Padre e hijo rebuscan en la basura para alimentar a su familia

El agotador trabajo apenas permite a este hombre sirio y a su hijo de siete años pagar las facturas.

El refugiado sirio Firas y su hijo Uday recogen material reciclable en los alrededores de la ciudad de Izmir, en Turquía.  © ACNUR/Andrew McConnell

IZMIR, Turquía, 16 de junio de 2016 (ACNUR/UNHCR) – Un hombre y un niño se cuelan dentro de un contenedor de basura. Recogen cartones, plásticos y latas para venderlas y así poder alimentar a su familia.

El extenuante trabajo empieza justo después del amanecer y muchas veces continúa hasta que anochece. Solo recorrer a pie el camino de más de 10 kilómetros es agotador. Él es Firaz y el niño, Uday, su hijo de siete años. A Firaz, de 25 años, le falta parte del brazo derecho y tres dedos de la otra mano. Los perdió en accidentes laborales cuando era niño.

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Hace ocho meses huyó a Turquía con su familia, después de que las bombas destruyeran su casa en Siria, y ahora viven en Izmir.

Antes de la guerra, Firaz recibía una pensión de invalidez en Siria. Ahora no tiene más opción que trabajar y lo acepta de buen grado. "Este es mi futuro: trabajar duro para alimentar a mis hijos. Esta realidad es mi futuro".

Cada día, lleva lo que consigue recopilar a un punto de recogida. Le prestan un carrito que devuelve empujándolo con dificultad, arrastrando una carga de hasta 100 kilos, con la parte superior de su brazo izquierdo enganchado en un asa y su mano derecha lesionada agarrando con torpeza la otra.

Por este extenuante trabajo recibe el equivalente a cinco o seis dólares al día. A menudo, transeúntes turcos empáticos con su situación le dan pequeños donativos.

Para ayudar a su padre, Uday a veces falta durante unos días a la escuela, a la que asiste de vez en cuando. Uday trepa para colarse dentro de los contenedores y recoger las botellas y latas del fondo.

El niño no escatima esfuerzos en el trabajo, aunque admite que a veces es agotador. "Quiero trabajar con mi padre porque le faltan las dos manos".

  • Uday se cuela dentro de los contenedores para ayudar a su padre a coger botellas de plástico y latas.
    Uday se cuela dentro de los contenedores para ayudar a su padre a coger botellas de plástico y latas. © ACNUR/Andrew McConnell
  • El punto de recogida presta un carrito a Firas, que se apaña para arrástralo a pesar de que le falta el antebrazo izquierdo y varios dedos de la mano derecha.
    El punto de recogida presta un carrito a Firas, que se apaña para arrástralo a pesar de que le falta el antebrazo izquierdo y varios dedos de la mano derecha. © ACNUR/Andrew McConnell
  • Uday falta a veces al colegio para ayudar a su padre a recoger material reciclable.
    Uday falta a veces al colegio para ayudar a su padre a recoger material reciclable. © ACNUR/Andrew McConnell
  • Firas y Uday hacen un descanso a mitad de su ruta de reciclaje.
    Firas y Uday hacen un descanso a mitad de su ruta de reciclaje. © ACNUR/Andrew McConnell
  • Firas y su familia en su casa en Izmir, en Turquía.
    Firas y su familia en su casa en Izmir, en Turquía. © ACNUR/Andrew McConnell
  • Firas y su familia huyeron de Alepo hace 17 meses, cuando su casa quedó destruida por un bombardeo.
    Firas y su familia huyeron de Alepo hace 17 meses, cuando su casa quedó destruida por un bombardeo. © ACNUR/Andrew McConnell

Su hogar es un refugio para Firaz, a pesar de que algunos meses el alquiler requiere prácticamente la totalidad de su salario. Ahí es donde se retira a comer, dormir y estar con su mujer Amina, sus hijas, y con Uday. Cuando juega con los niños, su rostro se ilumina con una enorme sonrisa. No obstante, el piso está vacío, únicamente tiene unas mantas, una alfombra y colchones. Ganando apenas el dinero necesario para hacer frente al alquiler, este frío invierno a Firaz prácticamente no le quedaron ahorros para poder sufragar los gastos de la calefacción.

Firaz fue identificado como vulnerable por ASAM, la ONG turca que colabora con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. ACNUR le ha ayudado con cupones, ropa y mantas. Los responsables de ACNUR dicen que se necesita más financiación y más ayuda para los refugiados.

"Trato de enseñarles lo que sé: versos del Corán y a contar hasta 10."

Los niños son pequeños y Amina asume el papel de animarles a ser optimistas.

"Por supuesto que les damos esperanza y les animamos a que estudien", cuenta. "Todos los padres esperan que sus hijos reciban la mejor educación. Yo estudié hasta los doce años e intento enseñarles lo que sé, versos del Corán y a contar hasta diez. Eso es lo que puedo hacer porque eso es lo que sé".

Hay más ayuda en camino. La oficina de ACNUR en Izmir trabajará con las autoridades turcas para reducir la carga económica de la familia. Firaz está agradecido, pero al mismo tiempo avergonzado.

"Si no fuera discapacitado, si tuviera mis brazos, podría trabajar duro y ganar dinero, y no tendría que aceptar ayuda", afirmaba.