Niñas refugiadas y migrantes de 19 países cantaron con una sola voz en la ONU
Pihcintu es más que un coro: es como una segunda familia para más de 300 niñas y jóvenes mujeres que encontraron protección en los Estados Unidos.
34 niñas y mujeres jóvenes del coro Pihcintu cantaron en la sede de la ONU en Nueva York.
© ACNUR/Andrew Kelly
Se presentaron vistiendo anchas camisas blancas, leggins negros y bufandas con los colores del arco iris. Algunas de las chicas llevaban velos sobre la cabeza, otras llevaban trenzas decoradas con cuentas o tenían las uñas pintadas de colores. Viniendo de 19 países diferentes como refugiadas o migrantes, las niñas y mujeres jóvenes que forman el coro Pihcintu pueden parecer muy diferentes entre sí, pero cuando cantan, lo hacen con una sola voz.
“Cuando cantamos todas juntas, somos como una familia”, dijo Sara Ali, una niña sudanesa de 16 años.
“Nuestras canciones hablan de paz y queremos que nuestra voz se escuche, porque tenemos muchas historias que contar”, comentó Fátima Lamlum, una iraquí de 14 años.
Hace unos días, 34 niñas y mujeres jóvenes del coro Pihcintu rompieron la rutina en la sede de la ONU en Nueva York con su alegría y optimismo. Estaban de visita en la ciudad para mostrar su apoyo al nuevo pacto mundial para promover más y mejores soluciones para las personas refugiadas y los países que las reciben, un tema muy sentido por las integrantes del coro Pihcitu.
Sus familias proceden de países como Burkina Faso, Irak, Vietnam o El Salvador, y en muchos casos huyeron del conflicto y la persecución, encontrando la seguridad en Portland, Maine, en los Estados Unidos.
“Nuestras canciones hablan de paz y queremos que nuestra voz se escuche”
“Pihcintu es una palabra indígena del pueblo Passamaquoddy, que significa “Cuando ella canta, su voz te lleva lejos”.
Conocer el programa de reasentamiento de refugiados de Maine es lo que empujó a Con Fullam a fundar Pihcintu hace 14 años.
“Cuando uno se muda a un nuevo país, lo primero que pierde es su voz”, contó Fátima, que se unió al coro hace siete años. “Para mí fue como encontrar a una nueva familia porque todas las cosas en que creemos crearon una interconexión entre nosotras”.
Las chicas ensayan todos los lunes por la noche, pero más allá de cantar juntas, establecieron vínculos profundos.
“No puedo expresar lo mucho que amo a estas chicas”, dijo Sara con sus brillantes ojos café. “Nos vemos cada semana y cuando no nos reunimos, siento como si faltara una parte de mí”.
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Para muchas de ellas, el coro es un espacio seguro que les permitió integrarse mejor en la comunidad, o incluso aprender inglés.
Ese fue el caso de Nyawal Lia, de 24 años, de Sudán del Sur. Cuando llegó al coro por primera vez, lo vio como un espacio en el que podía “cantar, aprender inglés, comer algún refrigerio y conocer a chicas de otros países”. 12 años después, el coro se ha convertido en una parte esencial de su vida.
Nyawal, quien vivía en un campamento de refugiados en Etiopía antes de mudarse a los Estados Unidos en 2001, ahora se siente lo suficientemente empoderada como para representar las necesidades de las personas refugiadas en Portland y en otros lugares.
“Es de vital importancia que las personas refugiadas mejoremos nuestro nivel de representación y que los países de acogida reconozcan nuestras contribuciones”, afirmó.
“Cuando cantamos todas juntas, somos como una familia”
Las integrantes del coro Pihcintu tienen entre 9 y 24 años de edad. A medida que crecen, las niñas se van involucrando en otras actividades y se vuelve más difícil para ellas mantener los compromisos con el coro.
Fullam explicó con orgullo que de las más de 300 niñas y mujeres jóvenes que integraron el coro Pihcintu en sus 14 años de existencia, el 100 por ciento se graduó de la escuela secundaria y el 85 por ciento se graduó de la universidad.
Algunas integrantes siguen vinculadas al coro Pihcintu incluso después de ir a la universidad, como Bridget Duong, que tiene 22 años y es la integrante activa más antigua. Bridget se unió al coro porque vio que su hermana lo estaba disfrutando mucho. 13 años después, ella sigue involucrada y participa en las presentaciones.
“Para nosotras es una válvula de escape que nos permite expresar cómo nos sentimos y qué está pasando en nuestros países de origen”, explicó Bridget.
Con canciones como “Somos una familia” o “Mi pequeña luz”, el coro Pihcintu alegró la sede de la ONU y trajo un fuerte mensaje de tolerancia y solidaridad.