Agricultores sirios vuelven a trabajar la tierra en Irlanda
Una iniciativa de agricultura social brinda a los agricultores sirios refugiados la oportunidad de trabajar e intercambiar habilidades.
Abdulhadi Sawan, de 72 años, y Faisal Al Daib, de 45, en la granja donde trabajan en Irlanda.
© ACNUR / Andrew McConnell
Las fragantes estribaciones de olivares florecían en la granja de Abdul en Siria antes de que el conflicto lo obligara a huir. Ahora, reasentado en Irlanda, a este agricultor de 73 años se le ha dado la oportunidad de echar nuevas raíces y cuidar de un huerto de manzanos.
“Los árboles son como los humanos, necesitan respirar”, dice Abdul, atendiendo a una rama. “Así que los podamos y dejamos que el aire sople, como con los olivos en Siria”.
Abdul participa en una iniciativa de “agricultura social” de diez semanas de duración en Ahena Farm, en el condado de Mayo, tras ser reasentado en Irlanda bajo un programa administrado por el Gobierno en alianza con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. El esquema ofrece a los refugiados reasentados la oportunidad de trabajar e intercambiar habilidades con los agricultores locales.
Su colocación es una de las que ha financiado Social Farming Ireland y organizado South West Mayo Development Company (SWMDC), que apoya a comunidades e individuos en todo el oeste de Irlanda.
“Los árboles son como los humanos, necesitan respirar”.
De momento, Abdul y el propietario Oliver Dixon van hallando similitudes y cosechando los frutos de intercambiar habilidades.
“Los árboles son iguales en todas partes, la única diferencia es el clima”, dice Abdul, riéndose mientras mira las nubes grises formándose sobre los campos verdes húmedos que lo rodean.
Margaret Leahy, de SWMDC, dice que no hay nada único en las granjas que participan.
“Estas son granjas de trabajo ordinarias”, explica. “No son granjas terapéuticas ni están diseñadas especialmente para un grupo de personas. Son granjas normales, como las de toda la vida. Por eso funcionan tan bien”.
Además de cuidar los manzanos, Abdul y Faisal, otro refugiado sirio, alimentan al ganado, cortan leña y cuidan los jardines y las plantas que crecen en un politunel. A cambio, las granjas aprenden cómo se hacen estas cosas en otros países.
Según Leahy, muchos agricultores esperan trabajar con otros.
“A los agricultores les parece muy bien, porque se introducen en nuevos círculos sociales. Amplían sus horizontes”.
Las habilidades que muchos refugiados traen consigo también son invaluables para la industria agrícola irlandesa, que sufre escasez de personal. La Asociación de Agricultores de Irlanda ha estimado que se necesitarán 23.000 trabajadores durante la próxima década para cumplir con los objetivos establecidos por el gobierno.
Las exportaciones agroalimentarias aumentaron dede los 7.000 millones de euros en 2009 a más de 11.000 millones de euros en 2016, y se espera que esa cifra se acerque al doble en la próxima década.
En Ahena Farm, Oliver se enorgullece de haberle dado a Abdul la oportunidad de usar e intercambiar sus habilidades.
“Me encanta pensar que puedo darle a alguien una oportunidad de venir a la granja, una oportunidad que tal vez nunca tendrían”, dice el granjero, quien dirige la granja con su esposa Anna. “Ellos pueden mostrarnos una cultura diferente, nosotros podemos mostrarles cómo hacemos las cosas aquí. Todos los agricultores deberían involucrarse”.
“Las experiencias positivas de integración de refugiados a menudo son más visibles a nivel local: en las puertas de las escuelas, en el trabajo, en campos deportivos o en salas comunitarias”, dice Enda O’Neill, jefa de oficina de ACNUR en Irlanda. “La iniciativa de la agricultura social es un gran ejemplo de cómo las comunidades rurales de toda Irlanda hacen todo lo posible para llegar a sus nuevos vecinos y darles la oportunidad de participar y contribuir a la vida comunitaria”.