"Yo habría pagado por hacer mi trabajo"

ACNUR cuenta con alrededor de 11.000 miembros en su personal, la mayoría de ellos están en el terreno. Conozca a Roberto Mignone, representante del ACNUR en Libia.

Un niño refugiado abraza al representante del ACNUR en Libia, Roberto Mignone, poco despúés de aterrizar en la Base Aérea Pratica di Mare, cerca de Roma, en una evacuación desde Libia.
© ACNUR/Alessandro Penso

Nombre: Roberto Mignone, 53 años, de Italia

Puesto: Representante del ACNUR en Libia, basado en Túnez

Años en ACNUR: Casi 25, ha trabajado en Mozambique, Guatemala, Colombia, Suecia, Australia, India y Costa Rica, posteriormente en la sede en Ginebra, como parte del equipo global de respuesta a emergencias.

¿Por qué se convirtió en trabajador humanitario?

Estaba de mochilero en Asia, donde conocí a algunos niños refugiados Karen de Myanmar en una aldea al norte de Tailandia. Yo les estaba dando dulces y pensé: "Espero volver algún día con algo mejor". En ese momento supe que quería dedicarme a este campo.

La comunidad Karen fue el primer grupo indígena que conocí. Pero desde que me uní al ACNUR en 1993, he trabajado con personas indígenas en Guatemala, Panamá, Colombia, Costa Rica y Filipinas.

Trabajar con ellos ha sido mi prioridad, así como mi área favorita de trabajo, porque ellos se encuentran en una situación particularmente vulnerable, y se ven desproporcionadamente afectados por los conflictos. No queda duda alguna de que tienen necesidades de protección.

  • Como coordinador de Emergencias del ACNUR, Roberto Mignone camina a través de un campamento para sobrevivientes de terremoto en Portoviejo, Ecuador, en abril de 2016.
    Como coordinador de Emergencias del ACNUR, Roberto Mignone camina a través de un campamento para sobrevivientes de terremoto en Portoviejo, Ecuador, en abril de 2016. © ACNUR/Santiago Arcos Veintimilla
  • Siendo representante del ACNUR en Libia, Roberto Mignone es entrevistado en la sede de la Agencia en Ginebra.
    Siendo representante del ACNUR en Libia, Roberto Mignone es entrevistado en la sede de la Agencia en Ginebra. © ACNUR//Susan Hopper

¿Qué es lo más gratificante/ desafiante de su trabajo?

Ser representante en Libia ha sido la labor más difícil que he tenido. Nuestro acceso a Libia es muy limitado. Debido a las restricciones de seguridad, solo podemos enviar a una persona desde nuestra base en Túnez a Libia. Después está la parafernalia relacionada con el movimiento dentro del país. Se necesitan dos vehículos armados, protección armada de la policía diplomática, lo que tiende a paralizar todo. Resulta un desafío enorme que implica el manejo remoto de nuestro equipo.

Hay más de un Gobierno. Nosotros trabajamos con el de Trípoli, pero también hay otras autoridades en el país. Nosotros no tenemos un memorándum de entendimiento, pero nuestra presencia es tolerada. Si yo pudiera cambiar algo, sería el poder trabajar desde allí.

Más de seis años de violenta agitación en Libia comenzaron con el levantamiento que eliminó del poder al gobernante Muammar Gaddafi en 2011. Trabajamos con medio millón de personas desplazadas dentro del país. Estos incluyen 200.000 desplazados y 300.000 que fueron desplazados pero que han regresado recientemente, pero aún se encuentran en una situación frágil.

Asimismo, trabajamos con refugiados dentro de movimiento de migración mixta, y lo que también es muy complicado, porque las autoridades no reconocen que estas personas son refugiadas y no reconocen nuestro papel. Entonces, ahora hemos decidido evacuar a miles de refugiados de Libia, porque la situación es demasiado peligrosa para ellos.

A pesar de que es un desafío, estamos progresando. En lo que va de este año hemos logrado sacar a 950 personas de esos horribles centros de detención. Entre ellos había un niño de ocho años. Recientemente escribí una carta solicitando la liberación de otras 2.280 personas. Lograr que estas personas sean liberadas será pura labor de protección en su máxima expresión.

Entre los casos más destacables encontramos los de 30 mujeres que habían sido esclavizadas por extremistas en Sirte. Cuando se liberó la ciudad, ellas fueron detenidas por las autoridades de Libia sobre la base de que eran las parejas de los extremistas. Finalmente logramos liberarlas, para posteriormente reasentarlas en un país seguro.

¿Cuál ha sido su mejor día en el trabajo?

Cuando estaba en Colombia, llevé a cabo 250 misiones en el terreno, a caballo, a pie y con pequeñas balsas, e íbamos a comunidades remotas en la jungla.

En una ocasión, recuerdo que fuimos a la región de Chocó, en la costa Pacífica al lado de Panamá. Tuvimos que tomar un bote por dos días a través del mar y después por el río, donde los traficantes de drogas habían confinado a la comunidad indígena Emberá.

Cuando llegamos a la aldea todos huyeron, porque en ese momento, las únicas personas que los visitaban les hacían daño. Así que pasamos varios días ahí, hasta que poco a poco ganamos su confianza. Les explicamos, "Estamos aquí para protegerles, no somos los malos", y ellos lo comprendieron.

  • Roberto Mignone visitó una aldea Emberá, en la región de Chocó, durante su periodo como representante adjunto en Colombia. Esta aldea estaba amenazada por la inseguridad.
    Roberto Mignone visitó una aldea Emberá, en la región de Chocó, durante su periodo como representante adjunto en Colombia. Esta aldea estaba amenazada por la inseguridad. © ACNUR/Lorena Nieto
  • Roberto Mignone visita una niña indígina en la región de Putumayo, Colombia, en 2008.
    Roberto Mignone visita una niña indígina en la región de Putumayo, Colombia, en 2008. © ACNUR/Marie-Helene Verney

Me tomaron una foto en el pueblo. Yo estaba sentado y una niña pequeña estaba parada detrás de mí, y ella puso una mano sobre mi hombro. Eso significaba que incluso los niños entendieron que estábamos allí para protegerles, no para hacerles daño. Ese fue mi mejor día en el trabajo.

Me gusta trabajar en el terreno. Cuando estaba en Colombia, Guatemala y Mozambique, solía pensar: "¿me están pagando para que haga esto?" Si me hubieran dicho 'no, no vamos a pagarte nada, tienes que pagar', yo habría pagado por hacer mi trabajo.

¿Cuál ha sido el peor día en el trabajo?

Mi peor día fue en Guatemala en 1995. Fue durante la guerra civil y trabajé protegiendo a los refugiados mayas que habían regresado de México para participar en el proceso de paz.

La mayoría de los que murieron en el conflicto – que duró de 1960 a 1996 – fueron asesinados por los militares. Nosotros éramos como escudos humanos entre el ejército y los indígenas retornados. Solían alertarnos cuando los soldados entraban a sus aldeas, porque les tenían miedo.

En este día en particular, recibimos un llamado de esta comunidad que nos dijo que el ejército los había rodeado. Entonces, manejé como loco por carreteras sin pavimentar, y todo el tiempo podíamos escuchar lo que sucedía en la radio. Los soldados estaban matando gente.

Justo cuando estábamos llegando, nos encontramos con la patrulla cuando se iba. Acababan de matar a 11 personas, incluido un niño. Era como si estuvieran en trance, levantaron sus armas y podrían habernos disparado con mucha facilidad. Luego llegamos al pueblo, y era como el Infierno de Dante. Había gente llorando, estaba lleno de sangre y cuerpos.

Normalmente hemos evitado estas situaciones, al estar físicamente allí, en el medio. Pero esa vez, llegamos demasiado tarde. Pero nos mostró que lo que hicimos en otras aldeas funcionó. De lo contrario, podría haber habido más situaciones como esta.

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados trabaja en 130 países ayudando a hombres, mujeres y niños desarraigados de sus hogares por las guerras y la persecución. Nuestra sede se encuentra en Ginebra, pero el 87% de nuestro personal trabaja en el terreno y ayuda a los refugiados. Este perfil es uno de una serie que destaca nuestro personal y su trabajo.