En el Líbano, un niño iraquí con autismo logra escapar del aislamiento
Samer, de 10 años, vivió la mayor parte de su vida privado del mundo exterior, hasta que un centro comunitario financiado por ACNUR en Líbano le otorgó la oportunidad de conectar con otros niños.
Samer Boulos vive en Beirut con sus padres y tres hermanas.
© ACNUR / Diego Ibarra Sánchez
Con su delicada silueta presionada a los barrotes, Samer pasa horas cada día en el pequeño balcón fuera del modesto apartamento de su familia en la capital libanesa, Beirut. Hasta hace poco, esta era su única ventana al mundo exterior.
"Está en el balcón hasta la hora de acostarse", dijo la madre de Samer, Catrina Youssef, de 48 años. "Mira a la gente que pasa, saluda los autos y mira a otros niños jugando, les grita y se ríe. Es su forma de jugar con ellos".
Nacido con un trastorno del espectro autista, una discapacidad del desarrollo que afecta sus habilidades de comunicación e interacción social, Samer, de 10 años, ha vivido la mayor parte de su vida en un aislamiento relativo, luchando por comunicarse, compartir sentimientos o interactuar con las personas que lo rodean.
En su ciudad natal de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, los servicios especializados para niños con autismo eran escasos, por lo que Samer se quedó en su mayoría dentro del hogar familiar. Su condición se deterioró después de contraer meningitis bacteriana en 2011, y los problemas empeoraron cuando los grupos armados tomaron el control de la ciudad en junio de 2014.
Impusieron controles estrictos a los residentes de la ciudad, que a menudo se aplicaban violentamente. Las fuerzas armadas iraquíes finalmente retomaron la ciudad en julio de 2017, siguiendo con una ofensiva de nueve meses durante la cual cerca de un millón de personas huyeron de sus hogares y partes de la ciudad fueron reducidas a escombros.
Incapaz de cuidar adecuadamente a su hijo autista en medio del caos y la violencia, en 2015 Catrina y su familia de seis miembros buscaron seguridad en el Líbano, a donde llegaron como refugiados para reunirse con familiares que ya vivían en la capital.
El Líbano alberga a casi un millón de refugiados registrados, incluidos unos 976.000 del conflicto en Siria y más de 15.000 de Irak. De la población total de refugiados, 11.746 niños están registrados personas con discapacidades, según cifras de julio. De los más de 5.000 niños refugiados iraquíes en el Líbano, 13 son autistas.
Para llegar a fin de mes, el padre de Samer y sus hermanas adultas encuentran trabajo informal ocasional, mientras que durante los primeros años en el Líbano, Samer se quedó en casa con su madre, viendo pasar el mundo debajo de su apartamento.
Eso fue hasta principios de este año, cuando Catrina fue remitida a un centro comunitario para niños libaneses y refugiados en Beirut, administrado por la ONG Caritas.
Financiado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, el centro ofrece actividades semanales gratuitas para más de 40 niños refugiados de Siria e Irak. Ofrece actividades recreativas, talleres de arte y juegos, todo bajo la dirección de trabajadores sociales de Caritas.
"Como Caritas, nuestro propósito es trabajar con personas con necesidades especiales o que tienen dificultades en su vida diaria", explicó Jessica Frem, trabajadora social del centro. "Así que hacemos todo lo posible para involucrar a las personas con necesidades especiales, para tratar de incluirlas en las actividades que tenemos en el centro".
Durante los últimos meses, Samer y su madre han asistido a clases todos los martes con niños refugiados no autistas. Al principio, las cosas eran difíciles tanto para Samer como para los otros niños de la clase.
"Los niños no sabían cómo interactuar o jugar con Samer", explicó Frem. "Solo miraban y, a veces, mantenían una distancia". Pero gradualmente las cosas empezaron a mejorar y, después de unas pocas semanas, Samer comenzó a interactuar con el grupo.
"Nos dimos cuenta de que a Samer le encanta jugar con la pelota", agregó. "Así que simplemente le decimos que lance la pelota como una manera de involucrarlo en los juegos". Con el tiempo, los niños se acostumbraron a Samer y están más familiarizados con sus formas de interactuar. Se están convirtiendo en amigos de él y están tratando, a su manera, de ayudarlo".
ACNUR apoya a los centros comunitarios, así como a los equipos especializados de protección y divulgación comunitaria que desempeñan un papel clave en la identificación de niños vulnerables como Samer y les ayuda a acceder a la atención que necesitan.
Pero las brechas en los servicios y la falta de apoyo financiero siguen siendo desafíos considerables para muchos niños libaneses y refugiados que viven con discapacidades en el Líbano.
"Por Samer, haría cualquier cosa".
El acceso a educación especializada y terapia conductual para niños refugiados con autismo es muy costoso, mientras que los servicios de apoyo para padres refugiados que cuidan a niños autistas también son escasos.
Consciente de estos desafíos, la madre de Samer aprecia la rara oportunidad que tiene su hijo y se compromete a llevarlo al centro todas las semanas. Las personas con autismo pueden tener más probabilidades de experimentar problemas de salud mental, particularmente si no pueden acceder a los servicios de apoyo que necesitan.
"Ha mejorado desde que se unió a las actividades en Caritas", dijo. “Antes de eso, no jugaba, se aislaba y se enojaba. Ahora, después de que comenzamos a ir todos los martes, comienza a jugar y reírse con otros niños".
"Por Samer, haría cualquier cosa. No importa lo cansada que pueda ponerme ", agregó Catrina. "Me siento muy feliz cuando lo veo jugar y reír. Deseo que asista a la escuela normal y sea como cualquier otro niño... y que él hable y se comunique conmigo. Quiero escuchar su voz, y oírle decir "mamá".
Gracias a la Voluntario en Línea Nacho Mingorance por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.