Lima: la historia de una mujer venezolana "hecha con amor"

Miles de personas venezolanas llegan todos los días a Tumbes, en el noroeste de Perú. La familia de Zorayne es una de las tantas que llegaron a Lima desde su Venezuela natal.

A pesar de los vaivenes que han atravesado al abandonar su país, hoy día una sonrisa se dibuja en sus rostros: "Como humanos solemos pensar que las crisis son eternas, que nos van a tragar, que ahí nos vamos a quedar, pero uno siempre tiene que mirar al futuro. Esto no es para siempre, en algún momento vamos a salir para adelante", dice Andrea, (derecha) venezolana hoy en Perú.

A pesar de los vaivenes que han atravesado al abandonar su país, hoy día una sonrisa se dibuja en sus rostros: "Como humanos solemos pensar que las crisis son eternas, que nos van a tragar, que ahí nos vamos a quedar, pero uno siempre tiene que mirar al futuro. Esto no es para siempre, en algún momento vamos a salir para adelante", dice Andrea, (derecha) venezolana hoy en Perú.   © ACNUR

LIMA, Perú (ACNUR) – El nombre del negocio familiar que impulsó Zorayne viene acompañado de la frase “hecho con amor”. Estas palabras son reflejo de su historia de vida.

Todas las mañanas Zorayne vende sus dulces en un local que un vecino le alquila a bajo precio. El sabor y la variedad de los productos que elabora la han lanzado a la fama. Mini tartaletas de fresas y melocotones, bocaditos, tortas de piña, kekes (los especiales son los de maracuyá además del marmolado), galletas, alfajores, panes rellenos, bombones de leche, son los más demandados.

Zorayne es venezolana y hace un año llegó a Perú, donde ha solicitado la condición de refugiada.  En su país tuvo que dejar a su madre,  a su hermana  y a su tía quien sufre de cáncer, pero no puede tratarse porque le es difícil acceder a los medicamentos necesarios.

En Venezuela trabajaba como secretaria ejecutiva en una empresa estatal de petróleo, hasta que el complejo contexto político y económico la obligó a salir. “Mi esposo ya tiene 43 años y yo 49. En Venezuela teníamos una vida hecha con nuestra casa, nuestro carro, nuestras cosas… es bien duro”, dice con su voz entrecortada.

Zorayne llegó a Perú sin nada, pero con el apoyo de  ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados y su socio Encuentros Servicio Jesuita para la Solidaridad, pudo asistir a un curso de pastelería peruana básica en el Centro de Educación Técnico Productiva (CETPRO) de Santa Cruz, Miraflores (Lima). Amante de los oficios, dice que la pastelería “se le metió por las venas”.

Su entusiasmo fue tal que cuando finalizó el curso fue convocada como docente para dar clases de pastelería a niños y niñas en un taller de verano. Anatali Oquendo Lorduy, trabajadora social de Encuentros-SJS, remarca que “aún ante muchas situaciones que han sido de dificultad, había mucha actitud y disposición de tomar la asesoría como un recurso fundamental, tomar las capacitaciones como algo que les permitiría integrarse al país”.

  • Zorayne abrió su negocio hace menos de un año. Hoy en el barrio la conocen todos los vecinos que pasan por allí a diario.
    Zorayne abrió su negocio hace menos de un año. Hoy en el barrio la conocen todos los vecinos que pasan por allí a diario.  © ACNUR
  • Las peruanas y peruanos valoran el producto artesanal, por ello los productos de Zorayne cuidan mucho este aspecto.
    Las peruanas y peruanos valoran el producto artesanal, por ello los productos de Zorayne cuidan mucho este aspecto.  © ACNUR

Como Zorayne, muchas personas venezolanas abandonan su país por diferentes razones, ya sea debido a la inseguridad y la violencia, la falta de alimentos, medicina o acceso a servicios sociales básicos. Un número significativo necesita protección internacional. ACNUR de la mano de sus socios ofrece desde asistencia básica hasta consejos para iniciar un emprendimiento.

“La protección y los medios de vida están estrechamente relacionados, por ello, ACNUR apoya proyectos que permiten a los refugiados y a las personas en necesidad de protección internacional para fomentar su integración y aumentar su resiliencia.”, señaló el Jefe de la Oficina Nacional a.i., Bertrand Blanc.

Para Zorayne, las mujeres venezolanas son el motor de la familia. “Reconozco el dolor en sus rostros, yo también sufrí en ese inicio. Sé que todas esas mujeres van a tener en algún momento la cara que yo tengo ahorita. Una cara de satisfacción, de haber logrado tantas cosas y de conocer tanta gente muy muy buena”.

Según fuentes oficiales, más de 300,000 personas venezolanas han llegado a Perú. A fines de 2017, y más de 34,000 habían solicitado la condición de refugiado. En los primeros meses de 2018, cientos de personas presentan solicitudes todos los días. Algunos eligen vías alternativas que les permiten permanecer legalmente en el país, así como trabajar, estudiar y acceder a los servicios básicos. En Perú hay más de 30,000 personas venezolanas que han recibido un Permiso Temporal de Permanencia (PTP).