Sintonía entre refugiados y estudiantes de música en Viena
Las clases en las escuelas de música de la ciudad permiten a los refugiados aprender a tocar un instrumento, al tiempo que los estudiantes consiguen créditos de enseñanza.
Ute Ulrike Schmidt (segunda por la derecha), directora del proyecto Live Music Now, con algunos de los refugiados que están aprendiendo a tocar instrumentos de la mano de estudiantes de música locales.
© ACNUR/Stefanie J. Steindl
VIENA, Austria - Es sábado por la noche en el bar musical Schwarzberg y el público está entregado. Un grupo de refugiados improvisa junto a estudiantes de música que les han enseñado a tocar un instrumento.
Milad Osman, afgano de 23 años, ocupa el escenario y toca un breve solo al piano, a pesar de que solo lleva dos meses aprendiendo.
“Estoy muy orgulloso de él”, nos cuenta Visar Kasar, kosovar de 23 años y estudiante de composición en el conservatorio de jazz y música popular, más conocido como Jam Music Lab. Visar da clases de piano a Milad como parte de un programa de intercambio musical llamado “Unisono”.
Unisono es una iniciativa de la rama vienesa de Live Music Now, una organización internacional fundada por el violinista Yehudi Menuhin que lleva la música a instituciones cerradas tales como residencias geriátricas y centros penitenciarios.
Ute Ulrike Schmidt, directora del proyecto Live Music Now-Unisono, tuvo la idea de reunir a refugiados y estudiantes de las facultades de música de Viena tales como el Jam Music Lab y la Universidad de Música y Arte Dramático (MDW). Bajo la supervisión de profesores, los estudiantes pueden recibir créditos por enseñar a los refugiados.
Las clases se anunciaron en los centros donde viven los refugiados y donde Live Music Now tocó para ellos por primera vez.
“Cuando dábamos conciertos en centros de refugiados, el público nos hacía preguntas”, dice Schmidt. “Nos decían: ‘Sus conciertos son muy buenos, nos gustan mucho, pero ¿cómo podríamos recibir clases?’”
“Es una situación maravillosa que resulta beneficiosa para todos”.
42 refugiados trabajan con diez estudiantes de música del Jam Music Lab en el ámbito del jazz y la música popular, mientras que otra veintena de refugiados y otros tantos estudiantes se centran en la música clásica en la MDW, donde hay más posibilidades de que las clases sean particulares.
Gabriela Haffner, secretaria general de Live Music Now Viena, dice que los estudiantes se están preparando para ser profesores y necesitan esta experiencia. “De modo que los acercamos a los refugiados. Es una situación maravillosa que resulta beneficiosa para todos”.
Muchos de los refugiados se decantan por la guitarra. “Cuando era pequeña siempre quería aprender a tocar la guitarra, porque puedes tocar con los amigos y cantar todos juntos”, dice Khadija Ahmadi, afgana de 19 años. “Pero en Afganistán no pude tocar nunca. Las mujeres no podían y la música en general se consideraba un pecado”.
El concierto en el bar es la primera vez que los refugiados tocan en público, y Khadija se ha vestido para la ocasión a la moda de los años 20, con una cinta en la cabeza y pendientes largos. Gracias a las clases está ganando confianza.
“Empecé desde cero”, nos cuenta. “Ni siquiera sabía cómo agarrar el instrumento. Era la única chica de la clase y eso me hacía sentir un poco incómoda. Pero el profesor fue muy amable y me tranquilizó”.
“Me gustaría animar a otras chicas a que se unan al proyecto. Muchas veces pensamos ‘¿qué van a decir los demás?’ Pero le diría a mujeres y niñas que solo se vive una vez y que tienen que hacer lo que les guste y disfrutar con ello”.
Wahid Mahrami, afgano de 23 años, se enteró de las clases de música en su curso de alemán y también decidió estudiar guitarra. En el escenario lleva una pajarita azul y toca una guitarra roja que le ha regalado una familia austríaca.
“Me encanta formar parte de este proyecto”, dice. “He conocido muchos amigos austríacos. Me gusta muchísimo la música. Ya no puedo vivir sin ella”.
“Antes no cantaba nunca. Mi vida musical empezó aquí”.
Los refugiados se sienten inspirados por sus profesores, como Gerald Stenzl, de 24 años, que estudia una maestría en el Jam Music Lab. Tuvo entre 15 y 20 alumnos en su primera clase de guitarra y va a dirigir la siguiente fase del proyecto.
“He intentado dejar las clases magistrales y la teoría y centrarme en un enfoque no verbal conocido como ‘llamada y respuesta’”, nos dice.
“No ponemos a los principiantes en la clase más baja, sino que en cada grupo hay una mezcla de destrezas. Los participantes hacen cosas distintas, cada uno lo que puede. Queremos que cada vez que vengan tengan una sensación de éxito”.
Faith Ogoruwa, nigeriana de 20 años, baja radiante del escenario tras el ensayo. Todavía no ha estudiado ningún instrumento pero ha estado explorando el potencial de su voz.
“Me gusta subir en las notas altas, así”, nos dice mientras canta la frase “I love the way you look at me”.
“Antes no cantaba nunca. Mi vida musical empezó aquí”.
Unisono también ayudó a hacer realidad el sueño de Said Ahmad Hoseini, afgano de 23 años: tocar el violín.
“Siempre me ha encantado el violín y escuchaba música blues”, dice. “Cuando toco el violín me siento muy bien”.
“Trabajar con ellos es un desafío pero es muy gratificante”.
Su profesor, Andrew Gorman, es británico y gracias al proyecto ha adquirido una experiencia que espera que mejorará sus posibilidades de conseguir un trabajo en una escuela de música en Austria.
“Los refugiados empiezan desde cero”, nos cuenta. “Trabajar con ellos es un desafío pero es muy gratificante”.
Entre los participantes se encuentran algunos que todavía no han recibido respuesta a sus solicitudes de asilo. “Cuando alguno recibe una respuesta afirmativa, el grupo lo celebra con Mozartkugeln (bolas de chocolate)”, cuenta Schmidt. “Pero cuando alguien es rechazado, todo el grupo se queda conmocionado”.
En el bar todos tienen ganas de fiesta. La música sube y el público empieza a bailar. “Es genial. Me estoy planteando apuntarme a clase”, dice Sahil Salehizadeh, afgano de 19 años.
Julian Yo Hedenborg, estudiante de piano en Eisenstadt, también está entre el público. Gracias al compromiso moral del obispo de la región, algunos refugiados se han instalado en esta ciudad del este del país y Julian quiere serles de ayuda. “He venido a Viena para hacerme una idea de qué se puede hacer”, dice.
Entretanto, el solo al piano de Milad Osman es recibido entre vítores y aplausos. “Me siento libre. Puedo hacer todo tipo de locuras”, nos cuenta tras su improvisación. “Pero claro, también tengo que aprender las notas y técnica de dedos”.
“Ha sido increíble”, dice Visar Kasar, su profesor de piano durante solo dos meses. “Ahora me doy cuenta de que siempre he subestimado lo nerviosos que se ponían mis propios profesores. Creo que yo estaba más nervioso por Milad que él mismo”.
Gracias al Voluntario En Línea Jaime Guitart Vilches por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto