Programa de gas embotellado alivia la crisis de combustible de los refugiados rohingya
Sustituir la leña por gas licuado del petróleo a la hora de cocinar reporta beneficios para la salud, reduce la presión sobre el medio ambiente y evita peligrosas incursiones en el bosque.
ASENTAMIENTO DE REFUGIADOS DE KUTUPALONG, Bangladesh — Hasta ahora, los menguantes bosques que rodean Kutupalong habían sido la única fuente de combustible para que personas refugiadas rohingya como Monowara y su familia pudieran cocinar.
“Teníamos que salir a buscar leña. Nos llevaba todo el día”, nos explica esta madre de cinco hijos al hablar del camino de varios kilómetros. “Es peligroso. Tenía miedo todo el rato, todos los días”.
La búsqueda diaria de combustible es menos necesaria ahora gracias a un nuevo proyecto que ha lanzado esta semana ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, para suministrar gas licuado del petróleo (GLP) a más de 200.000 hogares refugiados y a algunas familias bangladesíes de acogida.
Es difícil asimilar la magnitud de la demanda de leña en el extenso asentamiento alrededor de Kutupalong, que alberga a más de 620.000 personas: 730 toneladas al día, el equivalente a al menos cuatro campos de fútbol. Estas cifras son problemáticas en casi todos los aspectos: medio ambiente; salud; control de inundaciones; seguridad de mujeres, niños y niñas, e incluso desarrollo.
Además de la preocupación por sus hijas cuando salían a buscar combustible, el marido de Monowara, Mostafa Kamal, llama la atención sobre otra inquietud propia de las familias que viven en refugios de un solo espacio hechos de bambú y plástico.
“El refugio se llenaba de humo. Todo estaba sucio. Pero lo peor de todo era que los niños se pasaban el día tosiendo y con los ojos irritados. Era insoportable”.
Más de 730.000 rohingya han huido de Myanmar desde agosto de 2017 y se han unido a las decenas de miles que ya se encontraban en Bangladesh.
“Es muy peligroso salir ahí fuera, sobre todo para los niños y las niñas”.
Más de 620.000 personas viven en Kutupalong, el campamento de refugiados más grande del mundo. La zona se está fusionando con otros asentamientos espontáneos en torno a Cox’s Bazar, alcanzando una población conjunta de 900.000 personas: más que San Francisco, Marsella o Ámsterdam.
Una inmensa ciudad de bambú y lona atravesada por pequeños caminos. Es muy polvorienta cuando el clima es seco, pero queda totalmente embarrada cuando llueve. Por las tardes, el aire se llena de humo.
Muchas personas refugiadas cuentan la misma historia: Azizur Rahman dice: “Hemos pasado el día entero buscando leña. Y tuvimos que pagar a unas personas para que no nos pegaran”.
¿Esas personas eran aldeanas o refugiadas? “No lo sé, pero es muy peligroso salir ahí fuera, sobre todo para los niños y las niñas”.
Peor aún es la situación del humo en los refugios sin ventanas: “Mis hijos estaban constantemente enfermos".
El Doctor Tayabur Rahman Chowdhury, director del hospital de Kutupalong, dice que el humo es motivo de gran preocupación.
“De todos los problemas médicos que tenemos en el campamento, las cuestiones relacionadas con el humo son las más frecuentes”.
Mickaël Edon, oficial de energía de ACNUR que supervisa el proyecto, estudió con su equipo las necesidades energéticas del asentamiento y concluyó que el gas embotellado era una alternativa segura y práctica a la leña. Un programa piloto con 6.000 familias resultó ser un éxito.
“El gas licuado del petróleo es la solución más económica, y es muy fácil de usar”, dice Edon. “Y es una alternativa limpia”.
ACNUR proporcionó cocinas y gas a 6.000 hogares. Muchas de las cocinas están producidas en la región, lo cual ayuda a la economía local y fomenta la creación de empleo.
“Se acabaron los peligrosos viajes de un día entero al bosque”.
Cuando presentó el programa en una rueda de prensa en Ginebra, el portavoz de ACNUR Andrej Mahecic dijo: “Este cambio también ayudará con la protección de los refugiados ya que la mayoría de los que se encargan de recolectar la leña son mujeres y menores, quienes quedan expuestos al riesgo durante las largas y peligrosas caminatas”.
Comentó que, como parte del programa, se capacitaba a los refugiados para utilizar las cocinas y las bombonas de GLP, y añadió: “Además de ayudar a los refugiados, una de cada seis estufas y bombonas será distribuida entre familias bangladesíes en situación de vulnerabilidad en las comunidades que están acogiendo a los refugiados rohingya”.
Monowara se siente aliviada y dice con una sonrisa: “Mis hijos vuelven a estar sanos. Estoy muy agradecida”.
Azizur coincide con ella: “Ya no tosen, ya no tienen los ojos inflamados… y se acabaron los peligrosos viajes de un día entero al bosque”.
Esto supone que sus hijos pueden centrarse en la escuela en lugar de tener que arriesgarse yendo al bosque.
¿Y la seguridad de las cocinas? La respuesta de Edon no deja lugar a dudas: “Estas bombonas son totalmente seguras y cumplen con las elevadísimas exigencias de ACNUR en materia de seguridad”.
Nos cuenta que, después de que un incendio consumiera recientemente los contenedores de GLP, lo único que sobrevivió al fuego fueron las bombonas.