Cómo la pequeña Moldavia ha llevado a cabo una de las mayores campañas contra la apatridia en Europa

Thanks to UNHCR-supported litigation, Maria Gandrabura, 74 won an important court case and her statelessness was successfully prevented. [for translation]

Born to Belarusian parents in 1941, Maria Gandrabura came to the Soviet Republic of Moldova in 1964 where she married a Moldovan. As she did not get the so called "compensation", a public grant for the poor, in 2014, she found out she needed to get an ID card from the Republic of Moldova, an independent state since 1991. Late in 2014, she was barred from voting and started to worry how she would pass her humble garden to her daughter without papers. Thanks to UNHCR-supported litigation, the lady won in an important court case and her statelessness was successfully prevented.  © ACNUR/R.Schönbauer

CHISINAU, República de Moldavia, 17 de agosto de 2015 (ACNUR) – Maria Gandrabura, de 74 años, estaba desesperada. Un día, de repente, ya no pudo retirar su exigua pensión de 1000 leus moldavos, equivalente a unos 50 dólares (USD).

Las autoridades se negaron a sustituir su antiguo carné de identidad soviético. Sin sus derechos de ciudadanía, se sintió abandonada en su humilde granja situada al final de un camino de tierra donde cultiva uvas, cerezas y verduras.

"No tenía ningún otro sitio adonde ir", comentaba la viuda entre lágrimas. En la actualidad, Maria tiene un carné moldavo y ha recuperado su pensión gracias a una campaña financiada por el ACNUR, la cual ha ayudado a tratar y prevenir la situación de apatridia de 212.000 personas.

Hasta finales de 2012, 21 años después de la disolución de la Unión Soviética, más de 220.000 personas de la República de Moldavia tan solo tenían carnés de identidad soviéticos caducados.

Al igual que Maria Gandrabura, con sus documentos caducados, estas personas no podían disfrutar de derechos básicos tales como ejercer el voto o recibir ayudas sociales.

El Gobierno de este país independiente, situado entre Ucrania y Rumanía, instó reiteradamente a la población a obtener carnés de identidad moldavos. No obstante, este llamamiento no empezó a dar sus frutos hasta 2014, momento en el que se lanzó una campaña en la que se ofrecieron los nuevos carnés de manera totalmente gratuita. Muchas personas mayores viven con solo 1000 leus moldavos al mes (cerca de 50 dólares), por lo que no querían gastar una suma equivalente a 10 dólares en un nuevo carné.

Esta constituye una de las campañas más importantes realizadas en Europa para tratar y prevenir la situación de apatridia existente desde el cambio de siglo. De hecho, solo entre enero de 2013 y junio de 2015, un total de 212.000 personas se han conseguido beneficiar de esta campaña, de entre las cuales una de cada 20 tenía la ciudadanía moldava.

"La voluntad política fue crucial", señaló Sergiu Gaina, coordinador de protección del ACNUR, "y esto se puede repetir en otras situaciones". Como parte de la campaña #IBelong, cuyo objetivo es acabar con la apatridia para 2024, el ACNUR ayudó a organizar recientemente una visita de estudio en la que participaron funcionarios armenios y representantes de ONG para aprender del éxito de Moldavia.

Gracias al apoyo del ACNUR, los pensionistas de Moldavia pudieron recibir un folleto informativo. Asimismo, las autoridades enviaron equipos móviles para asistir a aquellos que no podían ir a la oficina de pasaportes. El socio del ACNUR, el centro legal de defensa de derechos (Legal Center of Advocates, por su nombre en inglés), estableció una línea telefónica de emergencia desde la que ofrecer asistencia legal gratuita. Sergiu Gaina, quien colaboraba con el centro en aquel entonces, respondió al teléfono cuando la familia de Gandrabura llamó. Él pudo ayudar a la anciana, nacida en Bielorrusia, a conseguir que las autoridades de dicho país confirmaran que ella no tenía la nacionalidad bielorrusa.

Sin embargo, la oficina de pasaportes de Moldavia le denegó a Maria Gandrabura la expedición de un nuevo carné de identidad moldavo debido al incumplimiento de un procedimiento interno que requería un sello específico. Eso supuso un golpe muy duro para la viuda: "Pensé 'soy una mujer moldava, este es mi país, mis cinco hijos y cuatro nietos han nacido aquí'", dijo. "Pensé que lo había perdido todo. No podía dejar de llorar", murmura antes de romper a llorar nuevamente.

Esa no fue la única sorpresa: "En noviembre de 2014, no pude votar en las elecciones al Parlamento. Siempre había votado. Me entristeció profundamente", comenta la anciana de 74 años.

En principio, ella pensó que sería inútil llevar el caso a los tribunales, pero, tras recibir asesoramiento legal del centro, la anciana recurrió finalmente la decisión tomada en la oficina de pasaportes. Después de cinco meses de incertidumbre, ganó el caso porque el tribunal consideró que el sello no constituía un requisito imprescindible al no estar estipulado por ley.

"Mi primera reacción fue 'gracias a Dios y a todas las personas que me han ayudado'", dijo Gandrabura. "Me santigüé, fui a cobrar mi pensión y, luego, al mercado a comprar todo lo que necesitaba. Estaba tan feliz". Al final, Maria pudo cobrar varios meses de pensión y de ayuda social.

Los pensionistas pobres no quisieron pagar por un carné nuevo. Otros prefirieron, quizás, aferrarse al carné soviético porque querían prepararse para el futuro incierto que le deparaba a este pequeño país.

Iulian Popov, el Jefe de la Dependencia de la Apatridia en el Ministerio del Interior, entiende por qué los carnés soviéticos han tenido una vida tan duradera: "Tener un carné de identidad moldavo implica identificarse con Moldavia; sin embargo, tener un carné soviético supone identificarse con una gran potencia".

Por Roland Schönbauer en Chisinau, Moldavia.

Gracias a la Voluntaria en Línea Ruth Zenaida Yuste Alonso por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.