Una pareja cristiana da asilo a un joven musulmán de Sudán

Annick y Hubert Verger dicen que sus vidas se han enriquecido con la presencia de su invitado sudanés.

Annick y Hubert acogen a Farah (en el centro), refugiado del Sudán, en Rivière. Para esta pareja, la solidaridad va de la mano con la fe cristiana.   © ACNUR/Aubrey Wade

RIVIÈRE, Francia – Annick Verger y su esposo Hubert viven en una pequeña y encantadora casa en Rivière, cerca de la ciudad de Tours.

Annick, una bibliotecaria aficionada a la historia, nos recuerda el origen del nombre del pueblo, que proviene del latín riparia y significa “nido” o “refugio”. Farah, un sudanés de 22 años, ha encontrado un refugio con la familia Verger.

Farah comenta: “Vivía en una aldea en Sudán cuando llegaron los Janjaweed (milicia de la región de Darfur). Ellos quemaron toda la aldea y mataron a muchas personas, y…”, vacila, sobrellevado por los dolorosos recuerdos.

“Estuve prisionero durante 20 días y logré escapar. Tuve que esconderme por dos meses y después decidí irme porque tenía miedo de que me encontraran”.

Farah, al igual que muchos otros refugiados en Francia, fue a parar a la “Jungla”, un campamento improvisado a las afueras de la ciudad francesa de Calais, donde pasó un mes antes de conseguir un alojamiento en la ciudad de Tours. “Me quedé allí durante un año, luego unos amigos, que trabajaban para la prefectura, me dijeron que me podía quedar con una familia si quería. Vine por tres o cuatro días. Como me fue bien, me quedé”.

El proyecto “Familles Solidaires” (Familias solidarias), dirigido por la organización Entraide et Solidarités, consigue alojamiento para refugiados con las familias de la región.  

“Le dijimos de inmediato que estaríamos contentos de recibirlo”.

Para garantizar que el arreglo se realice sin problemas, la organización sugiere un período de prueba de algunos días.

“Aunque sea difícil conocer realmente a una persona en tres días, uno se hace una idea de la forma de vida del otro”, comenta Annick. “Después del período de prueba, Farah se fue y cada uno tuvo tiempo para pensarlo antes de responder. Nosotros le dijimos de inmediato que estaríamos felices de acogerlo y que la decisión dependía de él”.

Hubert nos comenta que la organización jugó un papel indispensable. “Cuando una persona recibe la condición de refugiado, ya no está más en el sistema y algunos terminan en la calle. Ellos tienen sus documentos de identidad, pero ya no reciben más apoyo, así que tienen que valerse por sí mismos”.

“Es por eso que se creó el sistema de familias solidarias, para encontrarles un lugar donde quedarse mientras ellos se adaptan y consiguen un trabajo, etc.”.

Hubert, un ex concejal local, elogia la organización de la asociación. “Para ayudarnos, ellos realizaron una especie de contrato entre la persona de interés y la familia que los hospeda. Todo está redactado y los aspectos de la vida hogareña están entablados. Las comidas, por ejemplo, ¿Comemos juntos o por separado? ¿Quién limpia las áreas comunes? ¿Quién se encarga de la lavandería…?”

En casa de los Verger existen algunas reglas sencillas y la vida en el hogar es como la de una familia auténtica. Farah tiene su propia habitación, que se encuentra en el cuarto de costura de Annick, y los tres se sientan a la mesa todas las noches para disfrutar de una agradable cena.

“El primer día que llegué no pude comer porque la comida era demasiado diferente”, recuerda Farah con una sonrisa. “¡Era difícil acostumbrarse!”

Tanto para Annick como para Hubert, esta muestra de solidaridad va de la mano con su fe cristiana. Ellos están muy comprometidos con su iglesia local, pero no encuentran ninguna contradicción en darle apoyo a un practicante musulmán.

“Como nosotros lo vemos, la religión consiste en seguir una creencia particular, pero también implica estar abiertos hacia los demás”, añade Annick.

“Acoger a un musulmán que practica el Ramadán a nuestro hogar no es un problema cuando respetamos mutuamente nuestras creencias. Al contrario, es una experiencia maravillosa y conmovedora.  Es difícil entender por qué hay tan poca gente que se siente involucrada. Nosotros estamos muy contentos de haberlo hecho y de haber conocido a Farah. Es algo que jamás olvidaremos.”

 

Esta historia es parte del capítulo francés de No Stranger Place, desarrollado y fotografiado por Aubrey Wade en colaboración con ACNUR, que muestra a refugiados y las personas que los han acogido en Europa. La exhibición se podrá visitor en Ground Control en París desde el 20 de junio de 2018.

Gracias al Voluntario en Línea Alejandro Rivera por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.