Revolucionario proyecto de viviendas une a jóvenes holandeses y refugiados

Startblok ofrece una oportunidad a los refugiados de conocer a gente de todo el mundo y sentirse como en casa.

"Me siento libre… Ya no tengo que esconderme más", dice Adrian Laidley, refugiado jamaicano de 23 años.
© ACNUR/Chris de Bode

Adrian Laidley creció temiendo por su vida. Como hombre gay en Jamaica, tuvo que esconder su sexualidad para protegerse de ataques violentos. Ahora es un refugiado en los Países Bajos y ha encontrado la seguridad y la libertad personal como parte de un revolucionario proyecto de viviendas para refugiados y jóvenes holandeses.


"Tenía miedo de recibir una paliza – incluso de muerte, así que tuve que esconderme", dice Adrian, de 23 años, que huyó de su hogar en Kingston, la capital de Jamaica, en 2015. "Cada día me sentía menos seguro en mi comunidad".

Las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) se enfrentan rutinariamente a la violencia, la discriminación e incluso a sanciones penales en Jamaica. Aterrorizado por la posibilidad de ser repudiado por su familia, Adrian ocultó su orientación sexual tanto tiempo como pudo. Pero no se podía esconder para siempre.

"Si provienes de una comunidad donde ser gay no está aceptado, en algún momento tienes que marcharte, y normalmente acabas en la calle", dice Adrian. "Temía que ese momento se estaba aproximando para mí".

En secreto, Adrian buscó ayuda en una ONG que trabaja con jóvenes LGBTI y se inscribió en un programa que ayuda a los que están en peligro a huir del país. A principios de 2015, Adrian entró en una lista de espera de personas que tenían la esperanza de ponerse a salvo en Europa.

"Tomé esta decisión, de marcharme, completamente solo, no podía hablar con nadie sobre ella", dice Adrian. "Estaba muy angustiado, preparado para irme en cualquier momento. Estaba muy nervioso, no podía hacer planes para el futuro".

  • Adrian Laidley, refugiado jamaicano de 23 años, conoció a Amber Borra, una estudiante de psicología de 26, que le ayudó a aprender neerlandés.
    Adrian Laidley, refugiado jamaicano de 23 años, conoció a Amber Borra, una estudiante de psicología de 26, que le ayudó a aprender neerlandés. © ACNUR/Chris de Bode
  • Adrian Laidley, de 23 años, huyó de Jamaica a causa de la discriminación y la violencia contra las personas LGBTI.
    Adrian Laidley, de 23 años, huyó de Jamaica a causa de la discriminación y la violencia contra las personas LGBTI. © ACNUR/Chris de Bode
  • Adrian Laidley, de 23 años, buscó ayuda en una ONG que trabaja con jóvenes LGBTI y se inscribió en un programa que ayuda a los que están en peligro a huir de Jamaica.
    Adrian Laidley, de 23 años, buscó ayuda en una ONG que trabaja con jóvenes LGBTI y se inscribió en un programa que ayuda a los que están en peligro a huir de Jamaica. © ACNUR/Chris de Bode
  • Adrian Laidley, de 23 años, estudia y trabaja a tiempo parcial para Startblok, organizando visitas para visitantes interesados procedentes de todo el mundo.
    Adrian Laidley, de 23 años, estudia y trabaja a tiempo parcial para Startblok, organizando visitas para visitantes interesados procedentes de todo el mundo. © ACNUR/Chris de Bode
  • Amber Borra, estudiante de psicología de 26 años, ayudó a Adrian a aprender neerlandés y a acostumbrarse a su nueva vida en los Países Bajos.
    Amber Borra, estudiante de psicología de 26 años, ayudó a Adrian a aprender neerlandés y a acostumbrarse a su nueva vida en los Países Bajos. © ACNUR/Chris de Bode
  • Amber Borra, ciudadana neerlandesa, que se trasladó a un apartamento compartido de Startblok para huir del superpoblado alojamiento para estudiantes, conoció allí a Adrian, refugiado jamaicano.
    Amber Borra, ciudadana neerlandesa, que se trasladó a un apartamento compartido de Startblok para huir del superpoblado alojamiento para estudiantes, conoció allí a Adrian, refugiado jamaicano. © ACNUR/Chris de Bode

Mientras esperaba su turno para marcharse, Adrian se preparó para su nueva vida, aprendiendo neerlandés y estudiando la historia y la cultura de los Países Bajos. Sabía que haría más frío, que la comida y las playas serán diferentes. Y tenía una vaga idea de que sería libre para vivir y amar como desease.

"Sabía que tendría mi propia vida, que elegiría mi propio camino", dice Adrian. "Pero no sabía qué significaría todo eso. Era una experiencia completamente nueva para mí".

Finalmente, se produjo la llamada. Con solo cinco días para prepararse, Adrian explicó a su familia y amigos que había ganado una beca para estudiar en los Países Bajos. En unos días, Adrian se sentaba ante los funcionarios de inmigración en el aeropuerto de Amsterdam. Cuando les explicó por qué estaba allí, le contestaron que no tenía que preocuparse más, que podía ser él mismo.

"Me dijeron: ?está bien, por fin está usted aquí'", dice Adrian. "?Puede usted ser quien es'. Me sentí libre y supe que ya no tenía que esconderme más, no tenía que seguir siendo perseguido".

"Si hubiera continuado en Jamaica, probablemente ya estaría muerto."

Solo unas semanas después, un conocido explicó la verdad sobre Adrian a su familia y amigos en Jamaica. Sus dos hermanos y la mayoría de sus amigos le repudiaron, mientras su madre y su hermana le avisaron de que no volviera nunca a casa.

"Me sentí absolutamente rechazado", dice Adrian. "No tenía amigos, ni conocidos aquí. Era abrumador estar en este lugar tan grande y vacío sin nadie. Pero tenía suerte de estar ya aquí. Si hubiera continuado en Jamaica, probablemente ya estaría muerto".

A Adrian le fue concedido el asilo y se trasladó de un alojamiento para solicitantes de asilo a un apartamento compartido en Amsterdam. Y entonces tuvo un golpe de suerte: le concedieron un estudio en Startblok, un nuevo proyecto de viviendas en las afueras de la ciudad, gestionado por la municipalidad.

La idea era radical: se trataba de nueve bloques de contenedores de transporte apilados en un antiguo campo de deportes, que fueron transformados en viviendas asequibles para 565 residentes, la mitad de ellos refugiados, y la otra mitad, jóvenes de los Países Bajos.

Adrian se trasladó allí cuando se lanzó el proyecto, en el verano de 2016. Su nuevo apartamento estaba en un pasillo con otros 26 – con un número igual de nativos que de refugiados procedentes de países como Siria y Afganistán. De repente, Adrian descubrió que ya no estaba aislado.

"Antes solo me relacionaba con otros refugiados – no conocía a mis vecinos".

"Antes solo me relacionaba con otros refugiados – no conocía a mis vecinos", dice Adrian. "Fue una gran diferencia vivir aquí, donde todo el mundo se hace amigo tuyo".

Aprovechando eventos celebrados de manera regular, clases y quedadas llevados a cabo en el club de Startblok, Adrian pronto se formó un grupo de amigos de todo el mundo.

"Adrian y yo nos dimos cuenta de inmediato de que teníamos el mismo gran sentido del humor", dice la vecina neerlandesa Amber Borra, que se mudó a un apartamento compartido en Startblok para huir de un alojamiento para estudiantes saturado. Se quedó maravillada de encontrar un ambiente tan abierto.

"Aquí conoces a gente muy fácilmente", dice Amber, de 26 años. "Me interesaba vivir con gente recién llegada por todas las cosas que oyes en las noticias. Pensé que a esas personas no se las estaba tratando justamente, así es que lo tenía que experimentar por mí misma".

En los dieciocho meses que hace que se conocen, Amber ha ayudado a Adrian a aprender neerlandés y a acostumbrase a su nueva vida en los Países Bajos. Pero para Adrian, vivir en Startblok significa más que integrarse, hacer amigos y construir una red de conocidos. Es su oportunidad de vivir, por fin, abiertamente, sin miedo.

"He aprendido que la gente aquí, en los Píses Bajos, es abierta y esperan que los demás también lo sean", dice Adrian. "Fue fantástico descubrirlo. Todo el mundo tiene un carácter abierto y amigable. Nos entendemos todos y también entendemos las diferentes razones por las que la gente está aquí".

Ahora, Adrian está estudiando y trabajando a tiempo parcial para Startblok, ofreciendo visitas a visitantes interesados procedentes de todo el mundo. No tiene intención de mudarse.

"No quiero perder a todos los amigos que tengo aquí", dice Adrian, que tiene pensado solicitar la ciudadanía neerlandesa en unos años. "Ahora me he acostumbrado a esta vida, viendo a los refugiados y a las personas neerlandesas cada día y, simplemente, son personas normales. Es un alivio estar aquí. Intento aprovecharlo al máximo".

Por Josie Le Blond

Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.