pelea, parece que estamos atados de manos y pies”.
“Estamos agotados hasta el punto de literalmente enfermarnos, física o mentalmente”.
A pesar del agotamiento, Rodríguez se ha asociado con otros dos administradores escolares, Daisy Zelaya y Carlos García, para hablar en una campaña en apoyo a los maestros de cientos de escuelas en todo Honduras.
“No podemos quedarnos aquí con los brazos cruzados y no hacer nada”, dice García.
La campaña comenzó cuando ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en coordinación con Save the Children, comenzó una encuesta en las escuelas públicas. El objetivo inicial fue observar 23 escuelas de la capital para entender qué pasaban los maestros y cómo ACNUR podía apoyarlos.
Pero a medida que numerosos maestros se formaron para ser escuchados, la encuesta se expandió a 253 escuelas diferentes en la capital y más de 2.300 en todo el país. A medida que comenzó el trabajo para abordar sus preocupaciones, Rodríguez, García y Zelaya fueron elegidos para ser los portavoces del grupo más amplio.
La primera conclusión de la encuesta fue que los educadores sienten que no tienen a dónde acudir cuando enfrentan amenazas, acoso sexual, extorsión y agresión física.
“Lo que escuchamos primero, y luego escuchamos una y otra vez, es que los maestros sienten que están solos, como si no tuvieran a nadie que los respaldara”, dice Lorena Nieto, oficial de protección de ACNUR en Honduras.
Rodríguez dice que reportar alguna situación de los estudiantes ante la policía no es una opción, ya que ella y toda su escuela corren peligro. Podría ser una sentencia de muerte, incluso si su participación en una pandilla fue forzada.
Los maestros tratan de ayudar a los estudiantes a lidiar con su angustia. Pero pocas escuelas tienen consejeros, enfermeras, psicólogos u otro personal de apoyo. Así que Rodríguez se sentó recientemente con un estudiante que había sido secuestrado por una pandilla, junto con un compañero. Él fue obligado a mirar mientras la pandilla asesinaba y mutilaba a su amigo. Rodríguez era la única persona a la que podía recurrir para obtener apoyo.
“¿Qué se supone que debo hacer frente a eso? Puedo escuchar pero no tengo las herramientas para ayudar a alguien como él”, dice.
Otra gran conclusión de la encuesta educativa ha sido el impacto de la disminución de fondos y recursos cada año.
“Si no priorizamos la inversión en las escuelas... no podemos esperar que las cosas cambien”.
El tamaño de las clases está creciendo, con hasta 50 estudiantes por maestro. Además de sus desafíos, se les pide a los maestros que instruyan a los estudiantes con necesidades especiales junto con la población general. Las pocas actividades extracurriculares que se ofrecen son tomadas por el personal por iniciativa propia, sin compensación.
“Si no priorizamos la inversión en las escuelas y seguimos invirtiendo principalmente en el ejército y la policía, no podemos esperar que las cosas cambien”, dice García.
Bajo un programa integral de apoyo y protección regional desarrollado por ACNUR y los Gobiernos regionales, conocido como MIRPS, el Gobierno de Honduras se compromete a “formular y aplicar una estrategia de prevención y protección para las escuelas” para 2020 en el Ministerio de Educación.
Con el apoyo de ACNUR, los maestros han comenzado a trabajar para mejorar la seguridad y las condiciones en las escuelas. Primero, ACNUR les está ayudando a desarrollar medidas de protección y protocolos de seguridad tanto para el personal como para los propios estudiantes. Están creando redes de comunicación entre ellos y los administradores escolares para informar problemas y advertencias para proteger a los maestros y estudiantes.
A través de una alianza con Médicos Sin Fronteras, docenas de maestros han recibido capacitación en primera respuesta psicológica para estudiantes que luchan contra los efectos de la violencia. Los funcionarios de ACNUR han capacitado a los maestros sobre cómo protegerse a sí mismos, a los estudiantes o a las familias que han sido desplazados por la violencia.
Y los líderes de este grupo de docentes, Rodríguez, García y Zelaya, además de una docena más en todo el país, están desarrollando propuestas para mejorar las escuelas, incluido un protocolo nacional para enfrentar la violencia y las amenazas dentro de las escuelas. Los tres se reunieron recientemente con el viceministro de educación para analizar el estado de las escuelas públicas y trabajar con las agencias gubernamentales para formalizar medidas de protección para los desplazados dentro del sistema escolar.
“Sabemos que sin una mejor educación, nuestro país nunca avanzará”.
Dados los niveles de riesgo en el entorno escolar, el Gobierno ha establecido mecanismos de respuesta que incluyen el aumento de la presencia de las fuerzas de seguridad en las escuelas críticas. Recientemente, se lanzó el programa "Asegurando la educación", con el apoyo de los Estados Unidos.
“Sabemos que tenemos una gran responsabilidad con la educación de las nuevas generaciones del país, pero es difícil hacerlo bien con el estado actual de las cosas", dice Rodríguez. "Pero también sabemos que sin una mejor educación, nuestro país nunca avanzará".
* Algunos nombres han sido cambiados por razones de protección