Trabajador ucraniano pedalea para salir de la zona de guerra
Vasily Zubko esperaba poder quedarse en su amado país de Ucrania, pero a medida que el conflicto se acercaba cada vez más, subió a su bicicleta y pedaleó fuera de la zona de guerra.
La familia Zubko (desde la izquierda): Dmitry, Bogdan, David, Tatyana, Marianna, Pavel y Vasily.
© ACNUR/Rafal Kostrzynski
Vasily Zubko esperaba poder quedarse en su amado país de Ucrania, pero a medida que el conflicto se acercaba cada vez más, subió a su bicicleta y pedaleó fuera de la zona de guerra.
Cubrió la mitad de la distancia a la capital ucraniana, Kiev, a unos 400 kilómetros, a través de la lluvia del otoño.
"Fue en noviembre", dice. "La primera noche estuve en un monasterio ortodoxo, la segunda noche con algunos creyentes ortodoxos y la tercera noche con personas de nuestra propia Iglesia (pentecostal). Me empapé.
"Vieron que me estaba enfriando y no me dejaron continuar en bicicleta. Me subieron a un tren hacia Kiev".
La familia de Vasily ya estaba en la capital ucraniana. Los envió a un lugar seguro al comienzo de los combates en junio de 2014. Se quedó en la ciudad de Kadiyivka, en la región de Luhansk, porque estaba formándose para mejorar sus habilidades en la fábrica donde trabajaba como tornero. Confiaba en que el conflicto llegaría a su fin.
“Pudimos ver que iba a terminar mal”.
Vasily, de 50 años, Marianna, de 47, y sus cinco hijos más pequeños están ahora asentados en Gdansk, la ciudad polaca que ha dado ejemplo con un programa municipal para integrar a los refugiados. Otros tres hijos adultos permanecen aún en Ucrania.
"Adelante", dice Marianna, abriendo la puerta de la casa alquilada de la familia. Ella acaba de llegar a casa de una clase de polaco.
Vasily está en la cocina, haciendo pasteles de patata y champiñones.
"Acabábamos de comprarnos una casa y arreglar la cocina cuando comenzó la guerra en Ucrania", dice Marianna. "Hubo una lucha de poder y piquetes en las calles”.
"Al principio no fue para tanto, pero luego aparecieron hombres armados y nos asustamos. Cuando comenzó el tiroteo, nuestra casa sufrió daños. Pudimos ver que iba a terminar mal".
Hasta el momento, más de 10.000 personas han sido asesinadas y más de 1,6 millones han sido desplazadas durante los cuatro años de conflicto en el este de Ucrania.
Marianna y Vasily se separaron durante cinco meses después de que ella se fuera a Kiev y él se quedara en Kadiyivka.
"La guerra estaba empeorando. Era obvio que no iba a terminar pronto", dice Vasily. "Comencé a ver que existía el peligro de que pudiera quedar atrapado en el este y pudiéramos tener que estar separados por mucho tiempo".
“Sabía que podía recorrer la distancia”.
Decidió irse en su bicicleta, lo que habría implicado recorrer 825 kilómetros si hubiera realizado todo el camino hasta la capital.
Vasily era un ciclista experimentado y, experto en técnicas de supervivencia; encendió fogatas y llevaba cuchillos para defenderse de los lobos, si era necesario.
Las carreteras tenían cráteres de los bombardeos sufridos en noviembre de 2014, encontrando allí otros peligros.
"A las personas que se iban en automóviles les disparaban", dice. "Tuve que pasar por varios puntos de control. Cuando me preguntaron dónde iba, dije el monasterio en Sloviansk y me dejaron ir. Debieron haber pensado 'Es solo un peregrino, está mal de la cabeza'. Pasé y supe que Dios me ayudaría".
El lugar donde se alojó era una pequeña comunidad de monjes en la carretera situada antes del famoso Sviatohirsk Lavra (monasterio de la cueva Sviatohirsk) en la región de Donetsk. En su tercera noche allí, Vasily llegó a casa de sus compañeros pentecostales en la región de Poltava y desde allí tomó el tren a Kiev.
Marianna sabía que estaba de camino. "Me llamó. Sabía que conseguiría recorrer la distancia, pero hacía frío y las carreteras eran peligrosas. Estaba preocupada, por supuesto".
Juntos de nuevo en Kiev, la familia dormía en el piso de unos amigos y esperaban un alojamiento a largo plazo. Sin embargo, encontraron que, las autoridades de Kiev, abrumadas por las llegadas de migrantes desde el este, tardaban en proporcionarles una solución. "Un amigo nos dijo “¿Qué tienen que perder? ¿Por qué no probáis a ir a Polonia? '", Dice Marianna.
Viajaron en tren a Leópolis y cruzaron a Polonia, donde buscaron asilo. La red pentecostal les ayudó a encontrar un alojamiento temporal en la ciudad de Godziszewo, cerca de Gdansk.
“Nuestras vidas ahora están aquí.”
"Pensamos en ir a Varsovia, pero papá dijo: 'No, Gdansk es un puerto y allí será más fácil que haya un trabajo para mí", dice Marianna. A pesar de sus temores por hablar poco polaco, Vasily pronto encontró un trabajo en una pequeña compañía de Gdansk que presta servicio en los puentes.
Los trabajadores de Gdansk le acogieron. "Tan pronto como fui aceptado en el trabajo, me sentí como en casa", dice.
Los hijos que tienen en Zubkos están bien. Pavel, de 21 años, está perseverando en la fotografía. David, de 20 años, asiste a clases nocturnas. Y Bogdan, de 18 años, está en la universidad técnica. Dmitry, de 16 años, y Tatyana, de 15, van a la escuela. David y Bogdan son expertos en dibujo y esperan convertirse en artistas.
A la familia se le concedió asilo en enero de 2017. "Cuando obtuvimos un 'sí', los niños comenzaron a cantar y bailar", dice Marianna.
Poco después, se mudaron a la casa de Gdansk. Ahora incluso tienen un gato. "Ahora tenemos nuestro propio lugar, podemos permitirnos tener un gato", dice Marianna.
Vasily no tiene bicicleta en Polonia. No ha pedaleado desde hace tres años y dice que los músculos de sus piernas ya no son lo que eran. También echa de menos Ucrania y le duele el corazón cada vez que piensa en los ruiseñores, los caballos y las flores silvestres de la estepa.
El futuro de nuestros hijos es la prioridad y los jóvenes son inflexibles y quieren quedarse en Polonia. Dmitry dice: "Nuestras vidas ahora están aquí".
Gracias al Voluntario en Línea Eduardo Corral Pugnaire por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.